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Hablar demasiado mandar callar

La verborrea puede ser síntoma de desórdenes psicológicos o psiquiátricos. FOTO: Pexels/ ©Gary Barnes.

Mente

Cómo tratar con las personas que hablan demasiado sin tener que mandarlas callar

Puede que la incontinencia verbal de tu amigo se deba a que se siente solo o esté nervioso. Sé empático y ayúdale a que centre su discurso en lo que realmente quiere contar. Pero nunca le mandes callar.

Por Marcos López

28 de agosto de 2024 / 14:21

Todo lo que tenías que decir tendrá que esperar a otro momento. Porque ahí viene ese amigo tan extremadamente parlanchín. Ese tan locuaz que siempre acapara todas las conversaciones y las convierte en tediosos soliloquios. Que no se calla ni debajo del agua, razón por la que habéis desistido de la tentación, tan seductora, de sumergirlo. Pero no hace falta llegar a esos extremos. Ni siquiera es necesario mandarlo callar. Aunque os ponga la cabeza como un bombo.

La incontinencia verbal está tipificada por la Psicología. Se trata de un trastorno del habla llamado taquilalia o logorrea. O más comúnmente, verborrea. La psicóloga clínica Elena Jiménez explica que «se caracteriza por una producción excesiva, y acelerada, de palabras, por lo general sin demasiada coherencia, y con una notable falta de claridad en su mensaje».

Dicho de otro modo: es un problema de cantidad sin calidad. Y si bien esta verborrea puede ser un signo de algunas enfermedades, sobre todo neurológicas y psiquiátricas, también es posible que tu amigo sea simplemente un pesado. Te contamos cómo lograr que deje de darte la tabarra sin que tengas que implorar su silencio.

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Empatía: la mejor manera de tratar con alguien muy locuaz

Las estrategias más ampliamente aceptadas para lidiar con las personas verborreicas no han sido diseñadas por psicólogos, sino por médicos. Más concretamente, por facultativos de la Universidad de Maastricht en un intento de lidiar con aquellos de sus pacientes que, de tanto hablar, no llegaban a atinar a contar qué era lo que les pasaba. Aunque en origen el objetivo de estas estrategias era meramente clínico, pueden aplicarse en cualquier situación. También para tu amigo que no se calla.

Puede que la razón que se esconde detrás de tanta palabrería es que tu amigo se sienta solo. Que aproveche todo encuentro para dar rienda suelta a esas conversaciones que, más allá de las paredes y muebles de su casa, no tiene a quién dirigir. Así que trata de mostrar empatía. Ofrécele tu apoyo emocional.

Es cierto que, como recuerda Elena Jiménez, «todos nos sentimos solos en algún momento. La soledad es una experiencia humana universal, y no tenemos por qué avergonzarnos por sentirnos humanos». Pero también es verdad que el sentimiento de soledad pesa y puede generar cierto nivel de angustia, por lo que es normal querer conectar con la gente. Aunque las habilidades sociales no estén demasiado desarrolladas y se acabe cayendo en un exceso de palabrería.

Ayúdale a calmarse y a centrarse en lo que quiere contar

También es posible que se encuentre nervioso. En situaciones de estrés, la lengua puede obrar más rápido que el cerebro y dar lugar a un discurso desbocado. Es algo que puede pasarnos a todos y la manera de afrontarlo es, nuevamente, siendo empático. Trata de que se sienta cómodo y seguro para que se calme y pueda participar en una conversación sin abrumar con su verborrea.

Si ni se siente solo ni está alterado, lo que ocurre es que sus habilidades comunicativas dejan mucho que desear. Así que, recurriendo una vez más a la empatía, intenta ayudar a tu amigo con la estructura de su discurso para que no se vaya por las ramas y se centre en lo realmente importante. Que, a fin de cuentas, es lo que quiere contar.

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Lo que no tienes que hacer

Al menos inicialmente, nunca hay que ser demasiado tajante ni brusco con las personas que siempre monopolizan las conversaciones. No hay que mandarlas callar. Lo que hay que hacer sutilmente y con mucha mano izquierda es tratar de convencerlas de que dejen participar a los demás. De que permitan que se restituya el diálogo. Siempre con buenas formas y, una vez más, siendo empático.

Como concluye Elena Jiménez, «interrumpir a alguien, y mucho más aún llamarle la atención sobre su verborrea, puede resultar muy humillante. Así que, además de la empatía, una buena manera de interrumpir su discurso es recurriendo al humor». Si por mucho que lo intentes no se calla y ninguna de las estrategias ha tenido éxito, es mejor despedirte educadamente. Así evitarás quedar ante los demás como la persona insensible que manda al monologuista a paseo.

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