Cuando tu postura, tu mirada y hasta cómo sujetas el boli dicen más que tu currículum. FOTO: El diablo viste de Prada.
Comunicación invisible
El idioma secreto de tu cuerpo: lo que revelas sin darte cuenta
Tu cuerpo es un chivato profesional: lleva subtítulos que hablan de ti antes que tu currículum y mucho antes que tu boca
Por María Corisco
4 DE OCTUBRE DE 2025 / 08:00
Imagina que entras en una entrevista de trabajo. Apenas llevas diez segundos en la sala y todavía no has dicho nada. Sin embargo, la persona que tienes delante ya ha empezado a dibujar un retrato mental de ti. Tu postura, el contacto visual, el ritmo con el que respiras o el tono de tu saludo han hecho el trabajo por adelantado. Si te preguntas cómo causar buena impresión, este es el terreno donde se juega la partida: la comunicación no verbal inconsciente. Ese idioma silencioso e imposible de apagar que habla por ti las 24 horas del día.
Puedes pensar que controlas lo que transmites, que decides sonreír para parecer amable o usar una voz firme para proyectar seguridad. Y sí, eso es parte de la comunicación no verbal consciente. Pero lo más revelador ocurre en otro plano: el de los gestos automáticos, las microexpresiones y las reacciones fisiológicas que tu cuerpo emite sin pedirte permiso. Ese rubor inesperado, la dilatación de las pupilas, un tic nervioso, la tensión en tus manos… dicen más de ti de lo que imaginas. Juan Manuel García Pincho lo explica con claridad en su libro Ciencias del Comportamiento (Ed. Temas de Hoy). El autor, que fue fue miembro de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) y se formó con el FBI en negociación de incidentes críticos y en análisis del comportamiento, explica que no toda la comunicación no verbal es involuntaria: hay gestos, posturas o actitudes que controlamos de forma deliberada.
Pero existe otra capa, mucho más poderosa, que se escapa de tu voluntad. Es la auténtica chivata de la clase y revela tu estado emocional más sincero.
El lenguaje que no sabe callar
Según señala, un equipo de psicólogos de la Universidad de Arizona, liderado por Matías Bell, calculó que hablamos una media de 16.000 palabras al día. Pero nuestro lenguaje corporal está activo las 24 horas: es imposible no comunicar. Incluso cuando guardas silencio, estás diciendo algo.
“Todo lo que haces, desde cómo caminas hasta cómo colocas los brazos o mueves las cejas, influye en la forma en que los demás te perciben: más serio o más frágil, más competente o más inseguro, más digno de confianza o todo lo contrario”, explica García Pincho. Y esa percepción importa: “Esta comunicación no verdal involuntaria puede determinar si cuentan contigo en un proyecto, si confían en ti o si deciden ignorar tu opinión”.
Pero hay una segunda cara igual de valiosa: si aprendes a leer las señales de los demás, puedes descubrir emociones que no se verbalizan y anticipar sus reacciones. “Detectar nerviosismo en un cliente, inseguridad en un interlocutor o entusiasmo genuino en un colaborador te da una ventaja: no solo entiendes mejor al otro, también puedes modular tu respuesta e influir en el curso de la conversación”.
Más allá del gesto: lo que tu cuerpo no sabe ocultar
García Pincho distingue dos planos diferentes que a menudo confundimos:
- Comunicación no verbal: engloba todo lo que transmites sin palabras hacia otra persona. Aquí entran los gestos conscientes (usar las manos para explicar un tamaño), los emblemas culturales (levantar el pulgar), la postura o el tono de voz. Es comunicación dirigida, más o menos voluntaria.
- Lenguaje corporal no consciente: es el que realmente desnuda tu interior. Son las reacciones automáticas que aparecen frente a un estímulo: una pregunta incómoda, una mirada, una sorpresa. Rubor, sudor, pupilas que se dilatan, cejas que se arquean, hombros que se tensan. Señales que tu cuerpo emite antes incluso de que seas consciente de ellas.
Y aquí está la clave: esas respuestas no se ensayan ni se fingen. Son lo que tu organismo deja escapar. Justo por eso resultan tan valiosas no solo para entendernos mejor a nosotros mismos, sino también para interpretar el estado emocional de los demás y ajustar nuestra forma de relacionarnos.
Ser y parecer: un dúo inseparable
Aquí entra en juego un concepto clave: ser y parecer. “No basta con ser alguien competente y confiable, también tienes que parecerlo. La percepción que los demás tienen de ti no se basa en un análisis objetivo de tus capacidades, sino en sesgos cognitivos que actúan en segundos”.
Efecto halo, sesgo de autoridad, sesgo de atribución… tres filtros que deciden si alguien te percibe como brillante o como un completo desconocido. Y lo interesante es que esta lógica también funciona a la inversa: cuando aprendes a identificar estos sesgos en el otro, puedes usar esa información para conectar mejor con él, generar confianza o desmontar prejuicios.
La ciencia detrás de la sorpresa inmediata
Cada vez que alguien recibe una mala noticia o un elogio inesperado, el cuerpo responde antes que la mente. Es un proceso biológico: el sistema nervioso activa reacciones automáticas que se reflejan en la piel, en los músculos o en la voz. Estos microcambios, por sutiles que parezcan, son detectados por quien está delante y generan una impresión instantánea.
Así, por ejemplo, en el estudio ‘Facial reactions, autonomic activity and experienced emotion‘, el psicólogo e investigador Ulf Dimberg demostró que las respuestas faciales y fisiológicas a estímulos emocionales (como expresiones faciales de ira o felicidad) se detectan antes que las emociones autoinformadas, indicando que el cuerpo reacciona antes que la mente consciente ante estímulos emocionales.
No es casualidad que, en el mundo de la negociación, la política o incluso el póker profesional se entrenen las habilidades para detectar estas fugas de información. Saber interpretar la comunicación no consciente es como tener subtítulos invisibles sobre lo que realmente siente el otro. Y, una vez que los ves, puedes usar esa información para guiar la interacción hacia donde más te interesa.
Escuchar también con los ojos
La escucha activa, explica García Pincho,” no se limita a oír lo que alguien dice. También consiste en observar cómo lo dice: su entonación, sus pausas, sus expresiones faciales. Muchas veces, lo que la boca calla, el cuerpo lo grita”. Y del mismo modo, aprender a gestionar tu propio lenguaje corporal puede ayudarte a dar la impresión adecuada. No se trata de falsear quién eres, sino de ser consciente de las señales que transmites y alinearlas con el mensaje que quieres proyectar.
Al final, la comunicación no verdal y no consciente — ahí es nada— es un recordatorio de que siempre estamos siendo leídos. Puede sonar intimidante, pero también es una oportunidad. Conocer sus claves te permite mostrar tu mejor versión, reforzar tu credibilidad y generar confianza. Y, en paralelo, te permite leer mejor a los demás, comprender lo que sienten, aunque no lo digan, y usar esa información para influir en el rumbo de una conversación o en la calidad de una relación. Al final, es un doble juego: lo que transmites y lo que captas. Y cuanto mejor manejes ambos planos, más posibilidades tendrás de conectar de verdad.