El miedo a las consecuencias de mentir puede llevar consigo una necesidad patológica de decir la verdad. FOTO: Fotograma de Pinocho.
MENTE
Síndrome de veracidad compulsiva: por qué mentir de vez en cuando es bueno para tu salud mental
La obsesión por decir siempre la verdad puede llevar a que te vean como un bicho raro, sin empatía, habilidades sociales o capacidad de adaptarte a un contexto en el que una mentira piadosa puede ser útil
Por María Corisco
06 DE DICIEMBRE DE 2024 / 07:40
“Lo siento, pero soy testiga de Jehová y mi religión me prohíbe mentir. Yo sólo puedo decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. ¡Ya me gustaría a mi mentir, pero eso es lo malo de las testigas, que no podemos!”. Este mítico alegato en favor de la sinceridad, pronunciado por Chus Lampreave en Mujeres al borde de un ataque de nervios, refleja desde la comicidad la obsesión de algunas personas por decir siempre la verdad. Si en la película el personaje actuaba así por motivos religiosos, en otros casos se encuentra una incapacidad para mentir. Es el síndrome de veracidad compulsiva.
Se conoce así, aunque la psicóloga Esther Cantos matiza que “no se trata de un término médico ni con él se hace referencia a un trastorno concreto. En realidad, hace referencia a un comportamiento en el que la persona siente una necesidad incontrolable de decir siempre la verdad, sin tener en cuenta las consecuencias sociales o personales que esa sinceridad extrema pueda comportar”.
En ocasiones, esta forma de actuar está relacionada con ciertos trastornos obsesivos compulsivos (TOC), en el sentido de que “algunas personas experimentan una fuerte compulsión por ser siempre honestas, o confesar incluso detalles irrelevantes o insignificantes”. Esta compulsión, señala la experta, “está relacionada con la necesidad de certeza y el miedo a las consecuencias de mentir, lo que les lleva a ser excesivamente meticulosos con la verdad, incluso cuando no es socialmente apropiado o necesario”.
Además, puede estar vinculada a un tipo específico de obsesión, llamado escrupulosidad moral, «que implica una adherencia rígida a estándares morales extremadamente estrictos. Estas personas pueden sentir la necesidad de confesar errores menores, aunque no sean moralmente significativos, por temor a ser vistos como deshonestos o inmorales”. Y hay también personas para las que la mentira puede generar demasiada ansiedad o confusión; para ellos, la verdad es más sencilla, menos compleja de gestionar.
Por qué no hay siempre que decir la verdad
“Los niños necesitan reglas claras para aprender la diferencia entre el bien y el mal. Sin embargo, a medida que crecemos, la verdad se envuelve en matices, y hay momentos en los que una pequeña mentira piadosa, o la omisión de algunos hechos, pueden ser apropiados”, indica Ron Ashkenas, coautor del Manual del líder de Harvard Business Review y socio emérito de Schaffer Consulting. El problema, continúa, “es que todos tenemos diferentes estándares sobre cuándo, cómo y por qué matizamos la verdad. Esos tonos de gris divergentes terminan por causar falta de comunicación, ruptura de confianza y otros comportamientos disfuncionales”.
Pero la obsesión por no mentir nunca y decir siempre la verdad puede volverse disfuncional por varias razones, especialmente en el contexto social y emocional:
- Impacto en las relaciones interpersonales. Ser excesivamente honesto en todas las situaciones puede generar tensiones y conflictos en las relaciones. En muchas interacciones sociales, decir la verdad de manera directa o sin filtros puede herir los sentimientos de los demás, incluso cuando no es intencionado. Las normas sociales a menudo requieren cierto grado de diplomacia o tacto, algo que quienes tienen una obsesión por la verdad pueden no aplicar
- Rigidez moral. La rigidez de las personas obsesionadas con decir siempre la verdad puede hacerlas inflexibles, sin capacidad para adaptarse a contextos en los que las mentiras piadosas o la omisión de detalles son socialmente aceptadas. Este tipo de perfeccionismo moral puede ser percibido como intransigente o insensible.
- Ansiedad y escrupulosidad. Esta forma de TOC puede llevar a una preocupación excesiva por ser moralmente correcto. Quienes lo experimentan pueden sentirse obligadas a confesar todo o a asegurarse de que no están mintiendo en absoluto, lo que provoca una ansiedad constante y una carga emocional significativa.
- Dificultades en la comunicación efectiva. En la vida cotidiana, la comunicación efectiva requiere ajustar el mensaje según el contexto. La incapacidad para matizar o suavizar una verdad puede crear barreras en el diálogo constructivo y en la resolución de conflictos. Las verdades sin matices o dichas en momentos inadecuados pueden exacerbar tensiones o malentendidos.
- Aislamiento social. Quienes sienten la necesidad de ser brutalmente honestas en todo momento pueden verse aislados debido a la falta de reciprocidad emocional en sus interacciones. Las relaciones interpersonales dependen de un equilibrio entre la honestidad y la sensibilidad hacia los demás, y una incapacidad para navegar estos matices puede llevar a la soledad.
Por tanto, concluye la experta, “aunque la verdad es importante, la obsesión por la veracidad absoluta puede volverse disfuncional si no se equilibra con la empatía y la conciencia social, lo que puede originar conflictos interpersonales, estrés emocional y aislamiento”.
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