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Para cuidar de los padres cuando son mayores es básico trabajar la empatía y evitar caer en el paternalismo.
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El cuidado de los padres mayores puede generar ansiedad. Una experta explica cómo hacerlo con empatía y sin caer en el edadismo.
Por Paka Díaz
23 de septiembre de 2024 / 17:33
A partir de los 35-40 años muchas personas se dan cuenta de que empieza el momento de cuidar de sus padres. Con un trabajo y familia propia, este reto puede provocar sentimientos abrumadores de culpa y ansiedad. Una experta explica cómo gestionar eficazmente estas responsabilidades al tiempo que se promueve el autocuidado y se fomentan relaciones intergeneracionales saludables.
Para Claudia Gómez, CEO y cofundadora de Senniors –una plataforma de cuidado para personas mayores– el interés por este campo surgió de un proyecto anterior de servicios para el cuidado de niños y del hogar. “Un tercio de los clientes solicitaba ese mismo servicio para personas mayores”, apunta. Además, confiesa que ella y su socio, José De Diego Abad tienen “fuertes raíces familiares. Eso nos llevó a plantearnos cómo proporcionar un modelo innovador de cuidados a nuestros familiares mayores, con soluciones adecuadas a cada momento y necesidad”.
A partir de los 35-40 años suele ser el momento en que la mayoría de las personas tienen que empezar a cuidar de sus padres. “Es una etapa difícil”, señala la experta, “ya que la relación padres-hijos comienza a cambiar a partir de esta edad”. En muchos casos, puntualiza, “el punto de inflexión radica en el momento en el que percibimos que nuestros padres comienzan a necesitar cierto acompañamiento a la hora de tomar decisiones, o incluso ayuda si aparece cualquier grado de dependencia”.
Cuando el cambio es súbito –por ejemplo, por accidentes como un ictus– suele ser traumático. Porque, como señala Gómez, “los papeles se invierten y pasamos de ser hijos a ser cuidadores de nuestros padres sin previo aviso. Algo para lo que no solemos estar preparados ni sabemos hacerlo”. Al crear Senniors su objetivo fue generar un nuevo modelo transformador en el mundo de los cuidados a mayores y dependientes. Un conocimiento que trata de poner al servicio, también, de sus familiares. Para no caer en la infantilización o el paternalismo en la relación con las personas mayores. Asimismo, para librarse de la culpa y las frustraciones, sentimientos frecuentes cuando se trata de cuidar de los progenitores.
Algo que destaca la especialista es que hay que ponerse en la piel de las personas mayores. “Para ellos tampoco es fácil asumir que su situación evoluciona y pasan de ser personas completamente autónomas e independientes a todo lo contrario y que, además, sus hijos toman el rol de tutores de sus decisiones”, subraya. Por eso, recomienda “ponerse en manos profesionales”. Eso puede proporcionar herramientas para “gestionar estas situaciones y saber dar respuesta a las distintas necesidades que irán surgiendo a lo largo del tiempo de forma personalizada”.
Además, resalta la importancia del autocuidado. “Para poder cuidar bien debemos estar bien nosotros mismos. Si no es así, se produce el llamado Síndrome del cuidador, que tanto daño provoca”, advierte. Para ello, sugiere “disponer de momentos de respiro, tanto a nivel físico como emocional”. Por ejemplo, aconseja disponer de momentos diarios de desconexión fuera del entorno de los cuidados, durante los cuales nos pueda suplir otra persona. También intentar mantener hábitos y rutinas saludables.
Ante la gran responsabilidad de cuidar a tus padres y al afrontar el cambio de roles, se puede llegar a sentir culpa o ansiedad. “Estos sentimientos son humanos y nacen de la autoexigencia de dar a nuestros padres los mismos cuidados que recibimos de ellos”, recuerda la CEO. Además alerta de que se puede generar ansiedad “por sobrecargarnos con tareas que sentimos que nos corresponden, pero para las que no estamos preparados”.
A veces también se corre el riesgo de infantilizar a las personas mayores y tratarlas como niños. “Precisamente el cambio de roles dentro de la relación familiar con nuestros padres es lo que provoca esta situación. La clave está en analizar y entender muy bien las necesidades que pueden surgir en el momento del cambio. Relacionarnos con ellos desde el cariño y la atención pero, sobre todo, del respeto y la escucha activa”, sugiere la experta.
Uno de los síntomas del edadismo es estereotipar a las personas mayores. Considerar que todas son iguales. “Estamos viviendo un cambio de paradigma debido a una esperanza de vida mucho más longeva. Esto provoca que surjan clasificaciones como cuarta edad. Hay que tener claro, por ejemplo, que no tiene nada que ver una persona de 68 años con una de 92”, comenta la experta. Por ello “es fundamental que no sientan que somos nosotros quienes decidimos por ellos, sino que deben tener la sensación de que les acompañamos y les ayudamos a realizar los cambios necesarios y a encontrar la mejor solución en cada momento”.
Lo ideal, recalca Gómez, es mantener esa inclusión de los mayores, en lo posible, en las decisiones que atañen a sus vidas, incluso, cuando el grado de dependencia sea elevado, “deben poder sentirse partícipes de las decisiones. Sin el sentimiento de sobreprotección que tanto daño les puede ocasionar.” Además, anima a “cuestionar los estereotipos negativos. Evitar los matices peyorativos relacionados con la edad y fomentar la inclusión y la participación a nivel social.”
En cuanto a las recomendaciones que Claudia Gómez da para cuidar a los padres cuando sean mayores y fomentar relaciones intergeneracionales saludables pone el ejemplo de su relación con sus propios padres. “Como tantas otras personas de su generación han sido personas muy independientes. Autónomas, y que siempre han llevado las riendas de su vida. Nos han transmitido unos valores familiares fuertes y sólidos que son los que hoy día transmito a mis hijos”, explica.
Para que sean ellos mismos, y los padres de cualquier persona que esté leyendo estas palabras, quienes puedan decidir su futuro por sí mismos, la CEO de Senniors señala que “es importante anticipar voluntades adelantadas, por duro que parezca a veces. Para que, una vez llegado el momento, tengamos clara su opinión ante situaciones determinantes. Y ser muy respetuosos con cualquier decisión que ellos mismos puedan tomar”.
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