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Algunos remedios naturales pueden ser una herramienta eficaz de apoyo a la digestión. No hacen magia, pero ayudan. Foto: Anna Tarazevich / Pexels

CUERPO

Remedios naturales de abuelas sabias para una digestión sin sobresaltos

Las abuelas lo tenían claro: digestión fastidiada, remedios caseros al rescate. La ciencia los avala, y el estómago respira tranquilo.

Por María Corisco

4 DE AGOSTO DE 2025 / 07:30

Desde tiempos remotos, las plantas medicinales, las infusiones caseras y ciertos rituales cotidianos han sido refugio para la mala digestión. No es raro que las abuelas tuvieran remedios para todo. Y supiera cuándo hervir manzanilla, cuándo pelar una manzana y cuándo decir «bebe esto, que te sentará bien». Hoy, ese saber antiguo no solo se rescata: se respalda con ciencia y experiencia clínica.

Lo que antes eran soluciones caseras sin más pretensión que aliviar, ahora se integran como estrategias eficaces en el cuidado del sistema digestivo. La inflamación, la acidez, el estreñimiento o los gases encuentran en estos aliados naturales una forma suave y respetuosa de abordarse. Y no es magia: es fisiología con memoria.

Inma Borrego, especialista en salud digestiva y autora de Lo que tu mente calla, tu intestino lo grita (Ed. Zenith), lo resume así: «No hace falta esperar a tener un problema serio para empezar a cuidar el sistema digestivo. Cuando el cuerpo empieza a susurrar –las digestiones se hacen pesadas, sientes hinchazón, el tránsito no va bien–, es el momento de prestarle atención». Porque el cuerpo avisa. A veces en voz baja. Cinco remedios de abuela para aliviar la mala digestión y uno para tratar de evitarla.

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Un chupito que prepara el terreno

Antes de sentarse a la mesa, hay quien reza, quien da las gracias y quien –como recomienda Borrego– se toma un chupito. No de licor, sino de aceites y ácidos que estimulan las secreciones digestivas: bilis, enzimas, jugos gástricos. La receta es sencilla: una cucharada de aceite de oliva virgen extra (o de coco), el zumo de medio limón y, si sienta bien, una pizca de jengibre en polvo. Otra opción: sustituir el limón por vinagre de manzana sin pasteurizar.

Este pequeño ritual, tomado media hora antes de la comida principal, puede marcar la diferencia. Aunque no es apto para todos: quienes padecen gastritis o reflujo deberían evitarlo o consultarlo antes con un profesional. Porque incluso lo natural, en exceso o mal indicado, puede dejar de ser amable.

El arte de evacuar sin prisa

El estreñimiento rara vez avisa con urgencia, pero incomoda y desgasta. «La rutina es clave», señala Borrego. Tomarse unos minutos cada mañana, respirar profundo, estirarse, beber algo caliente y, sobre todo, no reprimir las ganas de ir al baño. Parece obvio, pero muchas veces no lo hacemos.

Algunos remedios naturales pueden ayudar: el mismo chupito digestivo (esta vez sin jengibre y tomado en ayunas con agua templada), un poco de aloe vera puro antes de las comidas (entre 10 y 30 ml, una o dos veces al día) o el uso puntual de fibras como el psyllium, las semillas de lino o incluso el agua de mar (la que venden, no la recojas). Pero con mesura: «El uso prolongado de laxantes naturales puede hacer que el intestino se vuelva perezoso», advierte Borrego. Más no siempre es mejor.

El hígado también tiene voz

A veces olvidamos que una buena digestión empieza mucho antes de que la comida llegue al estómago. El hígado y la vesícula biliar juegan aquí un papel crucial. ¿Cómo apoyarlos? Con gestos tan sencillos como una cucharada de aceite de coco o de oliva en ayunas, acompañada de un poco de agua templada, o con infusiones de plantas amargas como el boldo, el diente de león o la cassia, tomadas tras el desayuno. Importante: conviene preparar estas infusiones con poca agua, para no diluir las enzimas digestivas. La medicina de lo sencillo, una vez más, tiene sus reglas.

Diarrea: cuando todo va demasiado rápido

La diarrea no siempre es grave, pero sí desgastante. La clave está en regular con suavidad y reponer líquidos. Una manzana rallada cocida con canela –rica en pectina– puede ayudar a calmar el intestino. También las infusiones suaves, como la manzanilla, y, sobre todo, una buena hidratación con electrolitos. Escuchar al cuerpo también es saber cuándo parar.

Plantas que acarician el estómago

El ardor, la gastritis, las pequeñas úlceras… todos esos cuadros donde el estómago parece pedir tregua tienen también su respuesta en el mundo vegetal. Inma Borrego destaca dos nombres poco conocidos pero muy eficaces: el regaliz desglicirrizado (DGL) y el kudzu.

El primero actúa como un antiinflamatorio natural que protege la mucosa gástrica y ayuda a curar el revestimiento del estómago y el esófago. Se puede tomar en extracto o, de forma puntual, simplemente chupando un trocito de raíz. El segundo, el kudzu (una raíz originaria de Asia), es un almidón terapéutico con propiedades calmantes. Se prepara disolviendo una cucharadita en agua fría, calentando hasta que espese, y bebiéndolo fuera de las comidas. Se puede enriquecer con media cucharadita de umeboshi (una pasta de ciruela fermentada japonesa) para potenciar su efecto.

El regaliz no está recomendado para personas con hipertensión y el kudzu puede interferir con la función tiroidea, por lo que conviene evitarlo si hay hipotiroidismo.

Gases, hinchazón y el arte de no explotar

Aquí vuelve a entrar en escena el chupito digestivo. Pero también los masajes abdominales, las frutas cocinadas con canela (como la manzana o el plátano), las infusiones con especias carminativas (anís, hinojo, comino), o los toques de amargo –como el diente de león– que estimulan la bilis y favorecen la limpieza digestiva. Como todo en el cuerpo, la digestión no ocurre en compartimentos estancos. El intestino habla de cómo comemos, pero también de cómo vivimos.

Escuchar antes de que grite

“Los síntomas no aparecen de la noche a la mañana”, recuerda Borrego. “El cuerpo primero susurra. Si no escuchamos, acaba gritando”. Los remedios naturales no sustituyen un tratamiento médico, pero pueden ser valiosos aliados para acompañar, prevenir y entender mejor lo que nos pasa. Tal vez el futuro de la salud digestiva no esté solo en una cápsula ni en una dieta milagro, sino en recuperar algo que ya sabíamos: que cuando nos tomamos el tiempo de escuchar al cuerpo, muchas veces él nos dice exactamente lo que necesita.

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