Hugh Grant, de galán guaperas al gruñón oficial de Hollywood: si hay un Grinch quejica en este mundo, es él

Villancicos, turrones, luces navideñas, los Reyes Magos, Santa Claus y… el Grinch. Entre los clásicos de la Navidad la figura más antinavideña ha pasado a ser, en un giro inesperado, una de las más vinculadas con la que para muchos es la etapa más feliz del año y para otros, la más desagradable. Hugh Grant se ha convertido en un particular Grinch hollywoodiense. De hecho, borda como nadie a ese vecino quejica, gruñón y siempre de malas pulgas. Nadie refunfuña como él. Ser complaciente no entra en sus planes y la gente aplaude la forma en la que el actor se niega a forzar la sonrisa. Encarna a ese cascarrabias que todos tenemos cerca y al que queremos a pesar de su mal humor. Es un Grinch estilo WeLife. 

Lo curioso es que pese a ser uno de los protagonistas de una de las películas que quienes aman la Navidad ven año tras año, Love Actually, él no celebra estas la llegada de estas fechas. «En estos últimos años, he llevado a mi padre a un país musulmán para escapar por completo de estas celebraciones. Ambos odiamos la Navidad», aseguró a Mirror en 2009. Dos décadas después, Hugh Grant sigue siendo un quejica a tiempo completo. 

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Cría fama y… ¡aliméntala!

Después de dirigirlo en Unfrosted, Jerry Seinfeld le dijo a Jimmy Fallon en The Tonight Show que Grant es ciertamente insoportable. «Tuvimos muchas peleas. Es un rollo trabajar con él. Es horrible», dijo entre risas. Pero bien sabemos que todo chiste esconde una verdad. El propio Hugh Grant explicaba a Variety que cree que sus comentarios son sacados de contexto para alcanzar la viralidad. «Por eso odio Internet», dijo marcándose, sin querer (¿o queriendo?) otro momento gruñón.

Porque el británico odia Internet y cómo no, los móviles. «Odio mi teléfono. Por primera vez en mucho tiempo, pasé 14 horas maravillosas en el trabajo sin él. Fue como volver a 1994. Entre escenas, estudiaba mis diálogos, leía un libro o hablaba con gente. Fue realmente agradable. Los teléfonos son terribles. Son tóxicos. Creo que nos están matando», dijo a Radio Times cuando estaba promocionando la serie de The Undoing.

En la gira de prensa de Wonka, donde interpreta a un Oompa Loompa, todo el elenco aseguró habérselo pasado en grande durante la grabación de la película. Todos menos… Lo has adivinado. «Cuando me preguntaron, dije: ‘La odié’. Lo hice para dar un toque cómico, pero ha quedado así», dijo a Variety.

Cuando todo es odioso

En una entrevista con Absolute Radio, el actor reconoció ser «un completo fastidio. Es lo único que hago. Voy por la calle fastidiando. No me gusta la gente que camina despacio. No me gusta la gente con mochilas. No me gusta la gente que lleva la por delante», dijo. «Tampoco me gustan las botellas de agua. ¿A qué viene todo eso de las botellas de agua? ¿Por qué mis hijos tienen que ir al colegio con una botella de agua? Tienen que llevar esas botellas de agua por todo Londres. ¿Qué tiene de malo una fuente de agua?», preguntó.

Cuando acudió al programa de Drew Barrymore, no dudó en comportarse como el Grinch 3.0 que es. Cuando le preguntó si tenía un diario en el que apuntar las cosas por las que está agradecido, no titubeó: «No seas ridícula. Tengo una lista de cosas que odio, ¿eso cuenta», preguntaba el actor a Barrymore. 

De galán a gruñón

Pero el periodista Stuart Heritage celebra en The Guardian que el actor disfrute siendo ciertamente incómodo. «Lo que debería llamar nuestra atención es que a Hugh Grant ya no le importa nada. Ha renunciado a mantener la imagen de galán guapo de los 90 y, en cambio, ha optado por dejarnos maravillar con las extrañas grietas de su mente. Por fin se ha despojado de su piel y su verdadera imagen se ha revelado. Esto merece ser celebrado», asegura.

Lo define como el actor gruñón, hosco y socialmente torpe que siempre ha anhelado ser. «¿Quién sabe qué le depara el futuro a este personaje extraño, torpe y contraproducente ahora que existe en el mundo? Ojalá esto sea solo el comienzo”, sentencia. Y lo cierto es que en tiempos de sonrisas forzadas, ser un poco Grinch nunca está de más.