NO TE PIERDAS Prometen energía, músculo y juventud eterna. Pero las dietas hiperproteicas no son tan inocentes. ¿Cuándo dejan de ayudar y empiezan a estorbar?

Lo que para una persona funciona, a otra le puede dejar con gases, ojeras y mal humor. Las dietas hiperproteicas pueden ser útiles, sí, pero si no se personalizan ni se acompañan de ejercicio y buenos hábitos, pueden tener más riesgos que beneficios. Foto: JJ Jordan / Pexels

Modas con truco

Natalia Gennaro, experta en longevidad, sobre por qué las dietas hiperproteicas tienen fecha de caducidad

Prometen energía y músculo. Pero las dietas hiperproteicas no son tan inocentes. ¿Cuándo dejan de ayudar y empiezan a estorbar?

Por Eva Carnero

24 DE AGOSTO DE 2025 / 08:00

La dieta hiperproteica está por todas partes. Enarbola que ayuda a perder peso, ganar músculo o sentirte con más energía… al menos durante un tiempo. Pero también tiene su cara B, esa que no suele salir en Instagram.

La doctora Natalia Gennaro, ginecóloga experta en antiaging y salud femenina, lo resume así: «Cada tipo de dieta constituye una herramienta que puede ser válida, según la indicación clínica que lo avale». Es decir: no todo vale para todos, ni para siempre.

Centrémonos en las dietas que priorizan los alimentos ricos en proteínas. Según la experta, este patrón alimentario «puede ser útil para algunas personas durante breves períodos de tiempo, pero en exceso puede resultar perjudicial”. El típico “ni tanto, ni tan poco».

Gennaro defiende la personalización por encima de todo. «Hay que adentrarse en qué tipo de nutrición funciona exactamente para mí en este momento… y por qué». Que lo que le funciona a tu primo el del gimnasio no necesariamente es lo mejor para ti, vaya.

Y si el objetivo es ralentizar el envejecimiento, aún con más motivo para hilar fino. Según la especialista, en este contexto, «la máxima a seguir en cuanto a nutrición es la antiinflamación y la antioxidación». Suena técnico, pero es básicamente lo contrario de estar hinchada como un globo y oxidada como una bici vieja.

Porque sí, una dieta hiperproteica puede alterar el equilibrio intestinal, fomentar bacterias proteolíticas y elevar la acidez del pH metabólico. ¿Traducción? Puede derivar en inflamación del intestino, la piel, el hígado, los riñones… y dejar el cuerpo en modo «modo guerra bioquímica».

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No todas las dietas hiperproteicas son iguales. Las hay que combinan distintos tipos de proteína y otras que se centran en una sola fuente. El problema, explica Gennaro, es que «pueden generar un exceso de algunos aminoácidos específicos que compiten con sustancias naturales y alteran procesos como la síntesis de neurotransmisores». Vamos, que no solo se juega con los músculos, sino también con el ánimo.

Un ejemplo concreto: el exceso de leucina, que puede competir con el triptófano (precursor de la serotonina), disminuir su secreción y acabar alterando el estado de ánimo. Traducción no científica: más músculo, pero peor humor.

Por otro lado, hay que tener cuidado con un viejito conocido del metabolismo llamado mTOR. Este sensor celular se activa con el exceso de proteínas y carbohidratos, y cuando se desmadra, se frena la regeneración celular y se acelera el envejecimiento. Algo así como pisar el acelerador de la vejez con las mejores intenciones.

¿Es mejor la proteína vegetal o la animal? La ciencia todavía no se pone de acuerdo. Lo que sí parece claro es que una dieta rica en vegetales, bien planteada, puede ayudar a mantener una buena salud muscular y menos grasa corporal. El truco está en el «bien planteada». Nos tememos que no vale solo con tofu y buena voluntad.

Gennaro apunta que hay estudios realizados con dietas hiperproteicas tanto animales como vegetales (éstas últimas, con suplementación) en los que las personas con dietas ricas en proteínas vegetales mostraban menor índice de masa grasa y buena adaptación muscular. Es decir, que los músculos no distinguen tanto si la proteína viene de una vaca o de un garbanzo, mientras esté bien planificada.

Pero también advierte: «Las dietas veganas mal planificadas (que en general es lo habitual) tienen deficiencias de omega 3, zinc, yodo, hierro, calcio, vitamina D y B12». Vamos, que si decides ir por ahí, toca hacerse amiga del nutricionista… y del herbolario.

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Una dieta alta en proteínas tiene mucho más sentido si se acompaña de ejercicio físico. El movimiento ayuda a que los aminoácidos vayan donde deben —los músculos— en lugar de sobrecargar al hígado o a los riñones, que bastante tienen ya.

«El ejercicio físico deriva los aminoácidos hacia los músculos, disminuyendo la carga hepática y protegiendo al hígado», explica Gennaro. Además, mantener la masa muscular es una de las mejores estrategias para envejecer con calidad. Lo dijo Harvard. Y también tu entrenador personal, aunque tú solo querías estiramientos.

No hay soluciones universales. Lo que para una persona funciona, a otra le puede dejar con gases, ojeras y mal humor. Las dietas hiperproteicas pueden ser útiles, sí, pero si no se personalizan ni se acompañan de ejercicio y buenos hábitos, pueden tener más riesgos que beneficios. O, como quien dice, tanto nadar para acabar con ácido úrico.

Como casi todo en la vida (y en la nevera), la clave está en el equilibrio. Y en escuchar al cuerpo. Aunque a veces lo que pida sea pizza.