NO TE PIERDAS Testosterona en la menopausia: un antes y un después en el deseo sexual

Indefensión aprendida y drama, óleo sobre lienzo. El problema es que la vida no es un videojuego y hay que gestionar bien esas emociones. FOTO: Cottonbro Studio /Pexels.

Lecciones para no victimizarte

Indefensión aprendida y tendencia al drama, dos caras de la misma moneda con las que hay que cortar

Cuando estás acostumbrado a recibir palos, sospechas de las caricias. Y, a veces, explotas por tanta tensión. Un psicólogo explica cómo lograr el equilibrio y dejar de sufrir.

Por Paka Díaz

6 DE NOVIEMBRE DE 2025 / 17:00

El miedo es uno de los virus emocionales que más daña nuestra capacidad de actuar. Cuando se está acostumbrado a recibir palos, se sospecha de las caricias. Nos pasa si hemos sufrido una infancia dura, con progenitores fríos, o cuando hemos tenido rupturas muy dolorosas. Y está en la base de la indefensión aprendida, el drama y el amor cargado de apego tóxico.

En el libro Adictos al drama. Como liberarte del rol de victima y dejar de crear caos a tu alrededor, el doctor Scott Lyons explica por qué ocurre y cómo evitar que te ocurra.

El concepto de indefensión aprendida lo formula por primera vez el psicólogo Martin Seligman. Describe la situación en que un individuo, humano o animal, vive repetidamente eventos adversos que no puede controlar, y acaba pensando que no hay nada que hacer, por más que haya opciones reales para cambiar la situación. En su experimento original, el terapeuta expuso a perros a descargas eléctricas incontrolables. Los canes, posteriormente, renunciaban a esquivar choques que sí podrían evitar, pues ya habían aprendido que todos sus esfuerzos eran inútiles.

Aplicado a la vida humana, puede manifestarse como una sensación constante de que «no importa lo que haga, nada cambia», apunta el doctor Lyons. «Esta situación puede conducir a la pasividad, la depresión, la resignación o la falta de acción en diversos ámbitos», sostiene. Pero también alerta que puede convertirse en un cóctel peligroso cuando se mezcla con reacciones dramáticas: «La persona puede creerse impotente la mayor parte del tiempo, y luego desatar crisis como una forma de explotar contra esa impotencia interna».

TE PUEDE INTERESAR

Entre la indefensión aprendida y el drama, o mejor dicho, la adicción al drama, hay una fuerte conexión. Cuando alguien siente que no tiene control real sobre su vida, puede caer en patrones pasivos o resignados. Es la indefensión. Pero, al mismo tiempo, puede alternar con comportamientos extremos de crisis para recuperar, o al menos creer que lo consigue, una conexión emocional. Pero es una ilusión.

Según Scott Lyons, el drama no es algo que la gente elija por gusto, sino algo que necesita para sentirse con vida. Él describe una dependencia emocional hacia los conflictos, la intensidad y la crisis, una forma de una especie de anestesia frente al vacío que se siente en el interior. Lo compara con una trampa emocional. «Sería como si conduces por la carretera de la vida en busca de un lugar pacífico, mientras una fuerza invisible se apodera del volante y te impide tomar la salida correcta», explica.

Las consecuencias de la indefensión aprendida en las relaciones y el bienestar pueden ser devastadoras. Cuando alguien opera desde ese terreno emocional tan conflictivo, se producen relaciones drenantes. O sea, los vínculos cercanos acaban cargados de tensión constante. El entorno se siente agotado, atrapado en un torbellino que parece no tener fin. Lyons advierte que «la adicción al drama es contagiosa», pues nuestro sistema nervioso tiende a resonar con el estrés ajeno. Por si fuera poco, señala que los adictos al drama muestran reacciones desproporcionadas frente a lo cotidiano. Al estar atrapadas en este patrón, las personas no toleran la calma, ya que necesitan el conflicto para sentirse vivos.

Los ciclos de culpa y victimismo se suceden. Por un lado, la persona puede asumir el papel de víctima, alimentando la indefensión. Por otro, generar crisis para ser el foco de atención. En ambos casos, se vuelve una estrategia emocional disfrazada. Lyons matiza que «las personas victimistas no buscan llamar la atención. Ser adicto al drama refleja un intento de afrontar el mundo a través de capas de entumecimiento y caos interior». El problema es que esa mezcla de indefensión y adicción al dramatismo impide sostener un disfrute real, gratitud o momentos simples de alegría.

Lyons propone un trayecto gradual, consciente, que no se limita a «dejar de montar dramas», sino a transformar desde adentro. Para gestionarlo, invita a «reconocer lo bueno y marinarse en ello», como antídoto frente al deseo inmediato de crisis. El primer paso es reconocer que puede existir esa adicción al drama y un patrón que se repite. La conciencia de estar atrapado es la clave para lograr el cambio. Aparte, el psicólogo anima a observar cuándo reaparecen los impulsos destructivos o cuándo nuestras respuestas se desbordan más allá de lo razonable es clave.

El experto también explica que a menudo el drama se apoya sobre heridas del pasado. Ya sea falta de reconocimiento, como abandono emocional, o estancamientos. La persona suele estar frustrada con su vida, esa falta de valorar lo que tiene la conduce a un estancamiento que puede llegar a ver mayor de lo que es. «Hay una necesidad profunda no satisfecha de ser visto, escuchado».

OTROS TEMAS WELIFE

Para gestionar la indefensión aprendida y evitar que provoque en nosotros una victimización, toca cultivar la capacidad de estar sin crisis, sin ruido interior, sin urgencia. «Desprenderse del drama no es adormecerse, sino reconectar con tu yo más íntimo», señala.

El siguiente paso es romper la dependencia emocional, un proceso complejo para el que recomienda buscar ayuda profesional. En este proceso conviene establecer límites, distancias saludables, y desaprender el vínculo por drama con otras personas, o drama bonding. Este consiste en engancharse a otros a través del sufrimiento compartido. «Ese vínculo emocional basado en crisis es falso y perjudica la intimidad real», advierte el experto.