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Es importante aprender a gestionar nuestras espectativas para no caer en la frustración. / Imagen: Escena de 'Big Little Lies'.
Salud mental
Hemos hablado con la psicóloga Beatriz Galván sobre la frustración, esa emoción que todos experimentamos al no conseguir lo que nos hemos propuesto.
Por Sara Flamenco
1 de febrero de 2024 / 08:00
Vivimos en una sociedad en la que la presión por ser el mejor en todo lo que te propones puede generar un malestar emocional que deriva en muchas ocasiones en problemas para la salud mental. Objetivos poco realistas que te marcas al pensar que puedes conseguirlo todo con un poco de esfuerzo sin valorar tus propias capacidades, tu disponibilidad de tiempo o tu situación socioeconómica. Todo ello puede conllevar un sentimiento de frustración que, si no sabes cómo manejarla, puede aportarte un grado de estrés demasiado alto.
«La frustración es la respuesta emocional que experimentamos cuando no conseguimos aquello que nos hemos propuesto. Puede tratarse de la no satisfacción de una ilusión, de un deseo, de una meta propuesta… Cuando sentimos frustración, experimentamos malestar y, ante ello, se pueden manifestar respuestas de rabia, ansiedad, angustia, tristeza o impotencia», concreta la psicóloga Beatriz Galván.
Y si, como dice la experta, la frustración es una respuesta emocional a la no consecución de algo que deseamos, uno de los puntos a tratar podrían ser nuestras propias expectativas. Y no, no estamos hablando de no tener ambición, sino de ajustarla a la realidad. «Lo importante es tratar de marcarnos metas realistas, y también podemos dividirlas en pasos intermedios, de modo que podamos centrarnos más en el proceso que en el resultado en sí. Además, es necesario que valoremos los distintos resultados posibles, tanto favorables, como desfavorables, y prever qué podemos hacer si no conseguimos lo que nos hemos propuesto», propone Galván.
Y, ¿cómo podemos construir unas expectativas más acordes con nuestra propia realidad? Lo primero y más importante, es ser consciente de quiénes somos y los recursos con los que contamos. No todos tenemos las mismas propiedades ni contamos con la misma capacidad adquisitiva, por lo que no podemos soñar con ser arquitectos si no nos hemos formado para ello o tener una mansión si no contamos con el suficiente dinero.
Otro punto muy importante es no aspirar nunca a la perfección, asumir que, en el mejor de los casos, la mayoría de nosotros nos encontramos en la medianía, la mediocridad, y que no pasa absolutamente nada. Y otro factor muy importante para ajustar tus expectativas a la realidad es no situar la felicidad en los demás, y centrarte en aquello que depende de nosotros y no tratar de controlar lo incontrolable.
Como ocurre con gran parte de nuestra emocionalidad, la gestión de la frustración también tiene sus raíces en la infancia. Aprendemos a gestionar nuestras emociones a través de las interacciones con nuestras figuras de apego y, en función de cómo nos hayan acompañado para enseñarnos a regularlas, las gestionaremos en la edad adulta.
«Si desde niños hemos sido acompañados cuando hemos experimentado frustración, y hemos interiorizado que es una respuesta normal ante aquello que no logramos o que nos cuesta conseguir, seremos capaces de manejarlo. Habremos atravesado diversas situaciones en las que no hemos logrado lo que deseábamos o no hemos conseguido alcanzar. Esto nos generará cierto malestar y frustración, pero sabremos entender y manejar lo que sentimos, pues a veces las cosas salen como esperábamos, y muchas otras veces no, y esto forma parte de la vida», nos asegura Beatriz Galván.
«Por contra, si en la infancia no hemos sido acompañados de forma adecuada en esta emoción, tendremos dificultades para tolerarla en la edad adulta. Por ejemplo, si ante un atisbo de frustración, los adultos a cargo del niño hacen las cosas por él, o los padres muestran enfado ante la expresión de frustración del niño, o si se ponen muy nerviosos, o cortan la expresión emocional del niño, los niños no aprenderán a manejar lo que les sucede. Con el tiempo, esto puede resultar en dificultades concretas, como desbordarse emocionalmente al experimentar frustración, responder con ira desmesurada, o desconectarte emocionalmente», continúa la experta.
Sólo se necesitan seguir cuatro pasos para poder aprovecharte de tu frustración.
1. Identifica la emoción
«Podemos trabajar en nuestra capacidad de conectar con nuestras emociones y regularlas, de modo que cuando experimentemos frustración, seamos capaces de identificar lo que nos pasa y gestionarlo», aconseja la experta. Aunque cada persona puede manifestar la frustración de una manera diferente, los signos más frecuentes suelen ser la ansiedad, tener un ataque de ira, sentir contrariedad, estar irritable…
2. Gestiónalo desde la calma
«Desde la calma puedes pensar con mayor claridad (haciendo uso de nuestro cerebro racional), y así analizar qué ha ocurrido, cómo manejarlo y qué pasos dar en adelante», asegura Beatriz Galván. Es difícil pensar con claridad cuando te encuentras activado emocionalmente, pero si te das un tiempo para pensar con claridad, podrás darte cuenta de qué es lo que te ha generado frustración y poder atajarlo.
3. Practica el autocuidado
Beatriz Galván incide mucho en el autocuidado como una buena forma de salvaguardar tu salud mental. Para cuidarte mejor debes alimentarte de manera saludable, practicar ejercicio de manera regular, dedicarte tiempo a ti mismo, hablarte con amabilidad y compartir tiempo con personas con las que realmente te sientas bien, entre otras cosas.
«Aprender a gestionar la frustración, nos ayudará relacionarnos mejor con nosotros mismos y con las personas que nos rodean», nos asegura la experta. Y es que nadie se siente bien junto a una persona que explota sin una razón aparente o que se muestra irritable de manera constante. Por ello, si identificas que te sientes frustrado pero no eres capaz de gestionar esta emoción por ti misma, puedes valorar pedir ayuda a tus seres queridos o incluso a un profesional.
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