Cómo no hacer montañas de un grano de arena, según el psicólogo Rafael Santandreu

La vida está llena de pequeños contratiempos, de frustraciones, de inconvenientes. También de deseos por satisfacer, de necesidades creadas, de expectativas  incumplidas. Puedes aceptarlo o puedes dejar que se apoderen de ti, que condicionen tu día a día y que terminen afectando tanto a tu salud como a tu bienestar emocional. Pero muchos de esos escollos son, en realidad, granos de arena. Y de ti depende verlos así o que los conviertas en chinas en el zapato e incluso que llegues a verlos como montañas insalvables.

Es la premisa bajo la que el psicólogo Rafael Santandreu ha escrito el libro No hagas montañas de un grano de arena (y TODO son granos de arena), publicado por la editorial Grijalbo. En él, el experto profundiza en la tendencia a ver gigantes en vez de molinos y a darle más importancia a los reveses comunes de la vida.

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Son múltiples los ejemplos: un suspenso en un examen, un desencuentro con la pareja o con un amigo, unos kilos de más, un gasto inesperado, un malentendido en la empresa, un proyecto fallido… Todo esto puede ir llenando de amargura tu mochila vital hasta que llega un momento en el que no puedes más. Por eso, el psicólogo señala que hace falta “reeducar la mente para alcanzar la felicidad”. Y, para ello, hay que “aligerar la mochila, porque cada necesidad creada es una carga”.

El punto de partida es que nuestra felicidad no depende de lo que nos pasa, es decir, que no somos más o menos felices por culpa de los hechos que nos ocurren: “La clave del mundo emocional es uno mismo”.

Cómo se agrandan los granos de arena

Con un enfoque en la psicología cognitiva y haciendo énfasis en la filosofía del pensamiento emocional y racional, Rafael Santandreu explica las claves que lastran el día a día y cómo restarles poder.

• Pensamiento catastrofista: es la tendencia a exagerar la gravedad de las situaciones y anticipar el peor de los escenarios posibles. Este tipo de pensamiento, común en quienes sufren altos niveles de ansiedad y estrés, lleva a menudo a un aumento del malestar emocional y provoca reacciones desproporcionadas ante problemas menores.
• Reestructuración cognitiva: Rafael Santandreu aboga por esta técnica de la terapia cognitiva que ayuda a las personas a identificar y cambiar patrones de pensamiento irracionales o exagerados. Así, propone que al enfrentar una situación estresante se debe intentar verla desde una perspectiva más racional y objetiva, y preguntarse cómo de grave es realmente el problema y cuáles son las probabilidades de que el peor escenario ocurra.
• Relativización de los problemas: la idea es relativizar los problemas, ponerlos en contexto, como una forma de reducir la ansiedad. Esto implica recordar que, en la mayoría de los casos, las situaciones difíciles no son tan catastróficas como parecen y que la vida continuará a pesar de los contratiempos. Un ejemplo es un desacuerdo en el trabajo: puedes verlo como una terrible amenaza a tu carrera profesional, cuando lo más probable es que sólo sea una parte habitual de la dinámica laboral.
• Fortalecimiento emocional: según Santandreu, aprender a no hacer una montaña de un grano de arena es crucial para desarrollar resiliencia emocional, que implica la capacidad de recuperarse de las dificultades y mantener una perspectiva equilibrada. Eso sí, para cambiar estos patrones de pensamiento es preciso una práctica continua y la adopción de un enfoque positivo y racional hacia los desafíos de la vida.

Menos necesidades, más ligereza

El objetivo es ir ligeros de equipaje, explica Santandreu. Se sobrevalora la comodidad, que te quieran, te alaben, que no haya estorbos. Una vida sin atascos ni obstáculos en la que todo encaje con lo que se supone que es lo óptimo.

Piensa en tu camino hacia el trabajo. Puedes centrarte en la aglomeración del transporte público, en el tráfico, en los ruidos de la ciudad, en el frío o en el calor que hace, en llegar rápido… O puedes valorar cosas positivas que ves en el camino, desde cruzarte con niños yendo al colegio o la felicidad de ese primer café con leche de la mañana que te llena de vida.

Un ejemplo extremo que pone Santandreu es el del científico Stephen Hawking: pese a padecer esclerosis lateral amiotrófica (ELA) y haber quedado confinado a una silla de ruedas sin posibilidad de movimiento alguno, “tenía la norma personal de que quejarse es inútil, una pérdida de tiempo”.

No quejarse no significa “no querer mejorar las cosas o no tener grandes proyectos ilusionantes, pero no desde la queja, sino desde la ilusión, por hacer cosas bonitas, por uno mismo y por los demás. Somos drama queens y drama kings, y hay que dejar de serlo si quieres ser feliz”.