“Está demostrado que esos fragmentos ya están en nuestro cuerpo, en el aire, en el agua… pero seguimos igual”, Patricia Aymà, biotecnóloga de BenViro. Foto: Karina Tess, Unsplash
SOSTENIBILIDAD
En Murcia entrenan bacterias para fabricar plásticos biodegradables y sin dejar microplásticos en el camino
Mientras comemos y respiramos microplásticos, en Murcia ya los están eliminando. ¿La clave? Bacterias entrenadas y biotecnología circular.
Por Equipo Welife
12 DE AGOSTO DE 2025 / 14:00
Si le preguntas a la hija de Noelia Márquez, ingeniera industrial, a qué se dedica su madre, lo tiene claro: «Entrena bichos para que se coman la caca y hagan plástico bueno». Más allá de la ternura infantil, la definición es sorprendentemente precisa. Noelia es experta en sostenibilidad y, como ella misma admite, una antigua escéptica. «Cuando leí sobre el proyecto, pensé que era imposible. Que se lo habían inventado para quedar bien ante la aceleradora», recuerda entre risas. Hoy lidera junto a la biotecnóloga Patricia Aymà la startup Benviro, que produce plásticos biodegradables y sin microplásticos a partir de residuos orgánicos, como por ejemplo, la levadura agotada que resulta de hacer cerveza.
Patricia, TED Fellow y una de las 100 personas más creativas del mundo de los negocios según Forbes España, descubrió que ciertas bacterias podían transformar residuos en plásticos, un material valioso y biodegradable que, además no deja microplásticos ni tóxicos en el proceso.
«No es magia», explica. «Las bacterias ya hacen cosas útiles. Solo hay que crearles un entorno donde estén tan cómodas que se dediquen a lo que queremos: en nuestro caso, transformar residuos en plásticos biodegradables». Y sin microplásticos.
Para ello, trabajan con más de 260 especies diferentes, seleccionando las que mejor se adaptan a comer ciertos residuos y producir bioplástico compostable. El proceso ocurre cada día en su planta de Murcia, donde ya fabrican cinco toneladas semanales que puede desaparecer en el mar en tan solo 19 días —dependiendo del grosor o las condiciones ambientales pero 100% microplastics free–.
Microplásticos en la mesa y en el aire
Puede que «microplastics free» suene a eslogan de marketing –como el cruelty free de la cosmética, cuando, en España, desde hace muchos años está prohibida la comercialización de cremas, maquillajes, champús, etc, testados en animales–, pero la amenaza ya está servida en nuestros platos. «Nos obsesionamos con los pesticidas o los antibióticos en la comida, pero luego calentamos alimentos en plásticos o bebemos en botellas que sueltan microplásticos», señala Patricia. «Está demostrado que esos fragmentos ya están en nuestro cuerpo, en el aire, en el agua… pero seguimos igual».
El problema va más allá de los envases. Hasta el desgaste de neumáticos o las suelas de goma de esas sneakers de yoga que tanto nos gustan generan microplásticos invisibles que respiras y comes.
A pesar de ello, la legislación penaliza más a los bioplásticos que a los plásticos convencionales o reciclados, incluso sabiendo que estos últimos también generan residuos tóxicos. «Es un sinsentido», añade Noelia. «Un plástico reciclado contamina igual [y deja microplásticos] y, sin embargo, está exento de impuestos, mientras que un bioplástico compostable y libre de microplásticos, como el nuestro, paga lo mismo que un plástico del petróleo».
Plásticos sin microplásticos y que desaparecen… como debería ser
La propuesta de Benviro es sencilla y revolucionaria a la vez: bioplásticos que se integran en las máquinas de inyección convencionales, sin cambiar los procesos industriales, pero eliminando el impacto ambiental. Todo gracias a bacterias seleccionadas como si fueran atletas en un maratón microscópico. «Se trata de dejar de elegir entre lo cómodo y lo responsable», resume Patricia. «Ya es posible fabricar envases, textiles o productos que cumplan su función… y luego desaparezcan sin contaminar. Pero las empresas tienen que querer…».
