
No eres tú, son los filtros. Salir a la calle con la cara lavada es ya un acto de valentía. Foto: Getty.
Retoques peligrosos
La dictadura de los filtros está arruinando nuestra autoestima y no ha hecho que seamos más guapos
Se acusó al Photoshop de distorsionar la realidad, pero los filtros en redes sociales le ganan por goleada. Nos rodeamos de rostros que rozan la perfección, pero con el amor propio por los suelos
Por Marita Alonso
28 DE OCTUBRE DE 2025 / 17:00
Desde que Instagram y sus filtros llegaron a nuestras vidas todos somos más guapos, con mejor piel y con menos arrugas. O, al menos, eso nos creemos. Hay a quienes se les va la mano con el filtro aquí, filtro allá y retroceden a una enigmática edad viejoven, planchados, con labios carnosos y melenas de princesa Disney. Pero no hay milagro que valga: los filtros de belleza arruinan la autoestima y son la gran mentira de nuestros días. Aproximadamente el 90% de las mujeres de entre 18 y 30 años emplean filtros de belleza antes de subir sus imágenes. Y nada de retoques sutiles. Hay auténticas reconstrucciones que crean un nuevo yo irreal. Y ahí surge el problema: este abuso puede distorsionar la autopercepción que tenemos de nosotras mismas.
Lo llaman dismorfia del selfie, pero podríamos llamarlo también la dictadura de los filtros.
Espejito, espejito…
Por descontado, los filtros de belleza refuerzan los cánones de belleza asentados. O sea, cejas gruesas pero bien definidas, labios voluptuosos y proyectados, melenoeos al viento… Tanto gusta esa imagen retocada que hay quienes la aceptan como la real y se niegan a aceptar la cruda realidad que les devuelve el espejo con el rostro lavado y sin filtros. Es la versión siglo XXI de la madrastra de Blancanieves. Carlos Atef Harkous, jefe de servicio de Psiquiatría del Hospital Blua Sanitas Valdebebas, señala que «el uso frecuente de filtros de belleza puede estar asociado a un aumento de ansiedad, insatisfacción corporal y autoexigencia».
La exposición constante a imágenes retocadas «puede condicionar su estado de ánimo y generar patrones de comparación social que impactan directamente en su bienestar emocional».
Quiero ser como yo en Instagram
En esta dictadura visual, los ‘me gusta’ funcionan como una forma de aprobación instantánea y pueden influir directamente en la forma en la que nos valoramos a nosotras mismas. Como señala Naief Yehya en Sobre la belleza (Ediciones Alpha Decay, 2025), cada vez son más las pacientes que acuden a las clínicas estéticas mostrando fotografías de sí mismas modificadas mediante estos filtros. Ya no quieren parecerse a la famosa de turno que esté de moda, sino a su yo de Instagram.
Un puñado de compañías valientes, como Dove, llevan tiempo intentando luchar contra estas bofetadas al amor propio propiciadas por los filtros. Cuando la marca realizó un estudio englobado dentro del ‘Proyecto Autoestima’, descubrió que el 42% de las participantes invierten más de 10 minutos en preparar la foto que van a postear. Además de la que suben, previamente se han tomado una media de siete fotografías. «Esto sucede cuando los usuarios pasan mucho tiempo publicando selfies, utilizando aplicaciones de edición y filtros para alterar su apariencia, comparándose con otros y buscando validación a través de comentarios y likes», explicaba en un comunicado Phillippa Diedrichs, psicóloga e investigadora del Centro de Investigación de la Apariencia de la Universidad del Oeste de Inglaterra.
Si usas filtros, que se sepa
Para frenar esta tendencia, Sasha Pallari puso en marcha la campaña #filterdrop, un movimiento que exigía advertir de forma explícita cuándo un rostro está retocado en una publicidad en redes sociales. Envió un correo a The Advertising Standards Authority (ASA) para advertir al respecto y recibió una respuesta que ha cambiado la manera en la que firmas y creadores de contenido han de emplear los filtros. «El resultado de las resoluciones dictadas implica que ahora se recomienda que las marcas, influencers y famosos no apliquen filtros a fotos que promocionen productos de belleza si estos pueden exagerar el efecto que el producto puede lograr. La restricción se mantiene incluso si el nombre del filtro se menciona en la historia de Instagram», rezaba el correo.
«Esto es solo el comienzo. De ahora en adelante, cada vez que alguien promociona un producto de cuidado de la piel o belleza en línea, tenemos la mayor probabilidad de ver piel real, textura real, formas de nariz reales, diferentes tamaños de labios, el color real del producto… La cantidad de personas que ya no se compararán con un anuncio que no se puede lograr sin un filtro será prolífica. Lo logramos. Estoy muy orgullosa», aseguraba en sus redes sociales la activista.
Proteger a los más jóvenes
Los más jóvenes son los más vulnerables a esta sobreexposición digital. Así lo explica el informe de Qustodio ‘Nacer en la era digital: La generación de la IA’, pasan 94 minutos al día en TikTok y 71 minutos diariamente en Instagram, convirtiéndose así las redes sociales en el principal prescriptor de belleza. «Los estándares de belleza irreales, así como la comparación constante con imágenes idealizadas que se comparten en redes, pueden generar inseguridades en los menores desde edades tempranas. Además, pueden tener un impacto significativo en la autoimagen de los adolescentes, generando una distorsión en la percepción que tienen de sus propios cuerpos», explican.
En definitiva, no se busca prohibir los filtros, como tampoco se ha prohibido a Superman que vuele. O al Oso Yogui a robar cestas a los campistas. Pero ni los hombres en pijama azul con capa vuelan, ni los osos te roban la merienda, ni hay tanta gente con piel inmaculada como nos hacen creer las redes sociales. La clave está fortalecer la autoaceptación y dejarse de ponerles filtros a la vida.
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