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PSICOLOGÍA
¿Debemos abrazar el miedo y dejarlo salir? Según los expertos, si lo escuchamos y nos enfrentamos a él, puede convertirse en el impulso que necesitamos para hacerlo desaparecer.
Por Andrea Verdejo
27 de enero de 2022 / 13:00
Desde que somos niños se nos pregunta cuál es nuestro mayor miedo. Las respuestas varían con la madurez y el paso del tiempo. De pequeños solemos contestar que nuestro mayor miedo son las arañas, los monstruos y los fantasmas. Sin embargo, después los miedos evolucionan y se vuelven más complejos y profundos.
El miedo se define como una «sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario»; también como un «sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea». Y a pesar de que nos puede parecer inútil o hacernos sentir impotentes, el miedo cumple una función.
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A menudo compartimos frases a través de las redes sociales o nos sorprendemos diciendo a nosotros mismos y a otros que «no hay que tener miedo», y lo cierto es que sin él no podríamos sobrevivir. Este sentimiento, junto con el de alegría, tristeza, sorpresa, ira y asco, forma parte de nuestras emociones primarias, y en concreto su función es la de protegernos y ponernos en alerta cuando se presenta un peligro.
Sentir miedo es inevitable. Sin embargo, el psicólogo Rafael Santandreu, autor del libro Sin miedo, distingue entre «miedos irracionales o excesivos y miedos racionales y suaves». La gran diferencia entre ellos, señala, se encuentra en que «los segundos son buenos, te previenen de las amenazas auténticas. Los miedos irracionales son una tortura y no sirven para nada. Y esos miedos irracionales son debido a un fenómeno que en psicología llamamos miedo al miedo o el círculo vicioso del temor».
En general, sin entrar a distinguir entre miedo racional e irracional, el miedo es una emoción que reacciona en función de nuestros patrones mentales, nuestras creencias y pensamientos. Aunque no es una sensación agradable, el miedo en sí mismo es positivo, nos ayuda a alejarnos de un suceso para el cual todavía no estamos preparados.
¿Y si además el miedo es capaz de guiarnos hasta alcanzar la mejor versión de nosotros mismos?
Al igual que la ansiedad manda una señal a nuestro cuerpo que requiere ser atendida y no ignorada, el miedo actúa de la misma forma. El miedo nos limita. No enfrentar nuestros temores puede impedirnos aprovechar las oportunidades que se nos presentan. Puede que, por ejemplo, sintamos miedo a quedarnos estancados en una situación –como un puesto de trabajo o una relación que nos hace infelices– y apartar los pensamientos que nos preocupan no conseguirá solucionarla. O, por el contrario, puede que nos enfrentemos a una situación de cambio que nos asusta y no hacer caso a esta emoción nos impida tomar las riendas y poner medidas.
En lugar de dar el salto, a menudo permitimos que el miedo nos paralice porque nos aterroriza la posibilidad de caer. Nos quedamos quietos. Es importante reconocer nuestros miedos para poder actuar y alcanzar nuestros objetivos. El psicólogo Santandreu asegura que «la solución a todos los trastornos de los que nos ocupamos se puede resumir en una sola frase: dejar de tener miedo a la emoción”. Así, el autor hace hincapié en que buscar demasiada seguridad en nuestras vidas y bloquear las sensaciones desagradables nos impide vivir con normalidad, pues «la vida implica cierta medida de riesgo, peligro e incertidumbre. Y eso hay que aceptarlo o no puedes vivir».
En cada uno de nosotros suelen coexistir distintos temores, sin embargo, suele haber uno con mayor peso que los demás. Para identificarlo, debemos hacer una labor introspectiva. Además, para poder enfrentarnos a ellos y así superarlos, es crucial comenzar «perdiéndole miedo al miedo. A base de una técnica que llamamos exposición: es decir, exponiendo al paciente a todo aquello que le provoca el miedo hasta que tu mente se desensibilice. Increíblemente, la mente aprende y el miedo desaparece», explica el psicólogo Santandreu.
Generalmente, los temores son pensamientos que aparecen inconscientemente y que ya se han convertido en un hábito, por lo tanto, estamos acostumbrados a creerlos sin antes cuestionarlos. Puede que ni nos demos cuenta de que los tenemos, por eso, lo más importante es identificarlos. Para ello, muchos expertos proponen escribir, en el momento en que se nos presenta, lo que ocurre cuando experimentamos una emoción o sentimiento desagradable.
Si sabemos a qué nos enfrentamos será más fácil pasar a la acción. Por ejemplo, si has sido capaz de reconocer que tienes miedo al rechazo, tendrás que trabajar tu autoestima. Entonces podremos visualizarnos a nosotros mismos enfrentándonos a todas las posibles variables de la situación que nos paraliza. En lugar de huir, evitar estos pensamientos y escapar de la situación, comienza a enfrentarla de forma gradual.
El psicólogo Santandreu propone seguir cuatro pasos para superar nuestros mayores temores: afrontar, aceptar, flotar y dejar pasar el tiempo. Se trata de:
Solo así podrás comenzar a pensar en el miedo como una señal que te alerta de aquello que necesita ser atendido.
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