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Siempre listo para resolver los problemas de los demás. FOTO: fotograma de MacGyver.

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El síndrome de Human Giver: los riesgos de estar siempre ayudando a los demás

Eres multiusos, tu entorno lo sabe… Y se aprovecha. Si estás constantemente ayudando a los demás en todo tipo de gestiones, puede que tengas el síndrome Human Giver

Por María Corisco

11 DE OCTUBRE DE 2024 / 14:50

Allá por los 80, MacGyver era una auténtica celebridad. Este personaje televisivo valía para todo y tenía mil soluciones ingeniosas para salir airoso de cualquier embrollo. Obviando las diferencias y los contextos, puede que tú también tengas esa habilidad para encontrar la forma de gestionar problemas, solventar contratiempos y encontrar el modo de multiplicarte para poder ayudar a los demás. Y que dicha habilidad termine jugando en tu contra: es el síndrome Human Giver.

No se trata, evidentemente, de un síndrome clínico como tal, pero sí sirve para definir a personas que, al igual que el personaje, tienden a resolver problemas de manera creativa, ingeniosa y con pocos recursos. “El término surge como una adaptación del personaje y con él se describe a personas que asumen constantemente el rol de solucionadores de problemas -explica la psicóloga Esther Cantos-. Con ello, los demás los ven como MacGivers de la vida real”.

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Aunque en principio pueda parecer una virtud, ser un Human Giver puede también implicar una carga o una sobrecarga personal, sobre todo cuando te ves obligado a ser siempre el que arregla los platos rotos aunque sea en detrimento de tu propio bienestar. Pese a que no es un concepto que se emplee en la psicología formal, “puede describir una situación similar a la codependencia o exceso de responsabilidad. El término síndrome se añade para indicar que esta tendencia a resolver problemas puede convertirse en un hábito compulsivo o una obligación que puede ser desgastante. Las personas que lo experimentan pueden sentir que siempre deben estar disponibles para ayudar a otros, lo que puede llevar al agotamiento emocional o físico”.

Los riesgos del Human Giver

Entre los riesgos psicológicos y emocionales de este síndrome se encuentran los siguientes:

  1. Burnout: es un estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por el estrés prolongado y la responsabilidad constante de resolver los problemas de los demás. Esto puede llevar a una disminución de la calidad de vida, con síntomas como fatiga crónica, insomnio, irritabilidad y un sentimiento de despersonalización o desconexión emocional.
  2. Descuido de uno mismo: enfocarse tanto en las necesidades de los demás puede llevarte a descuidar tus propias necesidades físicas, emocionales y psicológicas. Es posible que se manifieste en problemas de salud, falta de autocuidado y una disminución en la autoestima, ya que tu identidad puede volverse demasiado dependiente de tu rol como solucionador.
  3. Sobrecarga de responsabilidades: tomar continuamente la iniciativa para resolver problemas puede llevar a una sobrecarga de responsabilidades y provocar ansiedad e incapacidad de delegar tareas o pedir ayuda, lo que agrava aún más la presión que sienten.
  4. Dependencia de los demás: las personas a las que ayudas pueden volverse dependientes de ti, esperando que siempre resuelvas sus problemas. Esto puede crear dinámicas desequilibradas en las relaciones: tú te sientes atrapado en el rol de cuidador, y los demás no desarrollan la autonomía necesaria.
  5. Pérdida de identidad: si asocias tu valor personal únicamente con tu capacidad para resolver problemas y ayudar a los demás, puedes perder el sentido de tu propia identidad fuera de este rol. Ten cuidado, pues esto te puede llevar a una crisis, especialmente si en algún momento no puedes desempeñar este papel, y generar sentimientos de vacío o inutilidad.

Cómo romper con este síndrome

Salir de la situación descrita como síndrome Human Giver requiere un enfoque consciente para establecer límites, priorizar el autocuidado y reestructurar la forma en que te relacionas con los demás.

  • Establece límites: aprende a decir no de manera asertiva y sin culpa. Pon límites claros sobre lo que estás dispuesto a hacer por los demás y comunica esos límites de manera amable pero firme. Para ello, comienza a practicar en situaciones sencillas. Por ejemplo, si alguien te pide un favor que realmente no tienes tiempo o energía para hacer, responde con algo como: «Me encantaría ayudar, pero en este momento no puedo».
  • Prioriza el autocuidado: Dedica tiempo a actividades que te nutran y te hagan sentir bien, ya sea física, emocional o mentalmente. Esto puede incluir ejercicio, meditación, hobbies o, simplemente, tiempo de descanso. Puede ser útil agendar tiempo para ti en tu calendario, igual que lo harías con una cita importante, y cumple con ese compromiso como lo harías con cualquier otra responsabilidad.
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  • Delega y pide ayuda: es importante que aprendas a delegar tareas y a pedir ayuda cuando la necesites. No tienes que hacerlo todo por ti mismo, y pedir ayuda no es una señal de debilidad, sino de inteligencia emocional. Para practicar, identifica tareas que otros puedan hacer en tu lugar. Comienza a delegar responsabilidades en el trabajo o en casa, y observa cómo te libera tiempo y energía.
  • Reevalúa las relaciones: párate a pensar sobre las relaciones en tu vida para identificar si son equilibradas o si te sientes sobrecargado. Es importante que las relaciones sean recíprocas, donde ambas partes den y reciban. Habla con amigos, familiares o colegas con quienes sientas que la dinámica está desequilibrada.
  • Fortalece tu autoestima: otro ejercicio es trabajar en tu autoestima fuera del rol de cuidador o solucionador de problemas, reconociendo y valorando otras cualidades y logros personales. Puedes escribir una lista con aquellos aspectos positivos de tu vida que no están relacionados con ayudar a los demás, y leer esta lista cuando necesites un recordatorio de tu valor intrínseco.
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