En tiempos de Gossip Girl todo pasaba en los pasillos. Ahora, las intrigas se resuelven en los comentarios. FOTO: James Devaney/WireImage/Getty.
Redes, ego y la adicción a tener razón
De opinar a dar caña: cómo las redes convirtieron el debate en un deporte de contacto
Nos conectamos para informarnos y acabamos compitiendo por el último golpe de ingenio. Así se nos fue el placer de conversar
Por Verónica Palomo
15 DE NOVIEMBRE DE 2025 / 08:00
Ya no hace falta una tertulia para discutir: basta con abrir Instagram. Entre el sarcasmo, los juicios exprés y los expertos de sofá, entender por qué discutimos en redes sociales es casi un acto de salud mental.
Internet lo pone fácil para sembrar el mal
Los troles se lo pasaban en grande chinchando y escondiéndose en los bosques. Los nuevos troles se esconden en ese mare magnum de anonimato que son las redes sociales, los foros y otros territorios donde es fácil camuflar la propia identidad. Por eso hay tantos usuarios sembrando el mal online. La terminología para identificar el ciberacoso distingue entre el hater, que es el que verdaderamente siente odio, y el trol, que solo se divierte haciendo daño. El resultado, sin embargo, es el mismo: vapulear y criticar de manera destructiva a otro usuario hasta el punto de humillarle.
¿El motivo? Ninguno. Solo el puro placer de hacerlo. Y todos podemos ser un trol en alguna ocasión. Sí, cabe la posibilidad de que detrás de lo que tú llamas vehemencia, o ese afán por levantar polémica y provocar un debate, se esconda un auténtico trol y explique por qué discutimos en redes sociales.
Ese monstruo verde que todos llevamos dentro
Un trabajo de investigación realizado por la Universidad de Standford ya nos dio pistas de que todos podemos en un momento determinado de nuestra vida ejecutar una conducta de trol. El estudio contradecía la idea de que solo un pequeño grupo de individuos con rasgos antisociales son los responsables del troleo.
Los autores describían que, si se dan las condiciones idóneas, todos podemos sacar lo peor de nosotros mismos en un escenario virtual. Esas condiciones a las que se referían serían, por ejemplo, estar enfadado tras recibir un feedback o un comentario negativo, o el mero hecho de entrar en un hilo de comentarios donde ya hay una gran mayoría de posts tóxicos y antisociales.
Retrato robot del trol
Juan Nieto, director académico del Centro de Terapia del IEPP-metrodora (Instituto Europeo de Psicología Positiva), confirma que la figura del trol ha sido estudiada desde el ámbito de la psicología y que hoy en día los expertos cuentan con estudios que nos permiten definir su perfil. «Lejos de ser un simple provocador ocasional, el trol persistente suele presentar rasgos de personalidad vinculados con lo que se conoce como la tétrada oscura: el narcisismo, el maquiavelismo, la psicopatía y el sadismo», explica el psicólogo.
En resumen, son personas carentes de empatía, que se dan una grandísima importancia a sí mismos y piensa que el fin para alcanzar lo que quieren justifica los medios. Actúan con una conducta social anómala, manipuladora y con dificultad para seguir las normas sociales. Y, por si fuera poco, además disfrutan causando daño.
Así alimentas tu ego herido
De todos los mencionados, «el rasgo más característico del trol —continúa explicando Juan Nieto— es el sadismo cotidiano. Es decir, el placer que le provoca causar daño o malestar a otras personas».
Son individuos que disfrutan con la reacción negativa del otro, una sensación de poder que se amplifica en el entorno digital, ya que les permite actuar con anonimato, impunidad y sin consecuencias inmediatas. «Sadismo, psicopatía, maquiavelismo… Aunque los nombres con los que definimos estos rasgos de personalidad del trol puedan sonar aterradores, en realidad se pueden encontrar en personas que no tienen por qué tener una patología de base, aunque sí muestran una baja empatía, alta impulsividad y una necesidad constante de validación o superioridad», matiza el especialista.
En definitiva, Internet se convierte en el escenario ideal para alimentar ese ego herido o esa falta de reconocimiento.
Con tus comentarios: ¿buscas intercambio de ideas o humillar?
No es fácil llegar a la conclusión de que tú eres el trol. Es fácil escudarse en que solo te gusta sacar al otro de su zona de confort y que disfrutas con la controversia. Pero como explica el psicólogo del Centro de Terapia del IEPP-metrodora, «la diferencia está en el lugar desde el que se activan las conductas y el objetivo de las mismas».
Las personas que buscan la controversia o la provocación dialéctica disfrutan del debate, del intercambio de ideas intensas, incluso del desacuerdo. Pero lo hacen dentro de las reglas del juego social. Argumentan, escuchan y no buscan humillar. El trol no busca diálogo, sino una reacción emocional. «Su motivación principal no es ganar una discusión, sino desestabilizar emocionalmente al otro. Mientras la persona que busca ser controvertida puede ser apasionada pero respetuosa, el trol busca la confusión, la rabia o la vergüenza del interlocutor», indica el experto.
Nieto asegura que se puede hablar de troleo cuando hay un patrón repetido de conductas que cumplen tres condiciones:
- Intención de provocar o herir, aunque se haga desde el humor, los memes o la ironía.
- Ausencia de empatía ante el efecto del comentario, que en entornos online muchas veces no se recibe.
- Satisfacción o placer al generar malestar.
Cómo reconducir a un trol de pura cepa
El perfil psicológico de trol es complicado. El estudio Trolls just want to have fun publicado en la revista Personality and Individual Differences, asegura que el anonimato, contrariamente a lo que se suele pensar, no es lo que anima o provoca al trol a tener este tipo de comportamiento en redes. Cuando una persona disfruta siendo cruel con otras, puede ser un trol en internet o un acosador en la escuela o en el trabajo. Es complicado de entender fuera del ambiente de la psicología, pero un sádico no tiene por qué ser un asesino. También existen los sádicos cotidianos que te pueden agredir en internet.
Redimir este comportamiento no es fácil, pero tampoco imposible. «El cambio solo es posible si la persona reconoce el daño y se responsabiliza. Con empatía y autorregulación emocional, el trol puede humanizar al objeto de su burla y tener presente que detrás de cada pantalla hay una persona real con emociones», explica Juan Nieto. Se trata de un trabajo que pasa por reforzar la conciencia emocional, la compasión y la autocomprensión. «No hay que olvidar que muchas veces el troleo responde a frustración, baja autoestima o necesidad de atención». Darte cuenta de que tus palabras pueden estar causando un gran daño en otras personas ya es un gran paso.