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¿Desde cuándo no sacas tiempo para mimarte y cuidarte? FOTO: Freepik.

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Ponerte siempre la última también agota: por qué mereces tiempo propio

Vives pendientes de todo y de todos, pero a menudo te olvidas de ti misma. Ser tu prioridad no significa ser egoísta, sino recordarte que también cuentas, que también importas. Y lo necesitas.

Por María Corisco

29 DE JULIO DE 2025 / 13:48

La lista de tareas se alarga y el reloj avanza a toda velocidad. Hay que encargarse del trabajo, de los cuidados, de las gestiones invisibles. Y, entre tanto, sigues dejando para el final lo que te pertenece: tiempo propio, descanso y placer. Lo que parece una decisión puntual —posponer un paseo, comerte rápido la cena, no cancelar una cita que no apetece—, en realidad forma parte de un patrón aprendido: la idea de que lo propio puede esperar.

La escritora Virginia Woolf escribió hace casi un siglo que «una mujer necesita dinero y una habitación propia si desea escribir». Aquella habitación era una metáfora del derecho a tener tiempo propio y un espacio para pensar, crear, existir. Hoy, esa habitación puede ser un paseo a solas, una comida sin prisa, una siesta, una cita cancelada a tiempo. Es, simplemente, la conciencia de que también mereces estar en tu vida, y no en los márgenes, al final de la lista o solo cuando todo lo demás esté hecho.

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La terapeuta y escritora Nedra Glover Tawwab, autora, entre otros, del libro Pon límites, encuentra la paz: una guía para reconectar contigo misma (Ed. Piatkus ltd), lo resume así: «No necesitas estar agotada para justificar que necesitas un descanso». Sin embargo, muchas mujeres solo se permiten tener tiempo propio cuando han llegado al límite: «La carga mental, la autoexigencia y la falta de límites alimentan una dinámica en la que descansar parece un lujo, y no una necesidad legítima«.

El fenómeno no es solo emocional: tiene consecuencias en la salud física, en la autoestima y en el equilibrio mental. La investigadora Brené Brown, recuerda que «la compasión hacia una misma incluye tener el coraje de establecer límites y dejar de intentar complacer a todos«. Pero esos límites no siempre son evidentes. No siempre implican decir un «no» en voz alta. A veces son gestos sutiles: dejar el móvil a un lado, salir a caminar sola, decir que no se llega, no contestar al instante. Son también una forma de reconectar con una misma, de restaurar una parte básica: la sensación de que una también importa.

¿Por qué cuesta tanto priorizarse?

En parte, por lo que se ha transmitido culturalmente. Las mujeres han sido educadas para cuidar a los demás, estar disponibles, resolver. En muchos contextos, «ser buena» se asocia a ser abnegada, entregada, presente. Y eso tiene un coste: el del propio bienestar.

Las hermanas Emily y Amelia Nagoski, autoras de Burnout, recuerdan que «el descanso no es una recompensa. Es una necesidad biológica». Pero en la práctica, ese derecho se posterga: «se espera a que los demás estén bien, a que todo esté bajo control. Mientras tanto, se acumula la fatiga, la desconexión, la sensación de que el día ha pasado sin haber tenido un momento propio». El autocuidado no es egoísmo ni frivolidad. Es, en palabras de la activista Audre Lorde, «autoconservación. Y eso es un acto político«. Especialmente cuando se vive en una cultura que aplaude la entrega, pero cuestiona los límites personales.

Ponerse siempre la última, aunque sea con buena intención, puede ser una forma de abandono. No por falta de amor hacia los demás, sino por exceso de olvido hacia una misma. Como señala Brené Brown, «no se trata de cuánto haces, sino de cómo te sientes con lo que haces«. Y si lo que haces te deja fuera a ti, algo no está funcionando.

¿Cómo empezar?

No se trata de reorganizar la vida entera de golpe. A veces basta con detectar el gesto pequeño que puede marcar la diferencia:

  • Reservar una hora del día que sea solo tuya, aunque no «produzcas» nada.
  • Parar antes de decir «sí» y preguntarte si realmente quieres.
  • Elegir el silencio antes que la sobreexposición.
  • Decidir que tu descanso no es negociable.
  • No justificarte cada vez que haces algo por ti.

Como escribió la premio Nobel Toni Morrison: «Si te encuentras cuidando de todos menos de ti misma, detente. Algo no va bien».

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