
El consumo de alcohol se asocia a fiesta y diversión. FOTO: fotograma de Revolutionary Road.
CUERPO
«No tengo resaca porque bebí agua”: uno de los autoengaños que normalizan el alcohol
El alcohol sigue teniendo buena prensa. Por eso nos agarramos a mitos y excusas que lo normalizan, aunque sus efectos sean todo menos inofensivos.
Por María Corisco
16 DE JULIO DE 2025 / 14:02
En nuestra cultura, el alcohol no es solo una bebida: es parte del paisaje social. Lo asocias con celebraciones, con brindar en una boda, con una cena con amigos o con desconectar después de un día largo. Beber forma parte del ocio y de muchos rituales cotidianos, y no lo ves como una droga, al menos no como esas que consideras peligrosas o prohibidas.
Está normalizado, tolerado, incluso bien visto… siempre que no te pases. Solo cuando aparece el botellón, una conducta imprudente o alguien se pone al volante tras beber, se encienden las alarmas. Por lo demás, buscas trucos para que el alcohol no te siente mal, consejos para evitar la resaca y, en definitiva, formas de seguir disfrutando sin consecuencias. Pero, ¿alguna vez te has preguntado por qué esa tolerancia tan amplia? ¿O si deberías mirar tu relación con el alcohol desde otro ángulo?
Cómo el consumo de alcohol se normaliza a través de mitos y autoengaños sociales
En estudios sobre el alcohol y su papel en la sociedad, se suele hablar de wet cultures (culturas húmedas) y dry cultures (culturas secas). Las wet cultures son aquellas en las que el alcohol forma parte de la vida cotidiana. Se bebe con frecuencia, sobre todo en contextos sociales o familiares, y desde edades tempranas se ve como algo normal. Es el caso de países como España, Francia o Italia. Las dry cultures, en cambio, son sociedades donde no es algo tan aceptado públicamente. El consumo puede estar más asociado a ocasiones especiales o a contextos más privados, y a menudo hay más normas o restricciones sociales. Es así, por ejemplo, Estados Unidos o los países escandinavos. O en las nuevas generaciones, que tienen curiosidad por el no beber.
Este concepto es clave para entender por qué el consumo de alcohol puede parecer tan normal en algunos sitios y tan problemático en otros. Como apunta la psiquiatra Alicia Rodríguez-Martos, experta en drogodependencias y autora del trabajo ¿Por qué es tan difícil legislar sobre alcohol en España?, «el hábito de la sociedad mediterránea de consumo de alcohol habitual durante las comidas y las celebraciones hace que se minimice la importancia y los efectos del consumo de alcohol». O sea, que el contexto social hace mucho. Demasiado.


La cara oculta del «saber beber bien»
En España, a muchos jóvenes no se les dice que no beban, sino que aprendan a hacerlo «bien». Desde muy pronto, reciben consejos como no mezclar distintos tipos de alcohol, evitar beber con el estómago vacío, elegir bebidas de calidad para no caer en el temido garrafón o alternar las copas con vasos de agua. El mensaje implícito no es la abstinencia, sino la moderación inteligente, casi como un ritual de paso a la vida adulta.
Así, Rodríguez-Martos señala que: «El vino forma parte de la cultura mediterránea. Beber alcohol es parte de nuestra vida social y sus consecuencias adversas a menudo se han minimizado, culpando más bien al individuo que no sabe beber que al agente causante del daño».
La actitud de concentrar toda la culpa en el individuo, exonerando al alcohol, goza de muchos adeptos, asegura Rodríguez-Martos: «El secreto está en saber beber de forma responsable. El discurso del individuo ‘responsable’ ha cautivado al gran público, porque no hay que hacer nada. De entrada, nadie se da por aludido, ya que la mayoría de los bebedores consideran que ‘controlan’ y, para los políticos, pasarle la responsabilidad al individuo es la mejor forma de evitar meterse en camisa de once varas». Un clásico: la responsabilidad parece solo cuestión personal, cuando en realidad es un asunto social y de salud pública.
El alcohol no relaja, aunque creas que sí
Uno de los mitos más arraigados en nuestra cultura es que el alcohol ayuda a relajarse cuando estás estresado. Parece que esa copa después del trabajo es la recompensa justa, el alivio merecido. Pero el cerebro no lo ve así.
Beatriz Larrea, coach de bienestar y autora de El cerebro atómico (Ed. La Esfera de los Libros), recuerda que «el estrés está asociado con una mayor acumulación de proteína beta-amiloide y el alcohol no te permite entrar en las fases profundas del sueño, apagando el interruptor del sistema glinfático. Se trata de una combinación muy mala que ensucia tu casa. Así que ese mal hábito de beberte una botella de vino para relajarte después de un día estresante tiene efectos nocivos para tu cerebro».
En este mismo sentido, la doctora Beatriz Crespo, autora de Microhábitos Saludables (Ed. Penguin Random House), apunta que «asociar una copa de vino o una cerveza al final del día con un momento de descanso y relax es negativo para nuestra salud, un hábito que se puede convertir en un problema con el alcohol si se repite diariamente y en una adicción si nos sentimos incapaces de prescindir de ese refuerzo para conseguir relajarnos».
Por qué “un poco” sí puede ser demasiado
Los daños que provoca el abuso del alcohol son bien conocidos. Pero cuidado. Como señala Beatriz Crespo «seguro que pensarás: ‘Bueno, yo no bebo tanto’. Pues no tan rápido, porque incluso el consumo moderado de alcohol, de una o dos copas al día, está asociado con una mayor atrofia y daño cerebral en el 90 % de las regiones del cerebro, y, como ya sabemos, el envejecimiento está también asociado con esa pérdida de masa encefálica. Si a eso le añades el consumo de alcohol, los efectos se complementan y fortalecen. Es todo un supervillano que convierte tu cerebro en una nuez seca y oxidada».
Si a esto le sumamos el envejecimiento natural, el impacto es aún mayor. No se trata de demonizar la copa, sino de no subestimar lo que ese “poco” puede hacer con tu salud cerebral a largo plazo.
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