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NO TE PIERDAS Probióticos: no todos los fermentados valen

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Desayuno con pan de masa madre, yogur y café que ilustra que no todos los fermentados son probióticos efectivos

Pan de masa madre y yogur: dos fermentados deliciosos que no se cuelan en la liga de los probióticos “efectivos”. Foto: Ekrulila / Pexels

Más cepas que certezas

Probióticos: no todos los fermentados valen

Del kéfir al suplemento 'premium', la moda probiótica promete de todo, pero sin cepa y dosis claras es solo marketing fermentado

Por María Corisco

26 DE SEPTIEMBRE DE 2025 / 13:26

Hasta hace no tanto, casi nadie sabía lo que era un probiótico. Hoy la palabra está en todas partes: en yogures, suplementos, cápsulas y hasta en anuncios de televisión con promesas de bienestar digestivo casi mágicas. Se ha puesto de moda, y con ella también se ha extendido una idea engañosamente simple: que todos los probióticos son efectivos cuidando tu microbiota. Pero en realidad, el asunto es mucho más complejo. No todos los probióticos son iguales, ni tienen los mismos efectos. De hecho, lo que funciona para alguien con diarrea puede no servir para otra persona con estreñimiento o colitis ulcerosa. Aquí, la precisión lo es todo.

“Tratar el tema de los probióticos es abrir un melón”, admite la doctora Conchita Vidales, especialista en nutrigenética y autora de Cuida tu microbiota. “Hasta hace unos años, cuando se hablaba de probióticos era casi siempre ese polvito blanco, el Lactobacillus plantarum para una diarrea, y punto. Hoy sabemos que hay muchísimos tipos, y que lo que nos puede venir bien depende de las cepas deficitarias que tengamos en el intestino”.

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Más cepas que certezas

Uno de los grandes errores es pensar en probióticos como si fueran una categoría uniforme. No lo son. Cada uno tiene nombre y apellido: primero el género (por ejemplo, Lactobacillus), después la especie (plantarum), y por último la cepa, identificada con un código (como 299v). Y esa última parte es la decisiva: la cepa concreta es la que determina el efecto.

No sirve de nada decir tomo probióticos si no se especifica cuál. “Tenemos millones de bacterias en el intestino. Lo ideal sería estudiar la microbiota de cada persona y, a partir de ahí, decidir qué probióticos serán más efectivos”, explica Vidales. “Si tienes un déficit de bifidobacterias concretas, ese es el probiótico que deberías reforzar. Pero puede que otra persona tenga un problema diferente y requiera otra cosa. No es café para todos”.

Llegar vivos al intestino no es tan fácil

Conseguir que los probióticos sean efectivos y sobrevivan al viaje hasta el intestino ha sido un gran desafío. Los ácidos del estómago son su primer gran obstáculo, capaces de destruir la mayoría antes de que lleguen a destino. Durante mucho tiempo se deshidrataban y conservaban en frío, pero aun así muchos no resistían. Hoy, gracias a nuevas formulaciones, se han desarrollado cápsulas de cuarta generación que mejoran su capacidad de supervivencia y llegan al colon en mejores condiciones.

Pero no basta con llegar: también importa la cantidad. En los productos sanitarios de farmacia suele especificarse el número de unidades formadoras de colonias (UFC). Para que sean eficaces deben superar los mil millones. Sin embargo, con alimentos como yogures o bebidas fermentadas, esa información no siempre está en la etiqueta y la eficacia puede quedarse corta.

Otro detalle interesante es el origen del probiótico. Las cepas de procedencia humana suelen tolerarse mejor, porque nuestro organismo las reconoce como propias. No es lo mismo introducir una bacteria procedente de la leche de vaca que una que forma parte de nuestra flora intestinal. Esa diferencia marca la eficacia y la capacidad de colonizar.

Probióticos efectivos para cada problema

Aquí llega lo realmente práctico: no todas las cepas funcionan para lo mismo. Algunas están indicadas para el estreñimiento, otras para la diarrea, otras más para el síndrome del intestino irritable y algunas se investigan por su papel en la inmunidad. “No significa que todo el mundo tenga que tomar probióticos”, aclara la doctora Vidales. “A veces, ni siquiera se necesitan. Entre las bacterias existe el quorum sensing, como si se comunicaran entre ellas: si falta una, otras producen metabolitos intermedios para compensar y mantener el equilibrio”.

Es decir, la microbiota tiene cierta capacidad de autorregulación. Solo en algunos casos se requiere una ayuda externa.

A veces no hay que añadir sino alimentar

Un ejemplo muy llamativo es la Akkermansia muciniphila, una bacteria que facilita que la mucosa intestinal esté bien hidratada y fortalece las defensas. “Es interesantísima, pero hoy por hoy no está disponible como probiótico. No está aislada”, señala Vidales. “Si una persona tiene déficit de esta bacteria, no se le puede dar directamente. Lo que sí se puede hacer es darle alimentos prebióticos, fibras que actúan como su alimento y favorecen su crecimiento”.

Este detalle subraya algo esencial: a veces no se trata de añadir bacterias, sino de alimentar a las que ya tenemos. Ahí entran en juego los prebióticos, otra parte del puzzle.

OTROS TEMAS WELIFE

La ciencia aún está en fermentación

La ciencia aún no tiene claro cuánto tiempo deben tomarse para mantener los beneficios,. Tampoco si todos los efectos positivos que se observan en estudios se trasladan a la población general. Y, por supuesto, sigue abierta la eterna pregunta sobre la eficacia real de los productos que vemos en el supermercado, donde muchas veces falta la información clave sobre cepas y dosis.

Mientras tanto, la investigación no se detiene. Los científicos ya trabajan con bacterias prometedoras como la Akkermansia muciniphila, o en los vínculos entre microbiota y cerebro. La tendencia apunta hacia probióticos de nueva generación, diseñados a medida según la microbiota de cada persona. Quizá todavía falte tiempo para llegar a esa personalización de precisión, pero el mensaje de fondo es claro: en el universo de los probióticos, la clave no es tomarlos “porque sí”, sino elegirlos con criterio y, sobre todo, con evidencia.

En el intestino no hay milagros ni modas: o hay evidencia o hay marketing. Y, cuando se trata de probióticos efectivos, la diferencia cabe en una sola cepa.

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