
el dolor puede convertirse en una energía de cambio. Puede redefinir límites, creencias, relaciones. Puede impulsarnos a cuestionar lo que antes dábamos por hecho y abrir espacio a nuevas formas de estar en el mundo. Foto: Karolina Grabowska / Pexels
Verdades incómodas
«La vida no está diseñada para hacernos felices, sino para desafiarnos»: lo que el dolor tiene que enseñarte, según Álex Rovira, experto en desarrollo personal
Dicen que hay que ser positivos siempre, pero ¿y si el dolor es el invitado incómodo que realmente nos despierta? Álex Rovira propone dejarle entrar.
Por María Corisco
6 DE AGOSTO DE 2025 / 14:00
Has aprendido a huir del dolor. A taparlo con ocupaciones, a sofocarlo con ruido, a ignorarlo con prisas. En una cultura que valora la positividad constante, el sufrimiento resulta incómodo, casi vergonzante. Sin embargo, hay momentos en los que es imposible evitarlo: una pérdida, un fracaso, un giro de vida inesperado. Y es justo ahí, en el corazón mismo de esa herida, donde algo empieza a moverse. Aunque no lo sepas en ese instante, aunque te resistas, muchas veces no viene a destruirte, sino a revelar algo de ti. Hay que aprender a superar el dolor (y usarlo en nuestro favor).
Cuando las certezas se desmoronan, emerge lo esencial
Cuando las certezas se desmoronan y las máscaras caen, «emerge lo esencial. Lo que somos sin adornos. Lo que importa de verdad. Y a veces, por mucho que nos duela reconocerlo, ese quiebro es lo que necesitábamos para empezar de nuevo desde un lugar más honesto y profundo», explica Álex Rovira, quien ha reflexionado sobre este proceso —tan humano como universal— en su último libro, Homo Solver, escrito junto a Francesc Miralles.


El dolor, un maestro incómodo que transforma
Se trata de una obra que no solo ofrece herramientas para afrontar los desafíos de la vida, sino que «reivindica la herida como un punto de partida, no como un final», señala Rovira, quien explica que «el dolor es un gran maestro. Es el mensajero incómodo que nos quita las distracciones, nos devuelve al presente y muchas veces nos obliga a cambiar cuando ya no podíamos postergarlo más».
Y no lo dice desde la teoría, sino desde la observación profunda de los procesos humanos. Según él, muchas personas llegan a descubrir su propósito o a conectar con lo que verdaderamente desean tras una catástrofe personal. La herida, dice, «nos despoja de todo lo secundario» y nos muestra que «la mayoría de los deseos que tenemos son verdaderos productos de lujo».
La vida no está diseñada para hacernos felices
Esta visión entronca con una idea que atraviesa todo el libro: «la vida no está diseñada para hacernos felices, sino para desafiarnos». Y no como castigo, sino como oportunidad de crecimiento y conciencia. «En la medida en que aportamos soluciones, valor y presencia —a nosotros mismos y a los demás—, aparecen los pellizcos de sentido, de alegría verdadera», dice Rovira.
Desde esta perspectiva, y aunque no resulte sencillo, aceptar que el dolor forma parte del camino no es resignación, sino madurez. «La vida es ir al centro de tu laberinto para luego salir de él y acompañar a otros hacia su propio centro», afirma. Este viaje, conocido en psicología y mitología como el viaje del héroe, implica atravesar la oscuridad para encontrar la propia luz.
¿Por qué cuesta tanto superar el dolor?
Pero ¿por qué cuesta tanto escuchar al dolor? Tal vez porque hemos aprendido a tenerle miedo o porque nos incomoda sentirnos vulnerables. Sin embargo, como insiste Rovira, «el dolor no miente ni se disfraza. Si algo duele, es señal de que hay algo que hay que mirar, sanar, soltar».
El dolor rompe las máscaras
El dolor rompe las máscaras, asegura el autor: «Despoja las capas falsas. Nos vuelve más humildes y auténticos. Refina el propósito. Y, con el tiempo, ese proceso puede dar lugar a una forma de sabiduría distinta: no la del saber acumulado, sino la del corazón que ha atravesado su propio laberinto».
No idealizar el sufrimiento, sino reconocer su valor
No se trata de buscar el sufrimiento o de idealizarlo, sino de reconocer que no todo lo valioso viene envuelto en alegría. A veces, la claridad nace del desconcierto. «Cuando el dolor nos visita, no lo tapemos con ruidos. Démosle espacio, escuchemos qué quiere mostrarnos. Si lo atravesamos, si lo habitamos sin regodearnos, puede transformarse en una fuerza creativa”, propone Álex.
Superar el dolor como combustible para el cambio
Esa es la gran enseñanza: el dolor puede convertirse en una energía de cambio. Puede redefinir límites, creencias, relaciones. Puede impulsarnos a cuestionar lo que antes dábamos por hecho y abrir espacio a nuevas formas de estar en el mundo. Por eso, como sintetiza Rovira, «vale la pena hacernos preguntas que no tienen respuesta inmediata. Vale la pena perdernos y reconstruirnos. Atravesar el dolor con conciencia no solo nos transforma a nosotros, sino que nos hace más capaces de acompañar también a los demás».
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