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Audrey Hepburn en My Fair Lady.

My Fair Lady es una representación del mito de Pigmalión. FOTO: Audrey Hepburn en My Fair Lady.

SALUD MENTAL

Qué es el efecto Pigmalión y cómo puede ayudarte a conseguir tus objetivos en la vida

La confianza de los demás en tus posibilidades puede convertirse en un catalizador para el éxito. Pero también en una losa que te cause demasiada presión y acabe desmotivándote.

Por María Corisco

22 de agosto de 2024 / 07:11

¿Dónde están tus límites y quién los marca? ¿De qué depende que puedas alcanzar aquello que, en un principio, parece demasiado alejado de tus posibilidades? Tal vez pienses que se trata de una combinación de tus capacidades, de tu esfuerzo y también de la suerte, y no te falta razón. Pero hay otro factor, que a menudo se pasa por alto, que puede influir en tu éxito: las expectativas de los demás. Es lo que se conoce como efecto Pigmalión.

También conocido como la profecía autocumplida, se trata de “un fenómeno donde las altas expectativas de una persona sobre otra pueden llevar a esta segunda a un mejor rendimiento y logro. Cuando alguien importante para nosotros cree en nuestras capacidades tendemos a esforzarnos más para cumplir con esas expectativas”, explica la coach y experta en gestión de la ira Sonia Díaz Rois.

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El poder transformador de las expectativas

Su origen lo encontramos en la mitología griega, y su impacto en la sociología y psicología en una serie de estudios realizados en la década de 1960. Según el mito, Pigmalión era un escultor que se enamoró de una estatua que había tallado. La llamó Galatea, y era tan hermosa que Pigmalión deseó que cobrara vida. La diosa Afrodita le concedió este deseo, y Galatea se convirtió en una mujer real. Así, la historia simboliza el poder de las expectativas y deseos para transformar la realidad.

En 1968, los psicólogos Robert Rosenthal y Lenore Jacobson llevaron a cabo un estudio en una escuela primaria. En su investigación, informaron falsamente a los maestros de que ciertos estudiantes tenían un potencial intelectual elevado, basado en pruebas ficticias. Sin embargo, los estudiantes seleccionados eran en realidad elegidos al azar. Al final del año escolar, los estudiantes etiquetados como de alto potencial mostraron un rendimiento académico significativamente mejor que sus compañeros. Los investigadores concluyeron que las expectativas positivas de los maestros influyeron en el rendimiento de los estudiantes.

En el terreno cultural, la obra de George Bernard Shaw Pigmalión obtuvo un enorme éxito, que se acrecentó aún más con la adaptación cinematográfica My Fair Lady, en la que el arrogante profesor de fonética Henry Higgins apuesta que puede transformar a Eliza Doolitle, una florista de clase baja, en una dama de la alta sociedad enseñándole a hablar con un acento refinado.

Un arma de doble filo

Saber que alguien cree en nosotros refuerza nuestra autoestima y autoconfianza. Esto nos motiva a asumir desafíos que normalmente evitaríamos. Nos empuja a dar lo mejor de nosotros mismos, sacándonos de nuestra zona de confort y obligándonos a desarrollar nuevas habilidades. Además, las personas que creen en nosotros suelen estar dispuestas a darnos su apoyo, creando un entorno favorable para alcanzar nuestras metas.

Pero, atención, las expectativas –advierte la experta– también pueden volverse en nuestra contra si las percibimos como desmesuradas o inalcanzables: “La presión para cumplir con altas expectativas puede generarnos estrés y ansiedad. Cuando las expectativas son demasiado altas, el miedo a no cumplirlas puede paralizarnos, impidiéndonos tomar los riesgos necesarios para el crecimiento”. Sentir que nunca estás a la altura de las expectativas de alguien –de tus padres, del entorno…–, puede terminar dañando la autoestima “y hacernos sentir insuficientes. La presión excesiva puede llevar a la desmotivación, ya que podríamos empezar a ver los objetivos como imposibles de alcanzar”.

Es, pues, un arma de doble filo. No obstante, bien gestionadas y con la perspectiva y estrategias adecuadas, “esas expectativas sí pueden convertirse en un poderoso empujón para ayudarte a lograr lo que creías inalcanzable y convertirse en un catalizador para el éxito”. Para aprovecharlo, explica Díaz Rois, puedes apoyarte en estos puntos:

  • Hablar con quienes tienen expectativas sobre nosotros para entender sus perspectivas y ajustarlas de manera realista.
  • Dividir los grandes objetivos en metas más pequeñas y alcanzables para valorar el progreso y mantener alta la motivación.
  • Usar las expectativas como una fuente de retroalimentación constructiva en lugar de una fuente de presión, aprendiendo de los errores y celebrando cada pequeño logro.
  • Fortalecer nuestra capacidad para manejar la presión y gestionar los contratiempos mediante prácticas de autocuidado y técnicas de manejo del estrés.
  • Reflexionar regularmente sobre nuestro progreso y ajustar nuestras expectativas personales, reconociendo nuestros logros y áreas de mejora.

Cuando las expectativas son bajas: el efecto Golem

Puede que te plantees qué sucede en el caso contrario, es decir, cuando percibes que los demás tienen poca fe en ti. En este caso, el efecto Pigmalión se convierte en el efecto Golem: “Cuando alguien no espera mucho de nosotros, tendemos a cumplir con esas bajas expectativas, ya sea consciente o inconscientemente. Esto puede ocurrir en cualquier contexto, como escuelas, entornos laborales o relaciones personales”.

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Rosenthal y Jacobson también observaron este fenómeno en otra investigación llevada a cabo con alumnos de Primaria. Los estudiantes que eran percibidos como menos capaces por sus maestros tendían a tener un rendimiento académico inferior al de sus compañeros. Estos estudiantes recibían menos atención y menos oportunidades para participar en clase, lo que contribuía a su bajo rendimiento.

Las expectativas bajas, concluye Díaz Rois, “dañan la autoestima y la confianza en uno mismo. Cuando constantemente se nos dice o se nos hace sentir que no somos capaces empezamos a creerlo y actuamos en consecuencia. Estas expectativas negativas pueden convertirse en una profecía autocumplida, donde la falta de desafíos y apoyo confirman los prejuicios iniciales”.

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