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Perdonar es quitarse un peso de encima. Cuesta, pero merece la pena. FOTO: Sasha Kim/Pexels.

Deja de cargar con el rencor

Perdonar no es capitular ni olvidar, pero sí una excelente terapia antiestrés

A nadie le gusta que le hagan daño. Pero mantener el rencor de por vida no ayuda al bienestar emocional. En cambio, perdonar tiene beneficios en la salud

Por Paka Díaz

21 DE NOVIEMBRE DE 2025 / 07:30

Perdonar cuesta. Y olvidar, aún más. Sin embargo, es lo mejor que puedes hacer por tu bienestar. Perdonar no es olvidar, sino dejar de cargar la maleta del pasado. Aunque suene poético, tiene una base científica muy real. Porque perdonar tiene beneficios reales sobre nuestro bienestar físico y emocional. Así lo resume la psicóloga Ana Belén Medialdea, «aprender a perdonar es lo mejor que podrías hacer hoy, por mucho que te cueste».

En el libro La luz que hay en ti. Una guía para afrontar la adversidad, sanar y recuperar tu fuerza interior, Medialdea señala que perdonar nos hace sentir mejor porque es como soltar un lastre que contamina y oscurece a nuestra felicidad. «Perdonar es inteligencia emocional avanzada. Es elegir la paz en un mundo adicto al drama. Y lo mejor de todo es que, cuando sueltas, no solo sanas tú: también sanas tu historia», prosigue.

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Entre los beneficios de perdonar destaca que al reducir el estrés y la ansiedad, mejorado la autoestima y la calidad de vida en general. Físicamente, puede disminuir la presión arterial, fortalecer el sistema inmunitario y mejorar la salud del corazón, liberando al cuerpo de los efectos del cortisol asociado al rencor.

Además, fortalece las relaciones al liberar sentimientos de hostilidad. Mejora la comunicación y el crecimiento mutuo.

Zanjar una afrenta con el perdón no implicar aprobar lo que la otra persona ha hecho. No perdonar, en cambio, nos vincula eternamente al dolor de la afrenta. Y mientras los otros descansan plácidamente, uno se queda rumiando en bucle. «El rencor es una emoción que se instala como un huésped molesto: no paga alquiler y consume toda tu energía. Perdonar no significa justificar, olvidar ni reconciliarte. Significa liberarte del peso de una emoción que ya no aporta nada positivo», añade  Ana Belén Medialdea.

La ciencia lo avala: perdonar reduce el estrés y toda la sintomatología asociada a un exceso de cortisol. «El cuerpo no distingue entre un enemigo real y uno imaginario», explica Medialdea. Y añade que «si tu mente revive constantemente una herida del pasado, el cuerpo reacciona como si estuviera ocurriendo de nuevo».

Cando perdonamos, el cuerpo también respira. «Es, literalmente, una desintoxicación emocional».

Perdonar es fácil, cuando no te han hecho daño de forma directa. Pero cuando el golpe viene de alguien cercano, el proceso se complica. «Lo que más duele no es el hecho en sí, sino la ruptura de las expectativas», aclara la psicóloga. «Creías que podías confiar, y de pronto, no. El cerebro interpreta esa traición como una amenaza y activa todos los mecanismos de defensa».

Estudios en neurociencia muestran que el rencor activa las mismas zonas cerebrales asociadas al dolor físico. Y mantenerlo vivo produce una especie de adicción emocional: el resentimiento da una falsa sensación de control. «Creemos que aferrarnos al dolor nos protege de repetirlo, pero en realidad solo lo prolongamos», añade Medialdea.

El proceso de perdonar ni es rápido ni lineal. Como advierte la experta, «perdonar no es apretar un botón. Es un proceso con curvas, pasos atrás y momentos de rabia». Medialdea lo resume en tres etapas. La primera pasa por reconocer la herida, sobre todo ante ti mismo. «No puedes sanar lo que niegas. Hay que nombrar el dolor y validarlo. Perdonar no empieza en el otro, empieza en ti», explica.

Luego toca liberar la emoción. Para ello, sugiere escribir, hablar, llorar, hacer terapia o practicar técnicas de liberación emocional. «Si no sueltas, el cuerpo acumula», advierte.

Por último llega la sanación, que va de la mano de tomar la decisión de avanzar, en la vida y en la relación. «El perdón es una decisión consciente: eliges no seguir alimentando el resentimiento. Y eso no se hace una vez, sino todas las veces que el recuerdo vuelva», aclara. Para lograrlo, propone un ejercicio sencillo: escribir una carta que nunca se enviará. «No se trata de reconciliarse, sino de vaciar lo que duele. Cuando las palabras salen del cuerpo, el cuerpo deja de necesitarlas», explica.

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Lo primero que deja claro la psicóloga es que olvidar no siempre es posible, ni necesario. «El perdón no borra la memoria, pero cambia su significado», comenta. Lo importante es dejar de mirar la historia desde la herida para verla a desde el aprendizaje. «Es madurez emocional, pasar de víctima a protagonista de tu propia narrativa», señala.

En ese sentido, recalca que perdonar es también un acto de autoestima. «El perdón no se da porque el otro lo merezca, sino porque tú mereces paz. Quedarse en el rencor es como beber veneno esperando que el otro enferme», apunta.

Para ponerse a ello, Medialdea propone un pequeño ritual de inicio. Respira y observa lo que aún te duele, sin juzgar. Formula una intención clara, como decirte, elijo soltar esto poco a poco. Luego agradece lo aprendido porque «cada experiencia dolorosa te enseña algo sobre tus límites y tu valor», dice la terapeuta. Y concluye: perdonar no te hace débil, te hace libre. «Y si hoy no puedes hacerlo, no pasa nada. Empieza por querer querer perdonar. A veces, eso ya abre una grieta por donde entra la luz».

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