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Medioambiente
Las extremas subidas de temperatura ocurridas en los últimos días dejan aún más clara la diferencia existente entre pobres y ricos.
Por Diana Torres
12 de julio de 2021 / 05:13
En los últimos días, el calor intenso ha conseguido azotar diversos rincones del planeta. El cambio climático ha lanzado una alerta a nivel mundial por la que todos los países a lo largo y ancho del globo están sufriendo las consecuencias, aunque algunos más que otros.
Como ya conocemos, la ola de calor ocurrida en Canadá dejó unas cifras devastadoras, disparando los termómetros a cifras de hasta 49,6ºC y, en consecuencia, alrededor de 500 muertes. Pero América no ha sido el único continente afectado. La emergencia climática ha hecho mella también en nuestro país, convirtiendo a España en todo un desierto con temperaturas que llegan a los 46 grados en zonas como Córdoba. Unos datos que nos obligan a meditar y pensar una solución rápida si no queremos que la situación del planeta se vuelva cada vez más insostenible.
Según aseguran varios expertos, estos extremos episodios de olas de calor tendrán lugar cada vez con más frecuencia y de manera más intensa, llegando incluso a las dos semanas de temperaturas altísimas. Un escenario que afecta principalmente a las personas con menos recursos, que no tendrán facilidades a la hora de aclimatar su vivienda a estas condiciones ni podrán permitirse el pago del consumo energético que los aparatos eléctricos demandan.
Esta situación, solo ha conseguido evidenciar aún más la vulnerabilidad de una parte de la sociedad que va en aumento. Tanto es así que una investigación realizada por la Universidad Politécnica de Madrid, asegura que las desigualdades por la organización urbana y el nivel adquisitivo de las personas cada vez son más notables. De hecho, la diferencia de temperatura entre los barrios más ricos y los más desfavorecidos podría verse reflejada hasta en 8ºC, por variantes como la densidad de población o la ausencia de zonas verdes.
No obstante, estas dicotomías económicas y sociales no solo están presentes dentro de nuestras fronteras. Un estudio realizado por el Museo de Ciencias y el Centro de Estudios Ambientales de Virginia asegura que la población más vulnerable de esta zona también sufre más gravemente las consecuencias de las olas de calor. Además, añade el componente racial y afirma que los barrios negros carecen de parques que puedan minimizar las altas temperaturas en situaciones como la que hemos vivido recientemente.
No cabe duda de la gran importancia que cobran los parques y las zonas verdes para rebajar las temperaturas en momentos de emergencia climática. Pero además, también son verdaderamente relevantes para nuestra salud, ya que nos permiten pasear y airearnos de la contaminación de las grandes ciudades y de los tumultos de gente.
Como hemos dicho antes, la clase trabajadora es la peor parada en cuanto a la distribución dentro de una ciudad. En las zonas de menor poder adquisitivo es evidente la ausencia de parques y espacios verdes por la mala planificación urbana, habiéndose convertido estas zonas en factores para encarecer las viviendas que hay a su alrededor. Un proceso denominado gentrificación, en el que un área deteriorada se rehabilita y los vecinos empobrecidos se desplazan para dar paso a otros de nivel social más alto.
Las olas de calor hacen que se evidencie aún más la brecha existente entre la clase obrera y la clase alta, también hay consecuencias en el ámbito del género. Y es que un estudio publicado por el Instituto de Salud Carlos III, asegura que las mujeres tienen un 1,4% más de probabilidades de morir que los hombres en situaciones de calor extremo en nuestro país.
Pero, ¿cómo es posible? En esta investigación, han intervenido factores de todo tipo: desde aspectos biológicos como hormonales, hasta la dificultad a la hora de dispersar el calor. No obstante, también existen otros elementos que nada tienen que ver con lo físico y dependen más de la brecha social existente.
Y es que cobran gran importancia las actividades feminizadas a lo largo de la historia o la desigualdad salarial, lo que hace que haya un 39% más de posibilidades de que una mujer sufra pobreza energética a que lo haga un hombre, y por tanto, que no pueda permitirse acondicionar su hogar para olas tanto de calor como de frío.
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