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Para quienes no quieren aumenrar de peso o tienen un trastorno de la conducta alimentaria, las comidas de Navidad son un auténtico calvario. FOTO: Monstera Production/Pexels.

Ansiedad ante los banquetes navideños

Terror a las comidas de Navidad: pautas para rechazar elegantemente los excesos en la mesa sin ofender a nadie

Decir no a los ágapes navideños suele ser fuente de conflictos con los amigos y no digamos ya en familia. Es el momento de ponerse firme y aprender a declinar sin molestar.

Por Verónica Palomo

5 DE DICIEMBRE DE 2025 / 14:00

La Navidad y sus celebraciones no son buenos momentos para aquellos con ortorexia. Este trastorno de la conducta alimentaria (TCA) consiste en controlar todo lo que comes, hasta la obsesión, con el objetivo de ingerir únicamente alimentos saludables. Tampoco es una época ideal para quienes están tratando su problema de sobrepeso u obesidad, ni para aquellos que sufren cualquier otro trastorno de la conducta alimentaria. Pero rechazar las comidas de Navidad en este país suele arrastrar enfados, burlas y el sambenito de ser ‘el raro’ de la familia.

Un estudio que realizó hace unos años la Sociedad Española de Ciencias de la Alimentación (SEDCA) desveló que cada comida navideña nos proporciona una media de 1.800 calorías, sin contar las calorías vacías de las bebidas alcohólicas, lo que supone un consumo de unas 3.000 calorías en una sola ingesta (recordemos que nuestro cuerpo necesita unas 1.600 y 2.200 kcal al día). Para muchas personas, solamente pensar en ello, les crea un estado de ansiedad insoportable de sobrellevar. Algunas llegan a huir a lugares remotos en los que nadie les atosiga con la bandeja del turrón. Otras optan por el aislamiento social fingiendo no encontrarse bien y para evitar la presión social, el sufrimiento emocional y la vergüenza de rechazarle la comida a alguien a quien aprecias y que sabes que ha elaborado con todo el cariño del mundo. Doble culpa.

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La doctora Cristina Petratti, médica de familia y especialista en Obesidad y Nutrición, miembro de SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad) y autora del ‘Método Petratti’ explica por qué existe tanta presión durante estas fiestas para comer en exceso y por qué cuesta tanto decir que no a esos alimentos. «La comida es vínculo: une, integra, celebra. No solo nutre, también emociona. En Navidad se asocia abundancia con amor y pertenencia y negarse a comer puede vivirse como rechazo al grupo», explica. Rechazar las comidas de Navidad se interpreta como un agravio. Por ello cuesta tanto decir no: tememos herir, ser señalados o quedar fuera del círculo.

Petratti propone cambiar la narrativa y partir de la premisa de que decir no, no es rechazar al otro, sino cuidar de uno mismo. «Esto significa que podemos agradecer, probar un poco si queremos y nos apetece, o simplemente compartir conversación. Cuando dejamos claro que nuestro límite no es personal, sino saludable, el vínculo se mantiene intacto. No hay que poner el foco en la comida, sino en el encuentro», relata la especialista. No se trata de rechazar la comida de Navidad, sino de priorizar nuestra salud ante esa avalancha de grasas, azúcares y alcohol.

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¿Pero cómo llegamos a este punto de calma, de saber lo qué queremos? ¿Cómo despojarse de ese miedo al rechazo social? Petratti está convencida de que evitar reuniones, escapar o huir de estas situaciones, no es la manera de lidiar con la presión. «Hay que abordar este problema priorizando dos enfoques: marcando límites y a través de la presencia consciente. Podemos anticiparnos a las situaciones que nos van a generar malestar, elegir a qué actos, fiestas o reuniones quiero asistir y permitirnos decir hasta aquí voy a llegar», relata la doctora. No se trata de comer o no comer, sino de sentirnos dueños de nuestras decisiones alimentarias.

La clave está en ir, compartir, participar, pero decidir cuánto comer y cuándo parar. «A veces ayuda acordar antes qué quiero que pase. Por ejemplo: asistiré, comeré con calma, me serviré solo lo que de verdad de apetezca y respetaré mi saciedad. El objetivo es que la comida no dirija nuestra conducta, sino que podamos elegir desde la calma y nunca desde el miedo», aconseja la especialista en obesidad.

No comer en los ágapes navideños puede ser motivo de conflicto con la familia. La miembro de la SEEDO detalla que «efectivamente el juicio externo existe, pero el peso con el que impacta ese juicio depende de nosotros». Los que nos rodean pueden juzgar si comemos poco o mucho, «pero la clave para que no nos afecte emocionalmente rechazar las comidas de Navidad no es controlar las miradas, sino fortalecer nuestro diálogo interno. Cuando nuestra voz interior es compasiva y firme, la mirada del otro pierde poder», detalla la especialista.

La doctora Petratti sugiere la práctica de un ejercicio simple: «Antes de pensar que nos están juzgando, hay que parar y preguntarnos por un instante qué es lo que necesitamos ahora mismo. Si la respuesta es bienestar, ligereza o tranquilidad, lo coherente es actuar desde ahí. Comer por obligación es ceder el control. Comer desde elección es libertad».

La ansiedad previa que sienten muchas personas ante el dilema con la comida, que saben perfectamente que se va a presentar en el momento de la fiesta o reunión familiar, se reduce cuando uno tiene un plan firme y claro ya interiorizado. La especialista recuerda que «no es necesario ensayar excusas ni justificarse constantemente. Simplemente basta con preparar una frase corta y honesta: me encanta estar aquí, pero hoy prefiero tomar algo ligero, mi cuerpo lo agradecerá».

Anticipar escenarios disminuye el miedo, aunque no hay que olvidar que también ayuda llegar al encuentro social habiendo descansado, habiendo comido con regularidad ese día y recordando que no hay obligación de demostrar nada a nadie. Como recuerda Petratti, «la Navidad no es ninguna prueba porque la que hay que pasar, es un encuentro humano. Comer menos no es fallar y escuchar el cuerpo es un acto de madurez».

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