"Esforzarme es lo que me da felicidad", Rafa Nadal sobre el vértigo de no tener objetivos. Foto: Getty
Cuando los trofeos se acaban
Rafa Nadal sin objetivos: cuando dejas de ser leyenda y te conviertes en una persona que se organiza como puede
Lo que nadie te cuenta de dejar el deporte de élite (y aplica a la vida mortal): no hay horarios, pero sí reuniones, niños y mucho gimnasio para no oxidarte.
Por Equipo Welife
18 DE AGOSTO DE 2025 / 14:00
Ni siquiera los mitos se libran del caos cotidiano cuando desaparece la agenda milimetrada de la élite. Rafa Nadal, tras 22 Grand Slams, no tiene calendario fijo, ni objetivos deportivos, pero sí entrenamientos sin gloria, madrugones por paternidad y algún que otro arroz con pescado cuando se puede. El retiro, por lo visto, también tiene curva de aprendizaje.
El vacío del después
Cuando un deportista profesional se retira, uno espera —casi por justicia poética— que se abra ante él una vida de orden, serenidad y amaneceres bien dormidos. Pero no. Lo que se abre, más bien, es un agujero de indefinición. Lo confirma Rafa Nadal: «Es un poco difícil decir cuál es el día a día, porque no hay una rutina como había antes».
Tras dos décadas viajando con la raqueta, cumpliendo horarios de competición casi militares y ajustando cada comida al calendario del circuito, ahora Nadal madruga por una razón más tierna: «Antes me levantaba con despertador. Ahora tengo un niño que me despierta. A las siete, más o menos».
¿Y después? Unas reuniones. Tal vez un evento. Tal vez nada. Y ese ‘tal vez’ es precisamente lo más difícil de gestionar para quienes han vivido en un ecosistema donde todo estaba pautado, desde la hidratación hasta el número de horas de sueño. «Yo creo que es un periodo de ir haciendo muchas cosas y entendiendo qué es lo que me gusta más o menos».
Ese periodo, dicen los psicólogos del deporte, puede ser delicado. El atleta pierde el marco, pero sigue teniendo el cuerpo, el hábito, la exigencia. Lo que falta es un nuevo sentido para todo eso.
La adaptación real
Nadal no se queja. No va con él. Pero entre líneas se lee el reajuste. Si antes entrenaba para ganar, ahora lo hace para no descomponerse: «Estoy haciendo gimnasio tres veces a la semana. Cardio, fuerza y rutinas básicas de cuando jugaba para proteger las rodillas y los hombros».
No hay cámara de eco ni ovación tras ese esfuerzo, solo el deseo de mantenerse en forma. Y, sobre todo, una necesidad de seguir en movimiento para no caer en la trampa del sofá. «Si lo dejo para última hora, siempre hay excusas. Prefiero empezar el día sabiendo que ya he cumplido».
La búsqueda de sentido aparece en proyectos como su academia en Manacor o su colaboración con NDL Pro Health, en cuyo podcast hace estas declaraciones. Pero incluso esas ocupaciones tienen un aire de ‘a ver por dónde me reencuentro ahora’. «Me gusta explorar cosas que me motiven. Este momento es también de aprender cosas que no sé».
El que ha sido leyenda tiene que decidir cómo ser persona otra vez. Sin perderse en la nostalgia ni en la necesidad de repetir la épica por otros medios. Nadal parece transitarlo con calma, pero también con la consciencia de que no es fácil.
Rutinas imperfectas
La rutina existe, pero es más frágil. Hay gimnasio, hay golf (cuando puede), hay partidos de fútbol con amigos («me he vuelto malísimo», dice entre risas), y hay comidas cocinadas por él mismo cuando el plan lo permite: «Me gusta el pescado. Hago arroz de pescado, sopa, paella… Sobre todo si estoy en el mar con amigos».
No hay dieta estricta. Nunca la hubo del todo. «Fui mejorando a mitad de carrera», reconoce, pero nunca fue un talibán nutricional. Hoy se permite caprichos, casi a diario: «Me gusta mucho el chocolate. El de leche, con almendra… con todo lo que pueda ser». Y sin embargo, sigue tomando suplementos —como el magnesio o los geles de energía— porque el cuerpo, aunque ya no compita, sigue necesitando mantenimiento. «Me ayudan a sentirme bien, me dan esa sensación de energía. Y con las articulaciones, es clave».
Este estilo de vida podría parecer liberador: sin presión, sin ranking, sin público. Pero también puede ser desconcertante. Porque si ya no hay que ganar, ¿cuál es el objetivo? Nadal lo resume así: «Levantarme sin tener algo que hacer no me funciona. Necesito objetivos. Esforzarme es lo que me da felicidad».
Nadal, nadie te entrena para no tener objetivos
La retirada no es un final dorado. Es un nuevo principio con menos mapas. No hay entrenadores para el después. No hay trofeos por saber gestionar una agenda abierta o por resistirse a la tentación de desaparecer. Pero hay algo que sí se puede entrenar: la voluntad de encontrar sentido, incluso sin público. Y en eso, Nadal sigue compitiendo. Contra el desorden, contra la inercia, contra la idea de que ya lo ha hecho todo. Y, por supuesto, contra Juan Matji, su socio en NDL Pro Health, al que reta en el podcast a superar sus 7,5 km pedaleando. Porque hay cosas que nunca cambian del todo.
Un último apunte: con este podcast buscan recabar fondos para la Fundación Rafa Nadal y la Fundación Cantabria Labs. El 50% de lo conseguido irá a la Fundación Rafa Nadal, a su proyecto Más que Tenis, que promueve la práctica de este deporte entre jóvenes con discapacidad, mientras que la otra mitad irá destinada a la Fundación Cantabria Labs, en concreto, a un proyecto con la Fundación Real Racing Club para seguir impulsando proyectos con impacto social, deportivo e inclusivo en Cantabria.