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El inexplorado territorio de la experiencia cercana a la muerte

La ciencia empieza a abordar las líneas difusas que separan la vida y el ocaso total en la experiencia cercana a la muerte. FOTO: Freepik.

Incógnitas razonables

La ciencia busca respuestas a qué sucede con la conciencia en torno a la muerte

En los límites entre biología y conciencia, científicos como Álex Gómez-Marín investigan qué ocurre cuando la vida roza la muerte. Su libro 'La ciencia del último umbral' indaga sobre ello.

Por María Corisco

3 DE NOVIEMBRE DE 2025 / 07:30

La muerte sigue siendo nuestro mayor misterio, incluso en la era de la inteligencia artificial y la exploración cuántica. Sabemos qué ocurre con el cuerpo cuando el corazón se detiene, pero seguimos sin saber qué pasa con la conciencia, con aquello que llamamos ‘yo’. ¿Desaparece? ¿Se transforma? ¿Puede una experiencia subjetiva persistir cuando el cerebro parece haber dejado de funcionar? ¿Qué sucede durante una experiencia cercana a la muerte con ese yo? Son preguntas antiguas y universales que la ciencia y la espiritualidad han intentado responder por caminos distintos. Una con datos, la otra con creencias.

Durante siglos, esa frontera pareció infranqueable. La ciencia miraba hacia lo demostrable y medible; la espiritualidad, hacia lo que solo podía intuirse o experimentarse. Pero en los últimos años empieza a surgir un punto de encuentro: algunos científicos están dispuestos a mirar más allá del laboratorio y a admitir que puede haber dimensiones de la experiencia humana que aún no sabemos estudiar, pero que tampoco podemos negar.

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De la UCI al laboratorio

Entre ellos está Álex Gómez-Marín, físico y neurocientífico, quien tras vivir una experiencia cercana a la muerte (ECM o NDE, por sus siglas en inglés) decidió abordar el tema desde donde pocos se atreven: desde la intersección entre rigor y asombro. Su libro La ciencia del último umbral no busca pruebas de lo invisible ni refugios espirituales, sino ampliar el marco de la ciencia para incluir lo que hasta ahora había quedado fuera de su alcance: la conciencia y sus límites, justo donde la vida toca el misterio.

Su punto de partida no es la fe, sino la experiencia. Una estancia en la UCI tras una operación le llevó a cruzar ese ‘último umbral’ del que habla el título. Es ese el territorio borroso entre la vida y la muerte, donde la conciencia parece disociarse del cuerpo. De aquel tránsito no regresó con certezas, sino con preguntas nuevas. Y, en lugar de archivarlas en el cajón de lo inexplicable, decidió investigarlas con las herramientas que conoce mejor: las de la ciencia. «Durante mucho tiempo la ciencia se centró en lo que podía medir», explica. «Pero hay fenómenos que no desaparecen por ser difíciles de medir. Tal vez necesitamos ampliar la mirada más que descartar lo que aún no entendemos».

Evidencias controvertidas

  • Estudios prospectivos, como el dirigido por el cardiólogo Pim van Lommel en Lancet muestran que alrededor del 18 % de los pacientes reanimados tras una parada cardíaca reportan experiencias similares. Entre ellas, sensación de separación del cuerpo, luz intensa, revisión de la vida o una percepción de paz profunda.
  • Más recientemente, la Universidad de Southampton llevó a cabo el proyecto AWARE (Awareness during Resuscitation, 2014–2023), con más de dos mil pacientes de quince hospitales. En varios casos documentaron actividad cerebral organizada durante breves instantes en pacientes en fase de reanimación. Este hallazgo desafía la idea de que la conciencia se apague de inmediato cuando cesa la función cardiaca.
  • Otros equipos, como el del neurocientífico Steven Laureys (Universidad de Lieja) y la psicóloga Charlotte Martial, analizan los recuerdos de quienes han vivido una ECM. Sus estudios en Frontiers in Human Neuroscience (2013, 2020) revelan que esos recuerdos son más vívidos y coherentes que los sueños o las alucinaciones, y activan regiones cerebrales similares a las de los recuerdos reales.

Estos datos no prueban la existencia de vida después de la muerte. Sin embargo, muestran que el cerebro puede generar experiencias complejas en estados límite y que la conciencia no se comporta de forma tan predecible como creíamos.

Hipótesis en debate

  • La más clásica es neurobiológica: las ECM serían producto de la hipoxia (falta de oxígeno), la liberación masiva de endorfinas o la activación de ciertos circuitos temporoparietales. El neurocientífico Kevin Nelson, de la Universidad de Kentucky, ha propuesto que el fenómeno podría estar vinculado a un fallo en el mecanismo que separa el sueño de la vigilia. Esta situación provocaría visiones y sensaciones fuera del cuerpo.
  • Otra línea apunta a que la actividad eléctrica cerebral no se extingue de forma instantánea. Investigadores de la Universidad de Michigan observaron en 2013 y 2023 un aumento súbito de oscilaciones gamma (vinculadas a la percepción consciente) segundos después del paro cardíaco en animales y humanos.
  • Pero también hay científicos que creen que reducir la conciencia a procesos neuronales es insuficiente. Gómez-Marín y otros físicos y filósofos de la mente sugieren que la conciencia podría ser una propiedad fundamental de la realidad, como el espacio o el tiempo, y que el cerebro actúa más como un modulador o transmisor que como su fuente única. Es una idea controvertida, pero no marginal: figuras como el físico Roger Penrose o el anestesiólogo Stuart Hameroff llevan décadas explorándola.
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Preguntas sin respuestas

El trabajo de Gómez-Marín se inscribe en esta corriente internacional que busca una ciencia más abierta, capaz de estudiar la conciencia sin reducirla solo a neuronas. En La ciencia del último umbral no hay dogmas ni misticismo, sino una pregunta legítima: ¿puede la ciencia seguir ignorando los testimonios de millones de personas que describen la experiencia cercana a la muerte?

Su propuesta es ampliar el método, no reemplazarlo. Combinar la observación empírica con la introspección, la medición con el sentido. «El problema no es que la ciencia haya ido demasiado lejos»,  escribe, «sino que quizá se ha atrevido demasiado poco».

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