Internista. Especialista de la Unidad de Chequeos de la Clínica Universidad de Navarra.
El herpes zóster, conocido como 'culebrilla', puede reaparecer décadas después de la varicela. A partir de los 50 años, el riesgo aumenta por el envejecimiento, pero hay formas de prevenirlo.
A lo largo de la vida, nuestro cuerpo enfrenta muchas batallas invisibles contra virus y bacterias. Algunas las damos por superadas, como la varicela, común en la infancia. Pero este virus no desaparece por completo, sino que puede permanecer latente durante años y reactivarse décadas después como herpes zóster, o ‘culebrilla’, una erupción cutánea dolorosa.
En España, cerca de un millón de personas la desarrollan cada año. Aunque normalmente ocurre una sola vez, el herpes zóster puede reaparecer. Esta reactivación está estrechamente ligada al envejecimiento del sistema inmune. La buena noticia es que hoy contamos con métodos efectivos para prevenirlo, especialmente a partir de los 50 años.
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¿Cuáles son los síntomas del herpes zóster?
El herpes zóster suele comenzar con molestias en la piel: picor, escozor o dolor localizado, generalmente en un solo lado del cuerpo. El tronco es la zona más común, aunque también puede afectar al muslo o la zona ocular, donde el riesgo de complicaciones es mayor.
Después de unos días, la piel se enrojece y aparecen vesículas agrupadas, pequeñas ampollas que contienen el virus activo y son contagiosas mientras estén abiertas. En una semana, estas vesículas se secan y forman costras que se desprenden, a veces dejando una leve marca.
En personas mayores de 50 años, el dolor puede persistir incluso tras la desaparición de la erupción. Esta complicación, conocida como neuralgia postherpética, puede prolongarse meses o años y afectar de forma importante a la calidad de vida.
Aunque el herpes zóster no se contagia con la facilidad de un resfriado, es fundamental evitar el contacto directo durante la fase activa con personas que no hayan tenido varicela o no estén vacunadas, especialmente si son personas inmunodeprimidas o mujeres embarazadas, debido al mayor riesgo de complicaciones.
Los factores que aumentan tu riesgo
Edad y debilitamiento inmunológico. Diversos estudios han confirmado que el riesgo de padecer herpes zóster aumenta considerablemente con la edad. Esto se debe, en parte, al debilitamiento progresivo del sistema inmunológico, un proceso natural conocido como ‘inmunosenescencia’. El sistema inmune pierde eficacia con los años, especialmente las células T, esenciales para mantener al virus varicela-zóster controlado, tal y como lo explica un artículo publicado en la revista Clinical Infectious Diseases.
Inflamación crónica (inflammaging). El envejecimiento genera una inflamación constante de bajo grado, lo que desequilibra la inmunidad y puede favorecer la reactivación viral. Aunque esta inflamación no suele provocar síntomas evidentes, tiene un efecto acumulativo que debilita aún más el sistema inmune y crea un entorno favorable para que los virus afloren. En otras palabras, el envejecimiento no solo reduce nuestras defensas, sino que también genera condiciones que facilitan la aparición del herpes zóster.
Mayor gravedad en personas mayores. No solo es más frecuente, sino que también se asocia con complicaciones como la neuralgia posherpética antes mencionada, un dolor que puede durar meses o años después de la infección (CDC).
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Si tienes 50 años o más, así puedes prevenir el herpes zóster
Vacúnate con Shingrix. Es la forma más eficaz para prevenir el herpes zóster y su complicación más temida, la neuralgia posherpética. Es una vacuna recombinante adyuvad, sin virus vivos (es decir, la vacuna se ha fabricado usando ingeniería genética) lo que la hace segura incluso en personas con defensas bajas. Se administra en dos dosis con un intervalo de 2 a 6 meses y ha demostrado más del 90 % de eficacia, incluso en mayores de 70 años. Así lo confirma un estudio publicado en The New England Journal of Medicine (Lal H. et al., 2015), que marcó un antes y un después en la prevención de esta enfermedad vinculada al envejecimiento.
Cuida tu sistema inmune con hábitos saludables. Aunque la vacuna es la herramienta principal, mantener fuertes nuestras defensas también ayuda:
Alimentación rica en antioxidantes: frutas, verduras frescas, legumbres, frutos secos y alimentos ricos en omega-3, como el pescado azul, combaten la inflamación y favorecen una buena respuesta inmune. Un estudio publicado en el American Journal of Clinical Nutrition subraya que las deficiencias, incluso leves, de nutrientes esenciales como zinc, selenio, hierro, cobre y vitaminas A, C, E y B6 pueden alterar la respuesta inmunitaria.
Ejercicio físico regular: caminar, nadar, bailar o practicar yoga de forma constante activa la inmunidad y mejora el bienestar general.
Descanso de calidad: dormir entre 7 y 8 horas por noche es esencial; el sueño insuficiente debilita el sistema de defensa del organismo.
Gestión del estrés: el estrés crónico puede alterar el equilibrio del sistema inmune y favorecer la reactivación del virus. Técnicas como la meditación o la respiración consciente, o simplemente reservar tiempo para actividades placenteras pueden ser muy beneficiosas.
Evitar el tabaco y limitar el alcohol: ambos hábitos deterioran progresivamente la capacidad del cuerpo para defenderse frente a infecciones.
Consulta rápido si aparecen síntomas: cuanto antes actúes, mejor. Si a pesar de todo desarrollas herpes zóster, iniciar el tratamiento antiviral en las primeras 72 horas es clave. Medicamentos como aciclovir o valaciclovir, administrados a tiempo, no solo reducen la duración y la intensidad del brote, sino que también disminuyen significativamente el riesgo de neuralgia posherpética. Por eso, ante la sospecha de herpes zóster, no hay que esperar: consultar al médico cuanto antes es la mejor decisión.
Almudena Beltrán de Miguel
Doctora en la Unidad de Chequeos de la Clínica Universidad de Navarra, Almudena Beltrán de Miguel es especialista en Medicina Interna y en valoración médica deportiva.