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NO TE PIERDAS La obsesión por estar perfectas nos vuelve más vulnerables a los bulos en nutrición

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Mujer posando con un look minimalista, evocando los cánones estéticos que influyen en la relación femenina con la alimentación

La presión empieza aquí, en los cuerpos que se exhiben como norma. Luego llegan los mensajes healthy que prometen encajar en ellos. Foto: Pexels

Cuando la presión estética se disfraza de salud

La obsesión por estar perfectas y delgadas: por qué las mujeres son más vulnerables a los bulos en nutrición

Las mujeres perfectas tienen cuerpos perfectos y llevan una dieta ideal. La obsesión por los cuerpos perfectos y lo healthy se ceba con especial afán en las mujeres.

Por Verónica Fernández

21 DE DICIEMBRE DE 2025 / 08:00

¿Estamos las mujeres más obsesionadas con lo que comemos? ¿Somos las primeras en caer en lo light, lo dietético, lo healthy… aunque a veces huela a engaño desde lejos? ¿Caen las mujeres más en los bulos y la desinformación en nutrición? Para la dietista-nutricionista y enfermera valenciana, Xusa Sanz, la respuesta es clara: «Las mujeres tenemos una presión social mayor en torno a nuestro cuerpo, el peso y la salud que los hombres. Eso, inevitablemente, aumenta la exposición a mensajes nutricionales simplificados o directamente no basados en evidencia». 

Entender un cuerpo en constante cambio

Para María Muñoz Yuste, dietista-nutricionista, las mujeres «estamos especialmente expuestas a información y presiones sobre la alimentación y el cuerpo. Vivimos en constante revolución corporal: ciclo menstrual, embarazo, postparto, menopausia… Son etapas llenas de transformación, y es natural querer comprenderlas y acompañarlas con una alimentación que nos haga sentir bien», afirma. 

El problema surge cuando esos cambios desafían a los cánones estéticos imperantes, concebidos para mujeres ideales con cuerpos juveniles. Si algo sorprendía de Sienna Miller y su embarazo, no fue el vestido transparente. Fue su declaración de intenciones mostrando un cuerpo cambiante, con curvas y rutilantemente femenino. La aceptación de una anatomía no normativa, pero real. 

La mujer, en la cocina

Sanz añade otro factor clave: «Las mujeres hemos sido, históricamente, las principales responsables de la compra y la preparación de alimentos en muchas sociedades. Esto nos convierte en un público objetivo para la industria dietética y para mensajes healthy que no siempre son rigurosos». Los bulos y la desinformación calan con más facilidad entre las mujeres que buscan desesperadamente encajar en los arquetipos sociales. 

Apunta que no es casual que las mujeres consuman más contenido de nutrición y bienestar, especialmente en redes, donde conviven la mejor evidencia y los bulos más creativos.

Las mujeres, olvidadas por la ciencia

Por si fuera poco, «la brecha de género en investigación biomédica ha dejado agujeros en el conocimiento sobre salud femenina. Donde hay vacío científico, proliferan los mitos». La mayor parte de estudios de laboratorio sobre gasto calórico, ingesta de proteínas u otros macronutrientes se han hecho con varones, blancos y sanos. Hasta hace poco nadie se planteaba incluir a mujeres en menopausia o en postparto. Pero también existen y buscan respuestas para mejorar su proporción corporal. 

Aun así, Muñoz Yuste destaca un cambio positivo que ha comprobado en consulta. «Cada vez más mujeres se acercan a la nutrición desde el bienestar, la claridad y el autocuidado, no desde la obsesión. Hay más interés en vivir cada etapa de forma consciente y construir hábitos que realmente acompañen al cuerpo”.

Un cuerpo más vigilado, juzgado y comentado

La mayor vigilancia alimentaria que viven muchas mujeres no es una casualidad, ni un rasgo de personalidad femenina, ni una supuesta preocupación natural por la salud. Es un producto cultural. «No surge de manera espontánea», subraya Sanz. «Las mujeres siguen con más frecuencia dietas restrictivas y conductas orientadas al control del peso. Y eso es el resultado de un contexto donde el cuerpo femenino ha sido históricamente más vigilado, juzgado y, por supuesto, comentado».

Y ese escrutinio empieza antes de que sepamos qué significa la palabra dieta. Desde pequeñas, las niñas escuchan más comentarios sobre su cuerpo, su peso y lo que deberían comer. Años de mensajes repetidos construyen presión, culpa y un vínculo con la comida que llega condicionado a la adolescencia. Mientras tanto, los medios y la industria dietética han reforzado durante décadas un único relato: las mujeres deben controlar qué comen, cuánto pesan y cómo lucen. «Siempre hemos estado expuestas a expectativas estéticas: estar delgadas, perfectas, rindiendo sin parar. El marketing lo sabe y nos percibe como el público ideal para vender dietas, suplementos o promesas rápidas”, añade María Muñoz Yuste. 

Cuando la presión social se percibe como autocuidado

Y el mercado insiste. Sanz lo explica sin rodeos: «Algunos estudios reflejan que las mujeres compran con mayor frecuencia productos etiquetados como light, bajo en calorías o ‘saludables». No es casual: la industria dirige esos productos precisamente hacia ellas, reforzando la idea de que deben mantener un control constante sobre su cuerpo.

El último peldaño es la cultura de lo healthy que triunfa en Instagram. «Las mujeres hemos sido más receptivas a lo light, lo dietético o lo healthy, y también más vulnerables a la suplementación, un fenómeno amplificado por las redes». Si durante décadas la publicidad nos ha dicho que debemos perseguir un cuerpo ideal, no sorprende que tantas mujeres hayan interiorizado esa presión como si fuese autocuidado.

¿Marketing o ciencia?

Los productos light no son la panacea. Son solo un parche para autoengañarnos y seguir comiendo igual de mal. Sanz lo resume así: «El etiquetado light solo indica una reducción de calorías respecto al producto original. No quiere decir que sea más saludable». Y añade otro detalle: «El término healthy ni siquiera tiene una definición legal clara en muchos países». Esto deja vía libre para que un yogur o una barrita se vistan con un halo de salud que no les corresponde. «Los productos con alegaciones saludables no necesariamente tienen mejor perfil nutricional», recuerda Sanz.

Muñoz Yuste va más allá. «Muchos productos light, dietéticos o healthy esconden bulos. Por ejemplo, yogures ricos en proteínas cargados de edulcorantes o los famosos ‘quemagrasas’ que prometen resultados sin base científica. Aunque parecen saludables, a menudo contienen edulcorantes artificiales o aditivos que no convienen que se consuman habitualmente». 

Ambas coinciden en que la clave está en la educación nutricional: saber interpretar etiquetas, distinguir marketing de evidencia, elegir desde la información y no desde el miedo. Una vuelta a lo real, lo fresco, lo de temporada, lo mínimamente procesado

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