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Aitana Sánchez-Gijón en el desayuno de Zespri, donde compartió su rutina de bienestar y el origen de su famoso ritual con kiwi

Aitana Sánchez-Gijón, fiel a su kiwi matutino, en el desayuno de Zespri. Cuidarse, sin épica ni eslóganes. Foto: WeLife

Si él te dice ven...

El día que Richard Gere cambió el desayuno de Aitana Sánchez-Gijón

Un kiwi, un actor de Hollywood y una actriz española que convirtió una anécdota en rutina de bienestar. A veces, cuidarse empieza por ahí

Por Marta del Valle

8 DE OCTUBRE DE 2025 / 07:30

Hay hábitos que nacen de una epifanía. Y otros, de Richard Gere regalándote un kiwi. Así comenzó, literalmente, la rutina de bienestar de Aitana Sánchez-Gijón. A principios de los noventa, los kiwis eran una rareza de hotel de lujo y nadie hablaba aún de antioxidantes o microbiota. Pero aquel gesto mínimo —tan arbitrario como inolvidable— acabó convirtiéndose en un ritual que la actriz conserva desde entonces: cada mañana, un kiwi antes del desayuno.

“No me lo comí aquel día; lo tuve semanas en el escritorio, como un trofeo, hasta que se pudrió y lo tuve que tirar. Pero se convirtió en un fetiche de amor propio. Años después alguien me aconsejó tomar uno en ayunas, y desde entonces no he parado”, contaba entre risas durante un desayuno organizado por kiwis Zespri.

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Años después, esa fidelidad le ha valido un nuevo título: Mujer Zespri 2025, un reconocimiento simbólico a quienes encarnan el bienestar cotidiano sin artificio. Lo que empezó como una anécdota de rodaje se transformó en una rutina doméstica. Y eso, en plena era del bienestar cuantificado, tiene más mérito del que parece. Porque hay algo profundamente liberador en cuidarse sin dramatismo, sin apps que te feliciten ni relojes que te midan el pulso. Solo fruta, calma y costumbre.

Y, por cierto, con evidencia detrás: el kiwi es el primer alimento reconocido por la Comisión Europea por sus propiedades saludables, un pequeño recordatorio de que lo simple también puede ser científicamente poderoso.

La constancia como forma de bienestar

La rutina de bienestar de Aitana Sánchez-Gijón no tiene nada de heroica. No busca optimizar su cuerpo ni convertir su agenda en un plan de entrenamiento. Medita “un rato antes del kiwi”, sube las escaleras aunque tenga ascensor –”bajarlas, menos”, confiesa– y trata de dormir bien, aunque no siempre lo consigue. También incorpora ejercicios de fuerza, “pero, tal y como los he probado hasta ahora, me dan fiebre”. No hay heroísmo, solo equilibrio.

“Hay hábitos que cuestan, pero otros son amables y te alegran el día. El kiwi me reconforta, me gusta su sabor por la mañana”, dice. La frase suena sencilla, pero encierra una idea fundamental: no todo bienestar tiene que doler. Durante años se nos vendió que cuidarse era cuestión de voluntad férrea y disciplina casi militar. «¡Para estar bella hay que sufrir!», nos decían. Hoy empezamos a entender que quizá sea justo lo contrario: la constancia nace del placer, no del castigo.

Una rutina que también cuida lo que la rodea

Aitana representa esa corriente silenciosa —y sensata— que defiende la rutina como forma de autocuidado. No hay que forzarla, sólo mantenerla viva. Por eso, cuando habla de su día a día, lo hace con naturalidad: “Tengo un catálogo infinito de cosas que hago porque me sientan bien. Y si no me funcionan, las dejo”.

Entre esas costumbres está el gesto de ir al mercado: “Podría comprar los kiwis en el súper, pero me gusta ir a mi frutero, ver el género, hablar con él. Es parte del tejido social del barrio y hay que mantenerlo vivo”. Porque en su versión del bienestar hay algo que trasciende el cuerpo: cuidar también lo que lo rodea. El mercado como gimnasio emocional, la conversación como vitamina invisible.

Mientras las redes prometen “nuevas fórmulas de bienestar” cada semana, la rutina de bienestar de Aitana Sánchez-Gijón recuerda que la más eficaz suele ser la que ya tenemos a mano: una rutina sostenida en el tiempo. Con fruta madura, literal y metafóricamente.

El significado de un kiwi

El kiwi de Richard Gere es, en el fondo, una metáfora de todo lo anterior. Representa ese momento aleatorio que se vuelve hábito, el gesto diminuto que se repite hasta convertirse en identidad. En su caso, es un kiwi; en el de otros, un paseo, un vaso de agua, un rato de silencio antes del móvil. Lo importante no es el gesto, sino la constancia que lo vuelve ritual.

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Porque, entre tanto ruido de gurús, fórmulas y suplementos, a veces olvidamos que el bienestar real no necesita grandes explicaciones. Solo continuidad. Los gestos que perduran —los que no presumen, los que casi nadie ve— son los que acaban sosteniéndonos.

La naturalidad como mejor hábito

Aitana lo resume con naturalidad. No hay discurso, hay práctica. No hay estética, hay coherencia. Y quizá ahí esté la clave: en hacer que lo cotidiano cuente. Un kiwi cada mañana, una escalera en lugar del ascensor, una charla con el frutero. Pequeñas decisiones que, sin grandes titulares, maduran con el tiempo y terminan siendo —como todo lo importante— fruto de la constancia.

Y así, sin pretenderlo, la rutina de bienestar de Aitana Sánchez-Gijón se convierte también en una lección de vida: lo importante no es hacerlo perfecto, sino hacerlo cada día.

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