Medir el desgaste por estrés, una nueva pieza clave en la ciencia de la longevidad

El estrés crónico es la gran bestia negra de este siglo. Cuando se acumula forma la llamada carga alostática, un concepto no demasiado conocido, pero que deja huella en el sistema inmunitario, las hormonas e incluso el ADN. Esta carga, que varía en función de cada persona, puede manifestarse en forma de inflamación, tensión cardiovascular o envejecimiento celular acelerado.

Para saber en qué niveles está, conviene medirlo en la sangre o la saliva, incluso la orina. En esos fluidos se localizan algunos biomarcadores que provocan el estrés crónico. Identificarlos y medirlos ayuda a adelantarnos al desastre.

El estrés toma posiciones en el cuerpo

«La carga alostática es el desgaste fisiológico por estrés sostenido. Altera varios sistemas clave: el eje hipotálamo‑hipófisis‑adrenal (HPA), el metabolismo, la inmunidad e, incluso, la expresión génica», dice el doctor Lucas Ponti, director médico de Amuna Vitality Clinic, un nuevo espacio premium en Madrid centrado en tratamientos de longevidad y medicina estética. Él nos aclara que estudios recientes confirman que una carga alostática alta se asocia con disfunción metabólica, inflamación persistente, alteraciones inmunes y aceleración epigenética del envejecimiento.

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Esta carga alostática es distinta para cada persona. «En la perimenopausia y la menopausia, cuando los estrógenos ya no ejercen su potente efecto modulador del estrés, el organismo femenino se vuelve más sensible a las oscilaciones del cortisol«, explica Ponti. A renglón seguido, aclara en qué puede traducirse: «Peor calidad del sueño, más despertares nocturnos, aumento de la grasa visceral, resistencia a la insulina y cambios en el perfil lipídico; mayor inflamación sistémica, lo que contribuye a síntomas vasomotores más intensos, dolores musculares, fatiga y fluctuaciones del estado de ánimo; impacto en el sistema inmunitario, que puede volverse hiperreactivo o, paradójicamente, más perezoso ante infecciones; cambios en la expresión de genes relacionados con el envejecimiento y la reparación celular».

En resumen, la caída hormonal facilita «que el estrés entre y deje huella en más sistemas de los que nos gustaría», apostilla el doctor Ponti.

Análisis para medir la carga alostática

Ante este panorama, no parece un disparate hacerse un análisis completo en sangre y saliva si estamos entrando en etapa de descenso hormonal.

La lista de biomarcadores que se suelen analizar para evaluar la carga alostática es larga:

• cortisol (que se puede medir en suero, saliva y orina seca —DUTCH Test—)
• DHEA‑S (en sangre y saliva)
• PCR ultra sensible (marcador inflamatorio que se mide en sangre)
• glucosa
• hemoglobina glicosilada (en sangre)

A estos biomarcadores bien conocidos «se suma un último llamado brain status». Además, se suelen otros marcadores complementarios que pueden enriquecer la evaluación: insulina, perfil lipídico, presión arterial, frecuencia cardiaca, índice cintura‑cadera, fibrinógeno o IL‑6. «La investigación sobre carga alostática suele incluir entre 10 y 15 marcadores para capturar la amplitud del desgaste fisiológico», aclara el experto.

Alerta de Alzheimer

Leo en varias publicaciones que en las mujeres posmenopáusicas, los niveles más altos de cortisol se han relacionado con una mayor acumulación de amiloide, un biomarcador temprano vinculado al riesgo de padecer Alzheimer. Ponti se muestra de acuerdo: «Sí, hay evidencia reciente que apunta en esa dirección. Estudios de imagen cerebral han encontrado que niveles altos y persistentes de cortisol en mujeres posmenopáusicas que se asocian con mayor acumulación de betaamiloide, un biomarcador temprano del riesgo de Alzheimer».

¿Significa esto que el estrés causa demencia? «Eso no podemos afirmarlo», apunta el doctor. Sin embargo, se muestra de acuerdo en que podría sugerir que, en una etapa en la que el cerebro femenino pierde parte de la protección estrogénica, ese estrés aumentado y constante podría favorecer otras patologías. «Esto se traduciría en peor sueño, más inflamación, alteraciones metabólicas y cambios en la microglía que facilitan la deposición de amiloide«, concluye.

Aunque en tus revisiones rutinarias no sea algo que contemples, quizá acudir a la medicina funcional pueda ayudarte si eres una persona que tiende al estrés. Así lo ve el director médico de Amuna, como un proceso modulable: «Reducir la carga alostática, optimizar el sueño, equilibrar la insulina, regular la inflamación y apoyar la función mitocondrial son estrategias que pueden proteger el cerebro a largo plazo».

Respiración consciente y paseos al sol

No todo hay que medicalizarlo. Las intervenciones más efectivas para no acumular carga alostática pasan por «gestos cotidianos y sostenibles para regular el sistema nervioso, como hacer un par
de minutos de respiración diafragmática, pausas conscientes a lo largo del día o exponerse a la luz matinal del sol para estabilizar los ritmos circadianos».

Ocho consejos anti-carga alostática:

1. Dormir como prioridad estratégica: reduce cortisol, baja la inflamación y mejora la
tolerancia al estrés.

2. Entrenamiento de fuerza + caminatas: Favorecen la sensibilidad a la insulina, reducen inflamación y mejoran la resiliencia metabólica.

3. Nutrición antiinflamatoria: Fibra, proteínas adecuadas, omega3, vegetales variados y control de ultraprocesados.

4. Conexión social y sentido de propósito: Está demostrado que amortiguan la respuesta al estrés y reducen marcadores inflamatorios.

5. Límites saludables: El «no estratégico» es antiinflamatorio.

6. Osteopatía para el abordaje del nervio vago.

7. Hipoxia intermitente conCelloxy.

8. Suplementación adecuada y personalizada, de mano de un experto.