NO TE PIERDAS La obsesión por tener una piel perfecta

¿Te está contando un secreto o una mentirijilla? FOTO: Freepik.

Vamos a contar mentiras, tralará

Todos mienten, incluso tú: guía práctica para sobrevivir entre farsantes

Dentro de cada uno de nosotros vive un pequeño embustero. Thomas Erikson, autor de 'Rodeados de mentirosos' nos enseña a reconocerlos, a sobrevivir a ellos… y a reírte un poco de ti misma en el proceso

Por María Corisco

7 DE OCTUBRE DE 2025 / 07:30

Ya lo decía el doctor House: todo el mundo miente. Y no se trata solo del colega que infla su currículum o del jefe que promete un ascenso que nunca llega: tú también lo haces. El “me encantó la cena” cuando la lasaña estaba para olvidar no deja de ser una sarta de mentiras de guante blanco. Tal vez piadosas, pero falsas como un euro de cartón. El “te llamo y nos tomamos un café” cuando te da una enorme pereza volver a ver a esa persona. Incluso el “estoy bien” que respondes por inercia, aunque estés a dos pasos del colapso. Mentir es como respirar: se hace sin pensar.

A eso se suma un ambiente propicio: con redes sociales, fake news y titulares diseñados para manipular, el engaño se ha convertido en deporte olímpico. Y, si quieres jugar en este campo minado, más te vale aprender a detectar trampas. Esa es la idea que transmite Thomas Erikson, experto en comportamiento humano y autor del famoso ‘Rodeados de idiotas’, quien se adentra ahora en el terreno del embuste y publica ‘Rodeados de mentirosos’ (Ed. Planeta). Bajo la premisa de “todo el mundo miente”, te da claves para detectar los engaños y te propone un pacto con la honestidad (aunque no sea el camino fácil).

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Spoiler: casi nunca por maldad pura. Las razones son más pedestres:

  • Para protegerte: evitar broncas, castigos o quedar mal.
  • Para proteger a otros: las famosas mentiras piadosas.
  • Para sacar ventaja: desde un ascenso hasta ligar en Tinder.
  • Por costumbre: hay personas que mienten porque sí, porque ya es parte de su manera de funcionar.

En definitiva, la mentira es casi tan automática como bostezar. Pero ojo, no todas tienen el mismo peso: hay falsedades inocuas, que incluso te sientan bien, y otras que te pueden hundir la vida. ¿La conclusión? “Mentimos porque nos funciona. Y, mientras siga sirviendo para sobrevivir socialmente, seguiremos haciéndolo”.

Erikson explica cómo crear una mentira creíble, pero lo hace con una idea en mente: para que aprendas a reconocerlas cuando te las cuelen. Porque, señala, “los farsantes suelen seguir un guion bastante previsible”.

  1. Encuentra el motivo. Nadie miente “porque sí”. Siempre hay un porqué: evitar bronca, quedar bien, sacar beneficio. Si detectas el motivo, ya tienes media mentira desmontada. Ejemplo: el colega que siempre “llega tarde porque había tráfico”. Traducción: salió de casa cuando ya sabía que iba a llegar tarde.
  2. Que suene a verdad. La mentira perfecta tiene base real. “Me quedé dormido porque estaba agotado” suena mucho más plausible que “me abdujeron los aliens”. Si todo encaja demasiado bien, sospecha: probablemente el otro está usando una verdad parcial para disfrazar la trampa.
  3. Detalles… pero los justos. Demasiados adornos huelen a invento. Demasiada vaguedad, a ocultación. El truco del farsante es meter el número exacto de detalles para sonar convincente sin pillarse los dedos. Fíjate: ¿repiten una y otra vez la misma coletilla? ¿Se aferran a una cifra rara como “fueron exactamente 17 minutos”? Bingo.
  4. Consistencia. Una mentira mal armada se desmorona a la tercera vez que la cuentas. El que miente de verdad (valga la contradicción) repite palabra por palabra como si fuera un guion aprendido. Si notas esa rigidez, no te fíes. La verdad suele ser más caótica.
  5. Anticipar preguntas. El buen embustero ya ha ensayado respuestas a lo que cree que le vas a preguntar. Pero siempre hay una carta trampa: la pregunta inesperada. “Vale, ¿y qué llevabas puesto?” Si ves que duda, balbucea o se va por las ramas… algo oculta.
  6. El cuerpo también habla. Contacto visual demasiado intenso (como forzado), manos escondidas, microgestos nerviosos… Los farsantes profesionales lo saben y entrenan para disimularlo, pero la mayoría se delata en un tic mínimo. Aprender a leer lenguaje corporal es como tener un detector de mentiras portátil.
  7. Refuerza, refuerza, refuerza. Las grandes mentiras se repiten después para consolidarlas. El que miente suele meter recordatorios sutiles en conversaciones posteriores. “Sí, porque aquel día que me quedé dormido, ¿te acuerdas?” Si lo saca más veces de las necesarias, huele a teatro.
  8. Plan B si te pillan. Todo buen mentiroso tiene salida de emergencia: culpar a otro, cambiar de tema o hacer una broma. Si notas que alguien gira la conversación bruscamente tras una incoherencia, sospecha.

Conocer estos pasos no te convierte en policía, pero sí en alguien menos ingenuo. Y, de paso, te ayuda a vigilar tus propias mentiras: si te reconoces en alguno de ellos, igual es hora de replanteártelo.

OTROS TEMAS WELIFE

La clave no es vivir paranoico ni ir por ahí con la lupa de Sherlock Holmes en busca de mentiras hasta debajo de las piedras. Erikson recomienda la estrategia del periodista simpático: escuchar más que hablar, hacer preguntas curiosas y mantener un tono empático. El poli malo asusta; el periodista agradable consigue que la gente se abra.

Y, sobre todo, aplica la regla de oro: piensa dos veces antes de compartir. La mentira está industrializada en forma de fake news, titulares tramposos y bulos de WhatsApp. La vacuna es simple: contraste, pensamiento crítico y un sano escepticismo.