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"Con este tratamiento eliminamos líquidos, desinflamamos, mejoramos la microcirculación y devolvemos el brillo al rostro. Los rasgos se redibujan y la expresión se despierta", Silvia Oliete, directora del centro Blauceldona, en Barcelona. Foto: Antonika Chanel, Unsplash

BELLEZA

El arte del lifting sin tecnología ni bisturí: cuando las manos superan a las máquinas

Sin quirófano, láser ni radiofrecuencia: la ciencia (y el arte) del masaje facial profundo que redefine tu cara desde dentro.

Por Silvia Capafons

10 DE AGOSTO DE 2025 / 08:00

Un tratamiento facial en el que no hay masaje manual es, para muchos, incompleto. Le falta sensorialidad, ese pellizqueo de dedos y palmas que relaja, reafirma y, de paso, te reconcilia con el espejo. Y no solo por placer: pocas máquinas igualan su eficacia. Entre el gran elenco de masajes faciales, el de remonte se considera uno de los más completos. Trabaja a cuatro niveles: piel, musculatura, fascia y circulación linfática. Lo que viene siendo un lifting sin bisturí, pero con manos.

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El rostro también acumula estrés y líquidos

Como el cuerpo, la cara también acusa el cansancio, las tensiones, la mala circulación sanguínea y linfática. Todo eso se traduce en inflamación, piel apagada y menos elástica. Y, a lo largo plazo, en pérdida de firmeza. Ahí es donde entra el masaje de remonte: una técnica global, profunda y con resultados visibles. 

Lo explica la experta en estética Silvia Oliete, directora del centro Blauceldona y creadora de este masaje. «El rostro cuenta con un intrincado sistema de canales linfáticos, vasos sanguíneos, grasa, músculo y piel. Todos dependen unos de otros para funcionar. Con este tratamiento eliminamos líquidos, desinflamamos, mejoramos la microcirculación y devolvemos la luminosidad al rostro. Los rasgos se redibujan, la expresión se despierta y la piel brilla». 

Kobido también remonta, pero de otra forma

Hay quienes entienden que el tradicional masaje japonés kobido es también de remonte. Y no van desencaminados: también es manual y ofrece un efecto lifting natural y sin cirugía. Pero el enfoque es distinto.

Kobido es más energético, relajante, casi meditativo. Nació en Japón como parte de la medicina tradicional y estaba reservado a las emperatrices. Se centra en equilibrar energía, chakras y mente. El de remonte, en cambio, es más técnico y va directo al músculo. Uno trabaja el chi. El otro, la fascia.

El ritmo también cambia. Kobido es más ritual: alterna presiones, percusiones y drenaje linfático. El de remonte es firme, intenso y se concentra en pómulos, óvalo, mandíbula y cejas. El objetivo: redefinir contornos. El método: sin prisas pero sin pausas.

La energía vital también se masajea

Sunny Cho, facialista e hija de acupuntor, mezcla kobido con otra técnica asiática: K-Meridianos. Su masaje incluye puntos vitales que activan la circulación, promueven la renovación celular, estimulan la producción de colágeno y elastina y hasta relajan el sistema nervioso y la ansiedad. Todo con apoyo de la cosmética coreana.

«Kobido trabaja 16 músculos del rostro, cuello y escote», explica. «Activa la energía Oi, que en la medicina china es la fuerza de vida que mantiene el equilibrio de la salud física, emocional, mental y espiritual”. Un chute de luz (y chi) en cada sesión.

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57 músculos y una aguja de oro

El método Masc Facial, creado por la brasileña Alessandra Scavone –pionera en yoga facial, va un poco más allá. En él se trabajan los 57 músculos de la cara (es decir, todos) mediante una técnica que mezcla yoga facial, acupuntura y masaje profundo. El ritual incluye agujas de oro y plata para relajar puntos de tensión, masaje completo –incluido el cuello, escápulas y hasta el interior de la boca–, y cosmética orgánica para activar aún más la microcirculación. «Hay que tratar cada músculo por partes. Si lo levantamos todo de golpe, el efecto no dura», afirma Scavone.

El tacto es insustituible 

Por muy avanzada que sea la tecnología estética, hay algo que no se puede replicar: el tacto humano. Ni el más moderno de los aparatos es capaz de leer lo que perciben unas manos entrenadas. «Las manos establecen una relación única entre la especialista y la clienta», subraya Silvia Oliete. «Me dan información sobre la piel, me ayudan a entender el problema y a decidir cómo tratarlo. A mi clienta le aportan confianza. Y esa relajación, esa entrega, es parte del tratamiento”.

Hay cosas que no vibran, no emiten ondas ni se enchufan. Pero funcionan. Sobre todo si llevan crema y tacto.

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