el verano se concibe como una época de pausa y, por ende, de (mayor) permisividad con las reglas autoimpuestas. Lo que explica que, cometido el engaño y frente a posibles amoríos extra veraniegos, sus perpetradores alberguen un menor sentimiento de culpabilidad. Foto: Cottonbro / Pexels
Mente
Por qué el verano multiplica las infidelidades (además del deseo sexual, claro)
Con más tiempo libre, menos ropa y nuevas caras, hay quien siente que en verano todo vale... incluso lo que no contaría al volver a casa.
Por Marcos López
18 DE AGOSTO DE 2025 / 07:30
Las bicicletas, como escribiera Fernando Fernán Gómez, son para el verano. También lo son las bebidas frías, las frutas refrescantes como la sandía y la ropa ligera, que ayuda a sobrellevar el bochorno estival. Pero el verano no solo sube las temperaturas: también agita las emociones. El calor, las vacaciones y la desconexión de la rutina pueden dar pie a encuentros inesperados, pasiones intensas y, en algunos casos, a infidelidades. Incluso teniendo pareja. Te contamos por qué el verano puede ser terreno fértil para los deslices.
Lydia Parrilla, psicóloga y sexóloga de la plataforma Gleeden —especializada en encuentros no monógamos pensados por y para mujeres— confirma que «el verano aumenta el deseo sexual, siendo varios los factores que influyen».
Salir de la rutina también en el amor
La búsqueda de una aventura de verano tiene sobre todo que ver con un cambio de hábitos. «Con romper con la rutina. Es un periodo vacacional en el que se sale de casa, se viaja… y todo eso hace que conozcamos gente nueva y exploremos nuevas vías», apunta la experta.
Los resultados de una encuesta realizada por Gleeden entre sus usuarias y usuarios lo reflejan con claridad: el 68% afirma que su deseo sexual aumenta notablemente en verano, y un 16% dice que también lo nota, aunque en menor medida. El resultado: el 49% de los participantes reconoce tener más infidelidades y encuentros íntimos durante el verano que el resto del año. Ya sea con su pareja o con otras personas.
¿Y si ya tienes pareja?
Entonces, ¿las infidelidades también son para el verano? Todo parece indicar que sí. Un 65% de las personas encuestadas admite haber tenido al menos un desliz durante unas vacaciones estivales. Y no importa si su pareja estaba presente: un 23% lo hizo aprovechando la ausencia temporal de su familia, pero un 52% reconoce que encuentra la manera incluso estando de vacaciones en pareja.
En este sentido, los motivos más comunes para una infidelidad veraniega, según Lydia Parrilla, son «tener más tiempo libre y considerar mentalmente que el verano es un periodo de desconexión: del trabajo, de la rutina… y también, en cierto modo, de las obligaciones familiares. El verano se asocia con disfrute, y eso incluye el disfrute sexual. Esa permisividad autoimpuesta explica por qué las infidelidades tienden a aumentar durante esta época del año».
Entre los factores que más favorecen este tipo de comportamientos, la encuesta señala tres principales: la sensación de libertad temporal que ofrece el verano (28%), el aumento del tiempo libre (27%) y el ambiente más relajado y corporalmente expuesto (25%), derivado del uso de ropa ligera, trajes de baño y actividades al aire libre.
Secretos estivales… sin remordimientos
Un aspecto interesante es cómo se perciben las infidelidades en verano. Para muchas personas, las vacaciones funcionan como un paréntesis vital, un espacio de excepción donde las normas parecen relajarse. Las infidelidades estivales, más que responder a carencias emocionales o a necesidades profundas, suelen estar relacionadas con la oportunidad, el deseo de evasión y el contexto.
Por eso, quienes las cometen suelen experimentar menos sentimiento de culpa que en otras situaciones. Según Lydia Parrilla, «pensar que esa infidelidad se dio fuera del entorno habitual, verla como una relación puntual de verano, sin expectativas ni continuidad, puede reducir la sensación de culpa».
De hecho, añade, «a veces, el sentimiento de culpa no proviene tanto del acto en sí, sino de la continuidad del mismo, del riesgo a ser descubiertos o de que la situación escale. En la mayoría de los casos, el malestar no se debe tanto a lo que pueda sentir la pareja, sino a cómo me puede afectar a mí personalmente».
El verano como espejo: lo que hacemos cuando nadie mira (o eso creemos)
Más allá del deseo, el calor o el tiempo libre, el verano actúa como un catalizador emocional. Nos pone frente a un espejo sin rutina, sin horarios y, a veces, sin límites. Las decisiones que tomamos en ese contexto dicen mucho de lo que necesitamos, lo que buscamos o lo que sentimos que nos falta. Porque aunque el verano pase, sus consecuencias —emocionales, personales o relacionales— pueden quedarse. Y quizá sea ahí donde empieza la verdadera reflexión: no en lo que ocurre bajo el sol, sino en cómo lo afrontamos cuando vuelve la sombra.