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NO TE PIERDAS Cómo detectar a un chantajista emocional y evitar que se aproveche de ti

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Que no te guste nadie puede ocurrir porque pongas demasiada racionalidad en las relaciones./ Foto: Hugo by Hugo.

Relaciones

Por qué nunca te gusta nadie: así se confirma que no estás emocionalmente disponible

Existen varias razones por las que a veces no somos capaces de sentir nada por nadie. Spoiler: Tiene que ver con tus experiencias pasadas.

Por Silvia Capafons

30 de mayo de 2024 / 07:30

No se puede decir que no tengas citas; las tienes. Quedas una vez, dos, las que haga falta, pero últimamente la historia siempre acaba igual: No te convence. Al chico o la chica le falta algo. Muchas veces puedes especificar qué es, y otras tantas, simplemente, te dices, no sientes lo que tienes que sentir. ¿Seré demasiado exigente? ¿No he tenido suerte? Podría ser, desde luego. Pero también podría suceder que, sin saberlo, no estés emocionalmente disponible. Y lo curioso es que piensas que sí. ¿Qué ocurre?

El primer supuesto, un azar poco favorable, como decíamos, no está descartado. Como explica Sandra Ferrer, psicóloga y fundadora del Programa Mía online, especializado en vínculos, heridas de apego y trauma, “es posible que sea cosa del azar. El amor es un misterio y al igual que no haces un mejor amigo cada tres meses, también puede ser que no te enamores frecuentemente”.

Por qué te cuesta enamorarte

Ahora bien, muchas veces nos contamos la película de que estamos abiertos pero «no llega» cuando la realidad es que, como explica la especialista, el exceso de mente, racionalidad y análisis alzan un muro alrededor de nuestros afectos y corazón, lo cual impide que, lo que podría surgir, suceda.

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“El amor no sólo es cuestión de voluntad. Tu cabeza puede desear enamorarse y compartir, incluso le puede parecer buena idea implicarse hasta el punto de compartir un proyecto de vida con alguien. A tu mente le seduce la idea, pero puede que tu cuerpo y emociones estén cerrados. ¿Qué quiere decir esto? Que en ellos se guardan aquellas memorias fruto de tus experiencias relacionales pasadas (gratas y no gratas)», explica la experta.

Es decir, «lo que pasó las últimas veces que te abriste, que te dejaste llevar, que te rendiste al amor y todo el dolor acumulado. Y digo rendiste porque, como bien se nombra en inglés, enamorarse (fall in love), implica dejarte caer. Y cuando el cuerpo se muestra defensivo, no puede relajarse como para dar y recibir vibrando en energía de amor y no de miedo. Tu cuerpo, cuando entra en contacto con las experiencias que le evocan el enamorarse y lo relaciona con sus últimas veces, puede que se muestre rígido, temeroso, en alerta, con falta de naturalidad”, añade.

Un momento, ¿pero no tenías superado a tu ex? Probablemente sí, pero el poso que te dejó abrió una herida que supura, a veces inconscientemente, cuando lo intentas de nuevo. No es que necesariamente tengas aún un vínculo con él o ella, pero te llevaste contigo el miedo a que, si te sueltas, vuelva a suceder.

¿Es cuestión de conformarse?

Vivimos en la sociedad de la exigencia. Del no conformarse, del perseguir aquello que queremos hasta dar con su mejor versión, una perfecta. Y sí, suena bonito, pero también tiene una doble cara. Porque si lo llevamos al extremo, nada nos satisface. ¿Y si hacemos lo mismo con las relaciones?

Según Sandra Ferrer, hemos leído en Instagram hasta la saciedad el lema «no te conformes» y de repente, en el terreno del amor, escudriñamos al milímetro a nuestros posibles candidatos y ampliamos la check list de requerimientos, porque, oye, es buena señal de autoestima y de tener las cosas claras. No siempre es así. Muchas veces es señal de un exceso de mente, principal mecanismo de defensa que ponemos en marcha para que nuestra parte emocional se mitigue».

«Es por esto que, cuando no aparece la persona, no siempre es porque ese potencial candidato no exista, sino porque el primer paso para poderlo ver es que te prepares para poder ser pareja», añade.

Y eso implica integrar el dolor pasado, dejar de vivir en alerta, abrazar tu parte más vulnerable y empezar a vibrar desde una energía que te invite a sentir amor por otras personas; sentirte seguro en la experiencia de amar para poderte abrir a la experiencia. “Tenemos las gafas con las que contemplamos nuestra realidad actual teñidas de todas las experiencias frustradas que hemos coleccionado. Y el cerebro, como es perezoso, está preparado para ver lo que tú crees sobre tu vida, los hombres, las mujeres y el amor. No está preparado para ver lo que te gustaría, sino para ver y encontrar lo que crees”.

Piensa en la última vez que te enamoraste. ¿Le pusiste mucha intención? ¿Lo calculaste? ¿O más bien aconteció cuando bajaste la guardia y te dejaste llevar? Quizá ahora, ese exceso de cualidades que buscas no te están dejando ver posibilidades donde quizá las haya, explica la experta.

No estás disponible si…

La primera pregunta es, ¿qué crees sobre lo que va a ocurrirte en el amor? “Ya tienes la primera pista, la historia que te cuentas es aquello que buscas, aún sin saberlo». «Yo me abriré cuando pueda confiar”, puede que te digas. Y ahí está el error.

OTROS TEMAS WELIFE

“Imagina que todos dijéramos lo mismo, nadie encontraría pareja. Todos querríamos que el de al lado me amara para luego, hacerlo yo. Y no va así, sino al revés. Primero confías, sientes seguridad viviendo en ti, y luego te abres a las experiencias”. Sandra Ferrer da más pistas para saber si estamos cerrados al amor sin darnos cuenta:

  • Quien te atrae, a menudo vive lejos, está comprometido, no quiere una relación, se muestra ambivalente y sabes dentro de ti que no vais a avanzar.
  • Quien está abierto y te lo pone fácil, casualmente no te llama la atención.
  • Te da pereza conocer a personas: Cuidado con la pereza, a menudo es miedo a afrontar situaciones, a que nos salga mal y a sostener la
    frustración que le sigue o a volver a experimentar el fracaso.
  • Te sientes poco natural en cuanto al terreno de las relaciones y notas rigidez, actitudes defensivas, falta de espontaneidad y control.
  • Sientes que te comes demasiado la cabeza, le pones mucha mente a lo que ocurre o debería de ocurrir y te agotas.
  • No te sientes conectado a tu vulnerabilidad, estás más centrada o centrado en recibir y en ver si el otro te ofrece lo que debería.
  • En el pasado te han hecho daño y, una parte de ti, se ha defendido endureciéndose e intentando controlar las nuevas relaciones para que no vuelva a ocurrirte.
  • No ofreces nada, sólo pides. “Es mi miedo quien habla en función de mi bagaje emocional, que experimenta nuevas situaciones como peligrosas. En Programa Mía desenmascaramos el personaje que hemos creado, porque puede que las resistencias que hemos ido acumulando para protegernos nos hayan alejado de lo que genuinamente somos”, añade.

En definitiva, “se trata de integrar lo que ha dolido, de derribar miedos y resistencias y dejar el pasado atrás para poder vivir, cultivar en nosotros una actitud más benévola y amorosa”, termina la psicóloga.

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