Reescribiendo el relato de la fertilidad: el factor masculino también evoluciona

Durante décadas, el peso del relato reproductivo ha recaído casi exclusivamente sobre las mujeres. Su cuerpo, su edad, su reserva ovárica, su ciclo. El reloj biológico —esa metáfora tan instalada como inexacta— ha sido femenino por defecto. Sin embargo, las nuevas evidencias científicas comienzan a cuestionar ese enfoque parcial. Y lo hacen con datos. La fertilidad masculina evoluciona. También importa la edad del padre.

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Un nuevo estudio internacional liderado por el Grupo Eugin, presentado en el Congreso de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (ESHRE), ha puesto sobre la mesa algo que rara vez se considera: la edad del hombre influye en las tasas de aborto espontáneo y de nacimientos vivos, incluso en tratamientos de fecundación in vitro (FIV) con donación de óvulos jóvenes.

No solo sus óvulos, también sus espermatozoides

La investigación analizó 1.712 ciclos de reproducción asistida con donación de ovocitos —de mujeres con una media de 26 años— en clínicas de Italia y España. Las mujeres receptoras tenían una media de 43,3 años, y los hombres se dividieron en dos grupos: menores y mayores de 45 años. El resultado es elocuente: las parejas con varones mayores de 45 años registraron una tasa de aborto del 23,8%, frente al 16,3% en los hombres más jóvenes. Y la tasa de nacimientos descendió del 41% al 35,1% cuando el padre superaba esa edad.

¿Por qué sucede esto? Aunque la calidad del semen no decae bruscamente con la edad como ocurre con los óvulos, sí se producen cambios graduales. A partir de los 40-45 años, aumenta la fragmentación del ADN espermático y pueden aparecer alteraciones epigenéticas. Según la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (ASRM), una edad paterna avanzada se ha asociado con un mayor riesgo de autismo, esquizofrenia y ciertas enfermedades genéticas en la descendencia, aunque los mecanismos no están aún del todo claros.

Comprender sin culpar

La doctora Maria Cristina Guglielmo, responsable del estudio, explica que durante mucho tiempo hemos asumido que si los óvulos eran jóvenes, todo lo demás daba igual. Pero no es así. Hay una parte masculina que también influye. Y aclara, eso sí, que no se trata de culpas ni de alarmismos sino que lo importante es entender qué factores pueden condicionar los resultados y cómo podemos acompañar mejor estos procesos.

Desde el punto de vista clínico, el hallazgo es especialmente relevante porque el uso de óvulos donados elimina la variabilidad femenina: si el óvulo es joven y de buena calidad, cualquier diferencia en los resultados se puede asociar con mayor claridad al factor masculino. Y eso permite seguir investigando con mayor precisión.

¿Y ahora qué?

El estudio no busca cambiar la narrativa a base de cargar responsabilidades en la otra mitad del binomio, sino abrir el foco. A día de hoy, muchos hombres siguen pensando que su fertilidad es estable y prácticamente ilimitada en el tiempo. Pero la evidencia científica apunta en otra dirección. No hay un ‘reloj’ igual para todos, pero sí un cuerpo que envejece. También el suyo.

Reescribir el relato de la fertilidad no significa sustituir un peso por otro, sino repartirlo con honestidad. Comprender que la edad no solo cuenta para ellas, sino también —aunque se hable menos— para ellos. Porque si la medicina quiere ser precisa, tiene que mirar toda la fotografía. No solo la mitad del encuadre.