El perfeccionismo relativo propone hacerlo bien sin convertir la exigencia en castigo. Foto: Moose Photos / Pexels
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Perfeccionismo relativo o cómo rozar la excelencia, sin dejarse la vida en ello
Buscar la excelencia no es el problema. Creer que solo lo perfecto vale, sí. El perfeccionismo relativo enseña a soltar sin rendirse
Por Marcos López
26 DE NOVIEMBRE DE 2025 / 14:00
No hay nada malo en querer hacerlo todo lo mejor posible. El problema viene cuando el único resultado aceptable es una perfección que, simple y llanamente, no existe. Ser demasiado perfeccionista, aspirar a unas metas inalcanzables, sólo convertirá tu vida en un infierno. Tu autocrítica, inapelable, y el miedo al fracaso acabarán destruyéndote. Aunque existe un tipo de perfeccionismo que te ayudará a lograr todos tus objetivos. Es el momento de dejar de perseguir unicornios y de abrazar el perfeccionismo, pero relativo.
Pero, exactamente, ¿qué es este perfeccionismo relativo y en qué se diferencia del absoluto? Alberto Roberto Villota, psicólogo clínico del centro ViBood Psicología, indica que «lo primero es establecer qué se entiende por perfeccionismo. En teoría, se podría definir como una tendencia a establecer estándares de ejecución elevados, en ocasiones irreales. Esta actitud suele estar acompañada de una autoevaluación crítica, así como por una preocupación constante por cometer errores. De hecho, el perfeccionismo se ha identificado como un factor transdiagnóstico para diferentes psicopatologías».
Del absoluto al relativo
El perfeccionismo «puede verse como una especie de virtud que nos puede asegurar la excelencia. Pero también como un elemento negativo que genere frustración, incluso el fracaso en muchas ocasiones». Y aquí es dónde entran en juego los distintos tipos de perfeccionismo. Está el perfeccionismo absoluto, que sería el que tradicionalmente identificamos con el perfeccionismo. «Es ese donde existe una alta rigidez y necesidad de control en las metas establecidas. Esto genera malestar en la persona por la preocupación asociada a no conseguir el resultado esperado, así como por las consecuencias emocionales que pueden surgir: vergüenza, frustración, ira, etc.».
Frente a ese perfeccionismo absoluto, el perfeccionismo relativo puede contemplar metas igualmente elevadas, pero permite «una perspectiva más flexible en relación con la forma de conseguirlas y más compasiva hacia la forma en cómo se integran los errores. De esta forma se evita la preocupación excesiva ante la posibilidad de cometer errores, percibiéndolos como una oportunidad de aprendizaje y no como un castigo propio», destaca el especialista en Psicología Clínica.
Perseguir lo imposible no te hace ningún bien
¿Te consideras una persona ambiciosa? Toma el camino del perfeccionismo relativo. Evitará que te fijes objetivos irreales y te permitirá la integración de formas adaptativas para triunfar en todas tus metas, alcanzando siempre un equilibrio constructivo.
La clave —refiere Alberto Roberto Villota— «es evitar la forma rígida través de la cual se plantean ciertas metas y objetivos, así como en la preocupación asociada que surge al no ver otra forma válida para alcanzarlos. Esta preocupación viene acompañada de las consecuencias emocionales que pueden surgir al no conseguir los resultados esperados, como la percepción de fracaso, la vergüenza y la frustración».
Tus amigos y tu pareja te lo agradecerán (mucho)
Gracias a este perfeccionismo relativo también mejorarás tus relaciones con las personas que te rodean. Los perfeccionistas suelen medir su valía en función de lo que los demás esperan de ellos. O más exactamente, de lo que creen que los demás esperan de ellos. Así que no les queda otra que tener un comportamiento perfecto. Y lo mismo sucede con lo que esperan de los demás, exigiendo unos estándares muy elevados y no consintiendo los errores ajenos.
En cambio, el perfeccionismo relativo, «entendido como una forma a través de la cual la persona puede esforzarse en ser mejor al realzar sus propios aspectos positivos, interpretar sus errores como una forma de aprendizaje y establecer límites sanos en sus relaciones. En este sentido, se podría decir que permite mejorar la relaciones personales».
Cómo ser perfecto a tiempo parcial en tres pasos
Ya sólo queda ponerlo en práctica. A través de tres sencillos pasos. Comenzando por el establecimiento de unos objetivos viables. Ambiciosos, sí, pero realistas. Se trata de que «la persona pueda sentirse motivada para alcanzar unas metas ajustadas a su realidad, que sean alcanzables a través de objetivos asequibles a corto, mediano y largo plazo y, al mismo tiempo, que puedan ofrecer una satisfacción personal».
Segundo paso: domar a Pepito Grillo. Practicar «la mirada compasiva hacia uno mismo y los demás. En esta perspectiva los errores son parte del proceso y se perciben como una oportunidad de aprendizaje para lograr los objetivos y metas que se han establecido, en vez de verlos como una forma de castigo».
Asúmelo: no puedes controlarlo todo
El último paso consiste en poner el foco de atención en el proceso y no tanto en el resultado. No en vano, «una persona puede creer que el resultado obtenido, ya sea positivo o negativo, es una consecuencia única y directa de las acciones realizadas. Pero olvida las posibles variables que influyen en el resultado y que escapan a su control».
En definitiva, concluye Alberto Roberto Villota, «es necesario priorizar un enfoque sobre aquellas cosas que la persona genuinamente puede controlar (proceso), al mismo tiempo de ser más permisiva con los posibles factores que escapan de su control y que puedan afectar el resultado esperado». ¿Has dado ya el primer paso?