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OPINIÓN / CARTAS DESDE ALEGRANZA

Bañarse en el Cantábrico

29 DE AGOSTO DE 2024 / 17:25

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Como lanzarse al mar helado, escribir también requiere coraje, esfuerzo y ganas de seguir adelante, aunque todo te invite a no hacerlo.

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MARÍA FERNÁNDEZ-MIRANDA
DIRECTORA DE WELIFE

Bañarse en el Cantábrico

El Cantábrico, siempre frío, siempre fuerte, pero imposible resistirse a sus olas. FOTO: Pexels.

"De darte un baño en el mar no te arrepientes nunca", le dije a mi ahijado Álvaro, tratando de convencerle y de paso convencerme a mí misma. Él asiente sin mirarme; ambos tenemos la vista fija en las olas violentas, con el vello de los brazos erizado por el viento. Avanzamos juntos y nos zambullimos en el agua, y al salir chocamos las palmas de las manos y gritamos de alegría, como si acabáramos de protagonizar una gran gesta.

A diferencia del baño en el Mediterráneo (un acto puramente hedonista, que no requiere coraje alguno), el baño en el Cantábrico tiene un punto de heroicidad. Siempre hay una excusa a mano para evitarlo: el agua está demasiado fría, el nordeste sopla con fuerza, el cielo amenaza lluvia, la zona que han acotado los socorristas está lejos, las olas te revuelcan. Bañarse en el Cantábrico, aun en verano, requiere disciplina y fuerza de voluntad.

Ahora que estoy revisando mi agenda para el nuevo curso, tan cargada de presiones y tareas, me viene a la mente aquel baño de principios de agosto con mi ahijado, uno de los mejores que me he dado durante mis vacaciones. Y me prometo a mí misma que a esa pesada mochila de compromisos laborales añadiré un reto más, el de ponerme a escribir de nuevo.

Escribir es como bañarse en el Cantábrico, una autoexigencia que implica no pocas penalidades (desde renunciar al descanso de los fines de semana hasta enfrentarse a la angustia de la hoja en blanco). Escribir es como bañarse en el Cantábrico, también, porque se hace exclusivamente por uno mismo: a nadie le importa un carajo que yo escriba, del mismo modo que el mundo no va a ser ni mejor ni peor por mucho que yo me meta o deje de meterme en el mar.

Sólo los locos, los idiotas y los soberbios se bañan en el Cantábrico cuando las condiciones no son idóneas, al igual que sólo los locos, los idiotas y los soberbios escriben cuando no les sobra ni el tiempo ni las aptitudes para hacerlo.

Y, sin embargo, no me he arrepentido de ninguno de los baños que me he dado este verano.

Al contrario: ojalá me hubiera bañado más.

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