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PSICOLOGÍA
¿Conoces las 5 heridas emocionales de la infancia que marcan tu vida?
Las vivencias traumáticas que experimentamos de pequeños pueden llegar a ser determinantes en la manera en la que vemos el mundo. Tomar conciencia de ellas son el primer paso para sanarlas.
Por Mónica Heras
01 DE MARZO DE 2022 / 19:53
Los expertos hablan de que las heridas emocionales de la infancia son lesiones psíquicas de traumas no resueltos, capaces de aparecer en nuestra vida adulta y manifestarse en distintas formas. A grandes rasgos podríamos decir que determinan nuestra personalidad, la forma en la que nos enfrentamos a la vida y la gestión de las emociones.
Identificarlas y conocer de dónde provienen es el primer paso para sanarlas. Son 5 y suelen ir de la mano de unas máscaras tras las que se manifiestan obsesiones, dependencias, trastornos, etc.
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Las heridas emocionales de la infancia
Cuando hablamos de heridas emocionales, nos referimos a impactos que han producido una reacción emotiva en nosotros y que de algún modo no hemos podido superar, integrar o liberar. Estas generan una gestión disfuncional de las emociones y nos impiden ser auténticos.
Se producen en las etapas de gestación, nacimiento e infancia, y para entender mejor de qué manera afectan en nuestra vida adulta, hemos hablado con Jesús Cabrero, experto en terapia regresiva, EMDR, hipnosis clínica y terapeura de Anatheoresis.
Para él, podríamos hablar de tantas heridas como personas, aunque se centra en las 5 heridas emocionales que describe la autora Lise Bourbeau, las cuales se producen en la infancia y periodos perinatales:
- Rechazo
- Abandono
- Humillación
- Traición
- Injusticia
Herida del rechazo
Es una herida que se produce entre el momento de la concepción y el primer año de vida. Este tipo de personas tienen la sensación de “no tener derecho a existir”, generando la mascara del “huidizo” para poder sobrellevar su dolor. Se sienten desvalorizados y pasan desapercibidos. Propician situaciones que les hagan huir y deslindarse del mundo. Se sienten incomprendidos y son miedosos.
Herida del abandono
Son personas que sienten carencias afectivas profundas y a menudo se presentan como víctimas, necesitados de presencia, atención y apoyo. Tienen dificultades para hacer o decidir cualquier cosa por sí mismos, así como para poner límites. Su miedo a ser abandonados genera una máscara de dependencia emocional.
Herida de humillación
Esta suele producirse por una carencia de libertad durante la etapa que va del primer al tercer año de vida. Surge una sensación de humillación debido al control excesivo del progenitor, por lo general la madre. Se avergüenzan de sí mismos y de los demás, y es frecuente que ignoren sus necesidades. La máscara bajo la que se esconde es la del masoquismo, llegando a encontrar placer en su propio sufrimiento.
Herida de traición
Se genera frente a una pérdida de confianza o expectativas no satisfechas y suele producirla el progenitor de sexo contrario. Quién padece esta herida actúa siempre de una forma muy responsable, es fuerte y hace grandes esfuerzos por ser especial e importante. Pueden llegar a ser manipuladores, seductores y están convencidos de que siempre tienen la razón. Su máscara es el control y raramente confía en otros.
Herida de injusticia
Cuando tenemos esta herida, se produce un bloqueo de la individualidad y vivimos buscando el perfeccionismo. Suelen ser personas que ocultan sus sentimientos y con una gran dificultad para pedir ayuda. Les cuesta mucho dejarse llevar por momentos de placer sin sentirse culpables y la máscara que desarrollan es la rigidez.
¿Cómo se generan las heridas emocionales en la infancia?
Jesús incide en que cualquier situación da lugar a una respuesta emocional. Dependiendo de la intensidad del impacto y de la edad en la que lo recibimos, así será el trauma. Eso sí, debemos tener en cuenta que aquellas vivencias que suceden durante las primeras etapas de vida, generan heridas más profundas debido a la incapacidad que tenemos para procesarlas a causa de un cerebro inmaduro.
Durante la gestación, cualquier emoción o estado de ánimo de la madre incide directamente en el bebé, produciendo los primeros estratos emocionales sobre los que se fundamentará su personalidad. Estos impactos son almacenados y llegan a ser determinantes, no solo emocionalmente, sino también fisiológicamente.
Al recibir un impacto emocional, ya sea positivo o negativo, nuestro cerebro genera una química especifica. Unos neuropéptidos que producen un efecto en nuestro cerebro y que originan un pensamiento relacionado con este suceso. Posteriormente estos pensamientos pasarán a ser recuerdos, creando una emoción análoga a la inicial de forma repetida.
«Con el tiempo el pensamiento, el recuerdo y la emoción acabarán fusionados, y podríamos decir que ya hemos memorizado la emoción, cediéndola al sistema nervioso autónomo y generando una serie de respuestas automáticas de las que la mayoría de las veces no somos conscientes.»
Cómo superar las heridas de la infancia
Jesús Cabrero nos habla de la terapia regresiva Anatheóresis, creada por Joaquín Grau. «En ella acompañamos al paciente para revisar y vivenciar de nuevo esos impactos que generaron las heridas en sus primeros años de vida, dándoles la oportunidad de tener lo que en su momento no tuvo: discernimiento. De este modo los puede integrar, liberar, trascender…»
Además, dentro del sistema que propone , una vez resueltos los conflictos, ayudamos al paciente a dar sentido a su nueva forma de entender la vida y encontrar su propósito. Sin duda, una buena manera de entender el pasado desde el presente para mejorar nuestro futuro.
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