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José Andrés, en la portada de Time: cuando cocinar también es una forma de liderar. Foto: Instagram

Hace dos milenios el chef estaría en el Portal de Belén

José Andrés, el hombre que enciende fogones donde el mundo se apaga

Acaba de publicar 'Cambia la receta', un libro de memorias y reflexiones. Con una idea clara: cuando alguien pasa hambre, hay que echar una mano.

Por Kino Verdú

25 DE DICIEMBRE DE 2025 / 08:00

Si hubiera nacido en tiempos de Herodes, el cocinero José Andrés estaría hoy con su World Central Kitchen preparando comidas para todos los pastores que se acercaban al portal de Belén. Y, quién sabe, si alguna suculencia especial para La Virgen María y San José. «No puedes luchar contra el hambre mientras estás rodeado de un bufé lleno de comida y con un café recién hecho. La lucha contra el hambre pasa por estar en las zonas más afectadas y complicadas. Y escuchando a la gente que realmente te va a contar lo que ellos necesitan», explica por teléfono desde Estados Unidos.

Lo dicho: no tenemos pruebas, pero tampoco dudas. De acciones humanitarias, fones y mucho más reflexiona en su reciente libro ‘Cambia la receta. Porque no puedes construir un mundo mejor sin romper unos cuantos huevos’, editado por Planeta Gastro. Genio y figura, nuestro chef más internacional comparte un rato de charla con WeLife.

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En un día como el de hoy, con las cocinas a rebosar, sigue habiendo muchos seres humanos cuya preocupación no es si el asado quedará en su punto. Solo les angustia tener algo que comer. «En Jamaica hemos llegado a servir más de ciento y pico mil comidas. 700.000 al día en Palestina, pero todavía no he alcanzado lo que prometí, un millón. Estamos a punto», señala mientras reflexiona por qué en los cataclismos no se prioriza dar de comer a los necesitados.

«En un terremoto, la gente se colapsa. Dices ¿por qué hay tanto aletargamiento en las emergencias? Porque el flujo natural de la vida, de la sociedad, se para por completo, y cuando todo se para es un caos”.

Como aquellos pastores, entiende la solidaridad como un acto de generosidad sincera. Solo que en su caso es de larga duración. «La única manera en que yo la entiendo no es aparecer un día, sueltas cuatro cajas y te largas. Hay que estar ahí desde el principio y todos los días», añade el autor de Cambia la receta.

Portada del libro del chef José Andrés, ‘Cambia la Receta’.

Respecto al libro, José Andrés reconoce que «no lo voy a llamar memorias. Pero había mucha gente interesada en que escribiera este libro, incluso mis hijas». A José Andrés le hubiera gustado contar con más tiempo, que la obra fuera más ambiciosa, pero el editor le presionó para que fuera algo rápido. «Me hubiera encantado que mis padres hubieran dejado un libro sobre su vida… A medida que me hago mayor me doy cuenta que hay cosas que no sé de ellos».

Se mueve en un ecosistema, como lo llama él, «en el que te das cuenta que la comida lo toca absolutamente todo. Es política, es ayuda humanitaria, es inmigración, son leyes, es ciencia, es antropología, es geopolítica, incluso de defensa y acaba siendo una respuesta humanitaria».

Al liderazgo y la acción le dedica unos cuanto capítulos en ‘Cambia la receta’ Uno de ellos se titula ‘No pierdas el tiempo en reuniones inútiles’. «El mundo parece que está llevado por aquellos que están en una reunión continua… Hay que hacer: las cosas suceden cuando hay alguien que tiene la determinación de que sucedan. Y punto».

En las emergencias es donde más claro lo ve. «Móntate en el coche y aparece en el lugar en que se necesitan tomar las decisiones. Las respuestas a los problemas sólo aparecen cuando estás presente en el centro del desastre humanitario».

Que levante la mano el que no ha picoteado en la cocina antes de que salgan las viandas hacia el salón. José Andrés de niño lo hacía con la masa de las croquetas. «Era increíble esa masa que hacía mi madre. La guardaba en el frigorífico para el día siguiente, pero no podíamos [se refiere a él y a sus hermanos] aguantar. Nos levantábamos de la cama y con las manos nos la metíamos en la boca, justo en ese instante en que no está ni fría ni caliente», recuerda.

De su infancia también recuerda cuando probó por primera vez los kiwis. «Era la primera vez que los veía. Los periódicos acababan de publicar la noticia sobre la llegada de estos frutos a España. Si tuviese que explicar la sensación, fue como comprar un nuevo iPhone por primera vez».

Resulta paradójico para alguien tan mediático quejarse de la sobreexposición a la información. «El mundo parece un partido de fútbol. O eres de un equipo o de otro. No hay nadie neutral, que simplemente vaya a disfrutar del partido. Nos olvidamos que lo importante en el fútbol es el fútbol».

