Una vida activa mejora la salud incluso cuando la báscula no acompaña. Foto Pavel Danilyuk / Pexels
Dilemas de salud
Descifrando la longevidad: qué es mejor, obesidad activa o delgadez sedentaria
Ni el peso lo es todo ni el sofá es inocente. Puedes no encajar en la talla estándar y aun así vivir más que quien no se mueve del sillón...
Por Eva Carnero
22 DE AGOSTO DE 2025 / 14:01
Sabemos que tanto el sedentarismo como la obesidad están entre las principales causas de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Lo sabemos desde hace décadas. Lo hemos leído, oído y probablemente lo hemos vivido de cerca. Lo que quizá no tenemos tan claro es cuál de los dos factores acorta más la vida. ¿Es peor tener sobrepeso o no moverse del sofá?
¿Qué es peor: el sedentarismo o la obesidad?
La ciencia, en general, lo resume así: para vivir más (y mejor) hay que moverse más y pesar lo justo. ¿Cuánto es “lo justo”? Depende. Pero lo del movimiento no admite muchas excusas.
El debate sobre si pesan más los kilos o el sofá no es nuevo. El doctor John Scharffenberg, médico, nutricionista y profesor en la Universidad de Loma Linda, afirmaba en un vídeo que una persona con obesidad activa vive más que una delgada sedentaria. Así, sin anestesia.
La afirmación no es gratuita. Se basa en un estudio epidemiológico de 1986 con 17.000 exalumnos de Harvard, publicado en el New England Journal of Medicine, que concluía que hacer ejercicio con regularidad podía reducir la mortalidad hasta en un tercio y sumar entre 1 y 2 años de vida al cumplir 80.
¿Interesante? Sin duda. ¿Definitivo? Según el doctor Camilo Silva, endocrinólogo del Área de Obesidad de la Clínica Universidad de Navarra, hay más variables en juego. «La dieta, la genética, las enfermedades, los tratamientos, el estilo de vida… Todo influye», explica. Es decir, no todo depende de la báscula ni del podómetro. Pero un estudio publicado hace poco concluye que la capacidad cardiorrespiratoria, determinada por la actividad física, augura mayor longevidad que el peso.
Ni fórmulas mágicas, ni predicciones infalibles
«Hoy por hoy —matiza el doctor Silva— no existe una única herramienta clínica capaz de predecir con certeza la esperanza de vida de una persona concreta». Así que, en lugar de obsesionarnos con el número de pasos o el peso exacto, tal vez convenga centrarse en algo más sencillo: evitar lo que nos perjudica y promover lo que nos beneficia. Suena fácil. Luego llega la vida real y complica las cosas.
Movernos más sin vivir en el gimnasio
Uno de los factores protectores más eficaces —y al alcance de casi todo el mundo— es el ejercicio físico. O mejor dicho: el movimiento. Porque no hace falta ponerse mallas técnicas ni pagar una cuota mensual para activarse.
«Hacer tareas domésticas, ir caminando al trabajo o jugar con los hijos o nietos también cuenta», asegura el doctor Silva. Y añade: «Tampoco deberíamos dejar de hacer una actividad física porque pensemos que es insuficiente. Todo ayuda». Es decir: un poco es mejor que nada. Y hacerlo mal es mejor que no hacerlo.
Cada cuerpo es un mundo, pero hay algunas claves comunes
La personalización del ejercicio es importante. No es lo mismo tener 25 años que 65, haber corrido maratones o llevar años sin subir una escalera. Por eso, el enfoque individualizado siempre suma. Aun así, hay ciertas recomendaciones generales que pueden servir de guía:
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Ejercicio aeróbico (caminar rápido, nadar, bailar, montar en bici) unas cinco veces por semana.
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Ejercicio de fuerza (pesas, bandas elásticas, ejercicios con el peso corporal) unas dos o tres veces a la semana.
Y si es con supervisión profesional, mejor. Pero si no, también sirve empezar por moverse más. Lo importante es empezar.
El sedentarismo sí tiene un enemigo claro: tú
Llegados a este punto, la conclusión a la duda sobre qué es peor, el sedentarismo o la obesidad, es sencilla: el verdadero problema no es solo la obesidad, sino la inactividad crónica. Ese sofá que se te pega al cuerpo, esa silla de oficina que te atrapa, ese coche que conduce hasta al estanco de la esquina.
La falta de movimiento «aumenta el riesgo de cáncer, enfermedad cardiometabólica, incrementa la morbimortalidad y disminuye la calidad de vida», enumera Silva. Casi nada. Por eso, el consejo es claro: cualquier incremento en la actividad cotidiana vale. No hace falta empezar mañana con crossfit. Basta con bajarse una parada antes, subir escaleras, o volver a barrer la casa como si fuera una clase de cardio funcional. «Lo excelente es enemigo de lo bueno», recuerda el experto. Y esa frase, por sí sola, ya merece quedarse en la nevera.
Y si hay lesiones o limitaciones, tampoco se acaba el mundo
Si hay lesiones, enfermedades articulares o limitaciones puntuales, lo ideal es pedir asesoramiento profesional. Un fisioterapeuta, un entrenador especializado o tu médico pueden ayudarte a encontrar un plan que se adapte a ti.
Además, recuerda el doctor Silva, conviene evitar ejercicios repetitivos de alto impacto si hay sobrepeso. Porque correr por asfalto con veinte kilos de más puede acabar saliendo caro para las rodillas. Y para el entusiasmo.