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La depresión afecta más a las mujeres y, en muchos casos, su primer contacto con la depresión fue en la infancia./ Foto: H&M.
Salud mental
La psiquiatra, directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias, asegura que las mujeres son más vulnerables ante la depresión y explica el por qué.
Por Sara Flamenco
8 de mayo de 2024 / 07:30
Muchas veces se habla de depresión sin tener muy claro qué significa exactamente esta palabra. Suele identificarse con una sensación de tristeza, pero esta emoción la ha vivido la totalidad de la población en algún momento de su vida y no tiene por qué vincularse con la depresión.
«La depresión es mucho más que estar persistentemente triste. Altera el contenido de nuestros pensamientos tiñéndolos de pesimismo, amenazas y sentimientos de culpa. La depresión nos ralentiza, mina la vitalidad del cuerpo, nos aísla del mundo y de los demás, nos quita el interés en todo. Incluso cambia el correcto funcionamiento del organismo alterando el apetito, el sueño, el ritmo intestinal, produciendo dolores en cualquier parte del cuerpo… es, en definitiva, un tsunami tanto psíquico como físico, que nos invalida en grado variable, a veces hasta impedirnos cuidarnos en lo más básico», explica la doctora Ana Isabel Sanz, psiquiatra y psicoterapeuta especializada en trastornos afectivos, infancia y adolescencia.
Sanz es directora del Instituto Psiquiátrico Ipsias, desde donde ha estudiado el patrón de este trastorno desde hace casi 25 años. Y si algo han concluido es que la depresión afecta con mayor frecuencia a las mujeres, y que lo hace desde edades tan tempranas como la infancia y la adolescencia.
«A día de hoy contamos con una muestra de cerca de cien mujeres de edades entre los 25 y los 50 años que nos indican que en más del 75% de los casos tuvieron su primer contacto con la depresión en la primera adolescencia o incluso en períodos más precoces, en torno a los seis años«, afirma sobre su propia investigación.
Y a pesar de que los síntomas eran claros, en la mayoría de los casos no se recibió ningún tipo de asistencia, traduciéndose en recaídas posteriores.
Según afirma esta doctora, estas depresiones infantiles influyen en la construcción de sus mecanismos de adaptación al estrés, en su autoimagen y en su personalidad «lo que consideramos una forma de aprender a desarrollar futuras depresiones o incluso una personalidad insegura y pesimista«, afirma la experta.
Como ha demostrado la neurociencia, cada episodio depresivo mal resuelto puede lesionar la arquitectura neuronal de determinadas áreas del cerebro, como el hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal.
Son muchos los factores que pueden influir en el hecho de que una persona desarrolle una depresión y no otra. Esto puede ocurrir por factores exógenos, causados por experiencias vitales estresantes o negativas (pérdida de un ser querido, enfermedades crónicas dolorosas…). «En estos casos, la respuesta de cada individuo varía y frente a un mismo problema en determinadas personas se desarrolla una depresión y en otras hay un afrontamiento más consistente sin alteración patológica anímica», explica Sanz.
Pero según indica la experta, una depresión puede aparecer de forma espontánea, sin que se identifique ningún acontecimiento vinculado al trastorno anímico. «Este hecho únicamente implica que el cerebro puede enfermar como cualquier otro órgano del cuerpo, sin que ello implique debilidad ni ninguna otra connotación negativa, sino que se han puesto en marcha alteraciones químicas de las que cada vez se sabe más que alteran el funcionamiento de las áreas cerebrales críticas para el control de las emociones», asegura.
Pero lo cierto es que la depresión afecta en mayor grado a las mujeres, hasta el doble que en el caso de los hombres. Y esto, ¿por qué ocurre? «El factor más claro (que no necesariamente el más importante) es el hormonal. Las variaciones de los estrógenos influyen notablemente en la vulnerabilidad frente a la depresión. De hecho, existe un subtipo de trastorno afectivo vinculado específicamente a esas variaciones: el trastorno disfórico premenstrual», comienza a explicar la experta. P
ero, como adelantaba, los vaivenes hormonales no son el único factor que hace a las mujeres más vulnerables ante la depresión.
«Desde el punto de vista psicosocial, las mujeres hacemos frente a circunstancias que pueden complicar mucho nuestra salud afectiva: nuestra función como cuidadoras principales, las diferencias persistentes en el ámbito laboral, la exposición a situaciones de violencia psíquica y física en el hogar, el trabajo y la sociedad en general, la exigencia social sobre el modelo perfecto de mujer, aún más marcado que el que rige para los hombres, la diferente forma de vivir las relaciones interpersonales y en particular las de pareja…», enumera la experta.
Como se ha apuntado al comienzo de este artículo, estar triste no es lo mismo que estar deprimido, al igual que sufrir ansiedad no es lo mismo que estar nervioso. Según aclara Ana Isabel Sanz, la depresión es un trastorno que afecta tanto a las emociones como a los pensamientos, la vitalidad, la conducta e incluso el funcionamiento corporal, y el cuerpo nos da señales que no debemos ignorar:
«Aunque pueda parecer una exageración, lo primero es acudir a consulta. Ello no implica medicarse ni tratarse de otra forma, sino simplemente asesorarse, reconocer la importancia de lo que nos está sucediendo y solicitar consejo sobre qué actitud adoptar», aconseja la experta.
No existe ningún problema en acudir al médico por una dolencia física, pero todavía a día de hoy hay un cierto tabú con los problemas de salud mental. Es importante acudir a un especialista cuando se detecten alguno de los síntomas mencionados, porque si la depresión no es grave podría llegar a tratarse sin recurrir a la medicación: «técnicas de relajación, las prácticas de meditación y hábitos como la actividad física sistemática y una alimentación adecuada que potencia determinados componentes de la dieta que son neuroprotectores (triptófano y otros aminoácidos como la treonina, vitaminas del grupo B, vitamina D…)», indica Ana Isabel Sanz.
Pero en el caso de que sea necesaria una intervención farmacológica, es un profesional capacitado quien discernirá el tratamiento y la necesidad de recurrir a ello. «Hay determinados fármacos cuya seguridad y eficacia están totalmente demostradas, a pesar de los estereotipos y mala prensa que los descalifica. En pleno siglo XXI no tiene sentido que el temor, los prejuicios y los inoportunos consejos de nuestro círculo de amigos nos priven de los indudables avances logrados en este ámbito. Categóricamente, hoy salvo casos muy concretos, las depresiones se curan todas, con las medidas adecuadas«, concluye la experta.
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