Su alusión al balompié es un boceto, un arquetipo. «Cuando eso lo llevas a acciones, a situaciones, a Ucrania, a Sudán… Tendríamos que estar todos empujando para que hubiera una paz verdadera, que todo el mundo tuviera dignidad, y se le tratara igual, y que nadie matara a nadie, que todos tuvieran derecho a vivir. Lo que tú pides para los tuyos también tienes que pedirlo para los que no son de tu trigo», añade.

Islas Caimán. 2010. José Andrés se encuentra con sus amigos Anthony Bourdain y Eric Ripert en las islas Caimán. Se estaba bebiendo un ron sour. «Y decidí dejar de mirar la televisión y empezar a hacer algo. Quería ver cómo podría ser la ayuda. Era cuestión de deseo: en ese momento, ¿lo tienes o no? Esa es la idea que hay detrás de World Central Kitchen», recuerda sobre los inicios de su andadura humanitaria.

Antes de aquello, la catástrofe del Katrina en Nueva Orleans ya espoleó sus emociones, las raíces de su futura ONG. «Lo vi desde mi casa. No tuve la valentía de decir me voy allí. Era más joven, vale, pero no lo hice. Lo que sí pensé es que dar de comer en un estadio de fútbol es lo más fácil del mundo».

La idiosincrasia norteamericana funciona así. «La gente se equivoca. En los grandes estadios americanos parece que van a ver béisbol o a Taylor Swift y realmente son grandes restaurantes a los que se va a comer hot dogs y beber cerveza… Donde jugaban los New Orleans Saints había 20.000 personas sin comer durante más de una semana, sin agua, y nadie apareció para ayudarles».

Siente que se queda corto cuanto más tiempo lleva acudiendo y enfrentándose a esas miradas del hambre, del horror. Y recuerda la frase de un amigo: «La filantropía es la redención del que da, del donante, cuando tiene que ser la liberación del que recibe». Y sigue reflexionando: «Hay muchas conferencias sobre el hambre y la pobreza, pero no se invita a una sola persona que haya experimentado el hambre o la pobreza. Si quieres arreglar la vida de las personas, tienes que escucharlas».

Sale a colación la DANA de Valencia de hace un año. «Me están saliendo algunas lágrimas al acordarme, a medida que me hago mayor… Qué bonito fue ver a todos esos jóvenes ayudar», evoca. World Central Kitchen aterrizó en aquel territorio apocalíptico en el minuto uno. «Cuando yo voy a un sitio, me aseguro que nadie va a pasar hambre y no paro hasta conseguirlo. Y si no soy capar, me quito de en medio».

De aquello se volvió rumiando preguntas sobre la gestión de aquella catástrofe. «En España me da igual ahora mismo si hay tal presidente u otro, o si tiene que dimitir o no. Me gustaría que la conversación fuera ¿hemos aprendido de lo que ocurrió en la DANA para que no vuelva a pasar nunca más? ¿Hemos aprendido lo que tenemos que hacer para que los servicios de emergencias avisen a todo el mundo con la rapidez que se merecen, sabiendo que venían unas lluvias que podían ser catastróficas?».

OTROS TEMAS WELIFE

«Lo que quiero es que se dejen de peleas fútiles que no llegan a absolutamente nada. Uno tendría que saber si ha cumplido o no con su trabajo. Sobre todo los políticos».

Servir a la comunidad y al pueblo «debería ser un orgullo para ellos [políticos y demás]. Creo que no hay mayor muestra de liderazgo que saber que estás ayudando a tu gente… y no, es al revés. Que tú no estás allí para mantenerte en el poder, sino para hacer lo que te toque, poner todas tus energías y luego un pasito al lado, que lleguen otros», apunta José Andrés. «En Valencia vi a españoles ayudando a españoles, no a gente de derechas ni de izquierdas. Esa es la España que quiero; ese es el mundo que queremos».

Se enciende (solo un poco, José Andrés es calmo). «Ni nadie es malísimo ni nadie es perfecto, todos cometemos errores. Si existe algún lugar perfecto que me lo digan, que quiero ir. Hay que trabajar para que no haya desempleo, todo el mundo tenga sanidad y educación, se apoye al trabajador y también al empresario y no enfrascarse en guerras fratricidas. Se puede conseguir todo a la vez. Por eso soy espiritualmente pragmático y muy positivo».

Un final dulce. En ‘Cambia la receta’ rememora los pimientos rojos asados que cocinaba su madre. «Acabo de hacer 14 tarros. Mi madre no los embotaba, pero yo sí. Bueno, menos, ya me he comido un par de ellos». Salud. Y feliz Navidad a todos.

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