Bacterias que trabajan por nosotros
Detrás del proceso hay ciencia y evolución. Literalmente. Las bacterias que utilizan tienen ciclos de vida muy cortos, por lo que evolucionan y se adaptan a su entorno con rapidez, como en una versión acelerada de Darwin. Algunas mutaciones mejoran su capacidad para sobrevivir y producir más bioplástico. Así, las seleccionan y entrenan generación tras generación.
«Es como ponerlas a competir en una maratón: la que mejor se adapta, gana y se multiplica», explican. «Tenemos bacterias tan especializadas que, en reactores de 20.000 litros, solo crece la que queremos, porque el entorno está tan bien ajustado a ella que ninguna otra sobrevive».
Además, cuentan con 267 especies diferentes, capaces de adaptarse a distintas matrices de residuos orgánicos, ya que no todos los restos alimentarios tienen la misma composición. El resultado: bioplásticos a medida, según el tipo de residuo y uso final.
Sostenibilidad con un nuevo relato
Uno de los grandes frenos, explican, no es la tecnología, sino la normativa. «Un plástico compostable y libre de tóxicos no debería pagar lo mismo que uno del petróleo. Ni mucho menos menos que uno reciclado, que sigue generando microplásticos», denuncia Noelia.
Además, reciclar plástico no es tan limpio como parece. Se necesitan aditivos tóxicos y, en muchos casos, se mezcla con plástico virgen. Y pese a todo, seguimos culpando al consumidor: que si lava los envases, que si elige el contenedor correcto, que si lleva su propia cuchara de casa. Pero, ¿acaso alguien pidió que la bandeja en la que nos venden el pescado limpio tenga tres tipos de plástico?
¿Y si hacemos la sostenibilidad sexy otra vez?
Durante años, la sostenibilidad fue un valor deseable. Luego llegó el greenwashing y muchos se desencantaron. En BenViro creen que es el momento de recuperar ese deseo por lo limpio, lo justo y lo honesto. «Al final, somos adictos al plástico. Y como toda adicción, nos contamos las historias que necesitamos para justificarla», dicen. «Pero hay alternativa. La tecnología existe. El conocimiento también. Y la industria podría adaptarse sin apenas dolor».
Su bioplástico se puede moldear con las máquinas actuales, su uso es idéntico al convencional… y desaparece sin dejar rastro. El problema, de nuevo, no es técnico: es político y económico. «La clave para que dejemos de tener microplásticos en el cuerpo la tiene el gobierno. Si incentiva el bioplástico y penaliza el tóxico, el cambio será inevitable».
Además de por el planeta, es por nuestra salud
Patricia propone enfocar la sostenibilidad desde la salud humana: «Nos preocupa si un filete lleva antibióticos o si una fruta tiene pesticidas… pero luego usamos plásticos que liberan tóxicos o microfragmentos invisibles. Todo eso también nos lo comemos».
Y aunque los efectos no sean tan visibles como una intoxicación, ya hay estudios sobre su acumulación en órganos, sus efectos hormonales y su vínculo con la inflamación crónica. 2Si nos dijeran que tenemos microplásticos en el riñón, que nos están inflamando y enfermando, saltarían todas las alarmas. Pero como no lo vemos aún con claridad, seguimos igual».
El futuro ya está aquí… solo falta quererlo
Benviro tiene la tecnología, la infraestructura y el conocimiento para escalar: de las cinco toneladas semanales actuales a más de 20.000 al año. «Si fuéramos bacterias, ya habríamos evolucionado», bromean.
Mientras tanto, siguen entrenando microbios que limpian el planeta en silencio… y sueñan con que algún día, decir «esto es de plástico», no dé miedo, sino esperanza. Como bien resume la hija de Noelia: «Mi mamá entrena bichos para hacer plástico bueno». Y tal vez, eso sea justo lo que necesitamos.