IKIGAI: La fórmula secreta japonesa para una vida más feliz

Andrea tiene 29 años. Ha estudiado y trabajado duramente para alcanzar su objetivo: tener una posición de Manager en el marketing de una importante multinacional. Tiene un buen sueldo, coche de empresa, puede viajar un fin de semana al mes a la playa o a alguna capital europea; cena en muy buenos restaurantes y tiene muchas amigas para irse de fiesta en locales de moda. Sin embargo, a veces se acuesta con una profunda sensación de vacío. Su vida parece carecer de sentido. Tiene todo lo que soñaba, pero no está satisfecha.

Francisco tiene 32 años, y es Asistente Social. Es el trabajo que siempre había querido hacer, tras sus estudios de sociología. No gana muchísimo, pero se siente realizado en ayudar personas y familias en dificultad. Es un trabajo muy demandante, y a veces le requiere hasta trabajar durante los fines de semana en campañas de recogidas de alimentos, pero la sonrisa de los niños a los que lleva comida y juguetes lo compensa todo. A veces se acuesta muy cansado, pero se siente en general feliz y realizado.

Andrea y Francisco consiguieron lo que deseaban, pero solo uno de ellos se siente plenamente realizado con su vida, y no es justamente el que mejor sueldo tiene.

En comparación con nuestros antepasados, vivimos en una época de bienestar material, pero a veces sentimos que carecemos de lo más sustancial. La pregunta fundamental que, por lo menos una vez, ha rondado en la cabeza de cada uno de nosotros es: ¿Qué es lo que le da sentido y propósito a la vida?

Es evidente que la respuesta no puede ser únicamente el dinero o la carrera, y tampoco solamente la familia o la diversión.

Tener una vida con sentido requiere alcanzar el equilibrio entre todo lo que es importante para nosotros.

Fácil decirlo, más difícil hacerlo realidad.

Hay un concepto japonés que me pareció iluminante para ayudarnos a descubrir, o mejor definir, nuestro propósito: él de Ikigai.

Ikigai en japonés significa justamente «razón de ser», o «razón de vivir». Se compone de dos palabras: iki (生き), que se refiere a la vida, y kai (甲斐), que significa «la realización de lo que uno espera y desea».

En la cultura de Okinawa, una isla del sur de Japón que tiene el mayor porcentaje de ultracentenarios del mundo, el Ikigai se concibe como una razón para levantarse por la mañana; es decir, un motivo para disfrutar de la vida. Parafraseando, se podría decir que vivir acorde con el Ikigai alarga la vida.

Según este concepto, estás en el centro del Ikigai cuando lo que haces está alineado a cuatro cosas fundamentales:

• Lo que amas hacer.
• Lo que eres bueno haciendo.
• Lo que te pueden pagar para hacer.
• Lo que el mundo necesita.

Casi todos intentamos vivir acorde con nuestro Ikigai, pero pocos lo consiguen de verdad. La mayoría de nosotros escoge una profesión en la que es bueno y para la que puede tener un buen sueldo, y luego satisface su necesidad de sentido a través de actividades paralelas que ama hacer y que tal vez brinden algún beneficio a la comunidad.

Existen varias combinaciones posibles, acordes con la figura de arriba, de cómo podemos catalogar las actividades que desempeñamos, dependiendo de cómo encajan en los cuatro pilares del Ikigai. Cosas que hacemos por pasión, como por ejemplo un hobby, tocar la guitarra o practicar algún deporte que se nos da bien y nos gusta hacer, como la natación o el yoga, pero que no brinda beneficios al mundo ni nos aporta dinero. Otras veces hacemos algo por misión, porque nos gusta y es beneficioso para el mundo, como actividades de voluntariado o activismo, pero que igual no hacemos tan bien y por las cuales tampoco nos pagan.

Combinar diferentes actividades que te permitan cubrir las cuatro áreas está bien y te proporciona cierto sentido de plenitud. Sin embargo, es solo un reflejo del Ikigai real, que alcanzas cuando los cuatro elementos se unen en la misma actividad.

Buscarlo debería ser una de las prioridades de nuestra vida.

Me sigue sorprendiendo que conceptos como estos no se enseñen en las escuelas secundarias. “Aprender a ser feliz” debería ser asignatura obligatoria.

Te invito a pensar en las actividades que desempeñas actualmente, tanto por trabajo como por pasión.

¿Podrías indicar dónde se encuentran en el mapa del Ikigai?

¿Has pensado alguna vez cómo podrías llegar al centro de tu Ikigai?

¿Alguna de las actividades que desempeñas podría ser modificada hasta incorporar lo que le falta para convertirse en tu Ikigai?

¿Hay alguna actividad nueva que puedas emprender para alcanzar tu Ikigai?

Las personas que quieran montar un negocio deberían conocer este concepto y reflexionar muy profundamente sobre ello antes de decidir en qué emprender. Dicen que “si consiguiéramos trabajar en lo que nos gusta hacer no tendríamos que trabajar ni un día en nuestra vida”. Todo sería diversión; y esto lo saben muy bien muchos emprendedores que han hecho de su pasión un negocio, y que a través de ello aportan valor al mundo.

En su famoso discurso a la Universidad de Stanford, Steve Jobs decía que la única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que se hace. Por esto, es tan importante encontrar lo que amamos hacer; no parar hasta que lo hayamos encontrado.

Esa misma exhortación te hago aquí hoy: “keep looking, don’t settle”.

Sigue buscando, no te conformes.

Hasta que des con tu Ikigai, que tu vida se llene de sentido y que puedas sentirte finalmente realizado.

Mucha suerte…

Marco Basile

Graduado en ADE, Marco Basile ha desarrollado su carrera durante veinte años en compañías multinacionales, asumiendo posiciones de responsabilidad creciente en el marketing, en las ventas, la dirección general y el desarrollo del talento.

Coach certificado por el Instituto de Desarrollo Directivo Integral de la universidad Francisco de Vitoria de Madrid, se dedica como actividad paralela al Coaching y Mentoring de jóvenes talentos que quieran desarrollarse en el mundo empresarial.

En 2021 lanzó su primer libro: ‘El Poder de tus Creencias – 20 Ideas Potenciadoras para dibujar la Vida que Sueñas’, en el que propone las creencias aprendidas en los primeros 40 años de su vida y que le han ayudado a conseguir muchos de los objetivos que se había marcado.