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Ser demasiado sincero puede traerte muchos problemas en tus relaciones./ Foto: Women's Secret.
Mente
Los impulsos de honestidad extrema pueden acabar en tragedia por sincericidio. Una experta nos enseña a evitarlo.
Por Paka Díaz
24 DE ENERO DE 2024 / 08:00
Apuntaba Óscar Wilder que un poco de sinceridad puede ser peligrosa, mientras que mucha es absolutamente fatal. A lo que se refería el gran autor irlandés es a que ser demasiado honesto puede traer consecuencias indeseadas. O sea, puede meter a quien le da el arranque de honestidad extrema en un lío. Ya sea porque le haga daño a los sentimientos de otras personas, como por generar un conflicto, lo cierto es que merece la pena pensárselo dos veces antes de ponerse en modo sincericidio. Hay que aprender a valorar qué no se debe decir, para evitar discusiones poco productivas.
La psicóloga experta en relaciones personales Laia Sabaté comienza por indicar una clave para evitar que el exceso de sinceridad acabe en tragedia. Lo primero es tener en cuenta siempre que “la sinceridad es buena cuando nos va a permitir construir algo y cuando va a permitir que nuestra relación sea más sana.”
Aunque desde la infancia se aprende a lo bueno que es decir la verdad, y, por consiguiente, lo malo que es mentir, realmente no siempre es así. Por eso, se utiliza el término sincericidio para referirse a decir la verdad sin límites, de manera descuidada y sin pensar en lo que siente o desea la persona con la que se habla.
“La verdad es muy subjetiva y creo que la sinceridad es otra cosa”, apunta Laia Sabaté, psicóloga general sanitaria y forense. Sabaté además dirige un centro online donde se trata sobre relaciones, crecimiento personal y trauma relacional. “Me encanta la psicología y crear contenido sobre aquellas cosas que nos pasan en nuestro día a día y que a veces no sabemos gestionar”, asegura. Como, por ejemplo, aprender a usar bien la sinceridad.
Lo primero que deja claro la experta en relaciones personales es que tenemos mucho margen de mejora, en general, en nuestras relaciones. Entre los problemas más frecuentes que ve en consulta están “los de comunicación, sobre todo, y también veo muchos casos en los que hay muchísima dificultad para encontrar el equilibrio entre sus diferencias”.
Mejorar esa comunicación no se trata de soltar todas nuestras verdades sobre la otra persona, como si fueran un saco de patatas del que uno desea desprenderse. “Decir la verdad y ser honestos, a mi parecer, tiene más que ver con ser sinceros con la otra persona en cuanto a nuestra relación y lo que sentimos”, señala Sabaté. Por eso, recalca que “no va de opiniones o de juicios. Tampoco va de decir siempre todo lo que pensamos a cada rato, ya que eso puede confundir mucho a la otra persona”.
La autora de Amor Vulnerable subraya que hay que tener en cuenta que “cuando confundimos ser sinceros con dar nuestra opinión, es cuando caemos en el sincericidio, donde empezamos a pensar que todo lo que decimos es lícito porque «es verdad». Y ahí es cuando saltan las alarmas y la otra persona puede sentirse dañada.
Según un estudio publicado en la revista Nature Neuroscience, cuando mentimos en nuestro cerebro se activa la amígdala. Esta estructura neuronal está conectada con el sistema límbico y con nuestras emociones, y es la encargada, entre otras cosas, de hacernos sentir algo culpables por no decir la verdad. Aunque, si mentimos con frecuencia, puede dejar de cumplir su función y hacer desaparecer la sensación de culpa, al generar tolerancia ante las mentiras. Se acabaron los remordimientos.
Por el contrario, cuando decimos la verdad, en el cerebro se activan zonas relacionadas con la flexibilidad cognitiva, la inhibición, el comportamiento social y la atención. Decir la verdad, además, nos ayuda a ser más empáticos. Eso se intensifica en el cerebro cada vez que surgen esos impulsos de honestidad que pueden acabar en tragedia por sincericidio.
“Creo que queremos evitar sentir culpa. Sentimos que si lo decimos todo, perderemos sensación de estar mintiendo o de estar siendo malas personas”, explica Sabaté. Recuerda que “la culpa a veces es muy compleja porque nos lleva a dejarle la carga a la otra persona. Si lo digo, ya no es cosa mía y ya me siento menos culpable”.
La experta cuenta que el sincericidio ocurre también en pareja. “Esto pasa mucho con las personas que tienen dudas obsesivas en sus relaciones, por ejemplo. Empiezan a decirle a su pareja cada vez que dudan lo que piensan y su pareja acaba harta de tanta confusión”, afirma. Para evitarlo, señala que “a veces hay que saber filtrar cuándo y cómo decimos las cosas y sobre todo hasta dónde”.
Además, da otras recomendaciones muy útiles para evitar el sincericidio. La segunda sería “conectar con cómo se puede sentir la otra persona”. Empatizar es imprescindible para darse cuenta del daño que se puede causar. Y para la tercera, Sabaté también anima a “conectar con la responsabilidad de que hay cosas que tenemos que gestionar nosotros o cargar nosotros con ellas”. O sea, en vez de lanzar las supuestas verdades a otra persona, empezar por asumirlas y gestionarlas uno mismo.
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