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Ser perfeccionista no es malo, de hecho, se puede convertir en tu mejor rasgo./ Foto: Topshop.
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Clásico, procrastinador, caótico... Hay varios tipos de perfeccionistas, pero lo importante es saber cómo sacarle partido a ese rasgo de la personalidad.
Por Paka Díaz
1 de enero de 2024 / 09:00
En la película Una buena receta, el actor Bradley Cooper interpreta a un famoso chef que, por su exceso de perfeccionismo, muy intenso, pierde su prestigio. A lo largo del filme, se ve cómo aprende a adaptarse hasta lograr triunfar tanto en su profesión, como en el terreno personal. La moraleja, según la psicoterapeuta norteamericana Katherine Morgan Schafler es que ser perfeccionista no tiene por qué ser un escollo en tu vida, sino todo lo contrario: la llave para sentirte mejor.
En su libro Guía para perfeccionistas que quieren perder el control (Ed. Zenith), Katherine Morgan Schafler señala que existen cinco tipos de perfeccionistas. Cada uno de ellos, con sus características. Lo importantes es saber, si lo eres, a cuál correspondes, para poder afrontarlo y adaptarte. “Cuando detectes qué tipo eres, desbloquearás tus dones”, destaca la terapeuta.
De ese modo, añade, “conseguirás entender mucho mejor tu agudizado impulso por sobresalir, dejarás de derrochar tu fuerza de voluntad al intentar obligarte a no ser perfeccionista y, seguidamente, explotarás toda esa energía recién liberada al servicio de tu yo más auténtico”. O sea, estarás preparado para disfrutar de tu perfeccionismo y convertirlo en una herramienta que juegue a tu favor.
Lo que viene a decir la psicoterapeuta a lo largo de su obra es que la visión del perfeccionismo como algo negativo, algo que se comenta especialmente de las mujeres que lo son, es sesgada. Para ella, comprender qué significa ser perfeccionista y adaptarlo a tu realidad es todo lo contrario, puede convertirse en tu mayor don.
Pero para ello, señala que es imprescindible saber qué tipo de perfeccionista eres entre los cinco tipos que indica: perfeccionista procrastinador, clásico, parisino, intenso o caótico. Así son cada uno de ellos.
Pero recuerda que “algo que tienen en común todos los tipos de perfeccionistas es que quizá no sepan que lo son, ni aprecien todas las formas en las que el perfeccionismo puede lastrarlas o hacerlas volar, según cómo se gestione”. Por eso, identificar cuál eres y aprender a gestionarlo es esencial.
Según explica Katherine Morgan Schafler, los perfeccionistas procrastinadores son aquellos que esperan a que las condiciones sean perfectas para empezar cualquier tarea. Hasta entonces, pueden perder el tiempo ad infinitum. Lo que les ocurre es que la duda les corroe. No están seguros de hacer algo hasta que consideren que lo van a poder hacer de forma excepcional. “Si bien este tipo de perfeccionistas puede comenzar y acabar con facilidad proyectos a pequeña escala para alcanzar objetivos a corto plazo, es posible que abandonen oportunidades que requieran una carrera más de fondo”, advierte la experta.
Lo que les ocurre se llama bloqueo conductual, te paraliza hacer algo si no estás absolutamente seguro de poder hacerlo bien.
Para superarlo, hay que dejar de pensar que eres indisciplinado o perezoso. Nada de eso. Sólo necesitan conectar con su persistencia para triunfar, y entender que, aunque el cambio siempre conlleva pérdida, no cambiar conlleva una pérdida mucho mayor.
Las personas perfeccionistas clásicas necesitan que todo esté perfecto. Y todo es todo, hasta el más mínimo detalle. Además, presentan una gran autodisciplina y hasta su presencia física es ideal. Y si algo no lo es, optan por un estoicismo algo hierático.
Parece falta de autenticidad, pero no lo es. “A ojos de otras personas, pueden resultar inaccesibles o altivas, pero el orden que este tipo de perfeccionistas construye a su alrededor se basa en la reverencia, no en la creación de un muro”, señala la terapeuta.
En realidad, lo que explica es que “no intentan impresionar ni distanciarse, sino, más bien, ofrecer al resto lo que más valoran de ellas mismas: estructura, consistencia, predictibilidad, una visión de todas las opciones para tomar una decisión informada, estándares altos, objetividad y claridad a través de la organización”.
Conectar con su vulnerabilidad y trabajar la flexibilidad puede ser una ayuda para transformar su deseo de perfección en la virtud que puede ser.
Morgan Schafler llama perfeccionistas parisinos a quienes, de modo inconsciente, se presentan como si no les importara la opinión de los demás, pero por dentro busca lo contrario: la aprobación. Eso les hace conectar con la gente, aunque no consiguen relaciones profundas.
Las compara con las mujeres francesas que parecen hacer un “nulo esfuerzo en lo que a su belleza se refiere”. Algo que implica un “no me esfuerzo mucho porque no necesito tu aprobación y no me importa si te caigo bien”, mensaje que en realidad es falso y que les hace perder mucha energía emocional.
La experta subraya que como “la conexión interpersonal es primordial para ellos, los perfeccionistas parisinos son personas muy cariñosas”. También que son “personas tolerantes y nada dadas a emitir juicios”. Por todo ello, considera que son “imparables cuando aprenden a articular cuánto les importan las cosas, a poner límites y a aceptar en su vida a las personas, los lugares y las cosas que responden a su profusa capacidad de conectar”.
El perfeccionismo intenso se caracteriza por sentir ira. Pero no como algo negativo, sino como una fuerza motivadora y poderosa que te impulsa a hacer las cosas de la mejor forma. Eso sí, ver las grietas, las imperfecciones, –en cualquier cosa– te hace enfurecerte. También que algo no salga como lo habías diseñado.
Otra cualidad que señala la experta como una de sus fortalezas es que no les importa caer bien. Eso, hace que sean directas y transparentes, y apunta que “en ocasiones funciona en su beneficio a escala profesional y en su detrimento a escala personal”.
Para evitar convertirse en alguien que contagia su energía densa al resto de la humanidad, y disfrutar más del mundo, Morgan Schafler anima a “aprende a procesar y a gestionar la intensidad de su mundo interior”. Al hacerlo, podrán quedarse con su magnífica intensidad, que les hará conseguir logros impensables. “Se transforman en pura energía magnética y en colaboradores de confianza”. Así, sus mismas cualidades, que antes provocaban rechazo, acabarán por fascinar a su entorno y experimentarán más alegría y satisfacción.
Si nadie sabría definirte al ver tu perfil de Instagram o de Linkedin, de tantas descripciones laborales diversas que tienes, es probable que lo tuyo sea el perfeccionismo caótico. Esto les ocurre porque “hacen caso omiso de las limitaciones y no aceptan la noción de que, aunque puedes hacer cualquier cosa, no puedes hacerlo todo. Es necesario concentrarse para llevar algo a término”, aclara Morgan Schafler.
Para afrontarlo y mejorar, la terapeuta anima a aprender a “decir que no a oportunidades secundarias para poder centrarse en asuntos de primera importancia. No todo puede ser de primera importancia”. Eso sí, destaca que son personas que “superan sin ningún esfuerzo la ansiedad del nuevo comienzo “ y que resultan muy inspiradoras. Bien encauzadas, el triunfo está de su parte.
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