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El silencio, la vergüenza y el estigma rodean a los trastornos de la conducta alimentaria pasados los 40. FOTO: Laura Mur/Pexels.

Mucho más que una mala relación con la comida

Los trastornos de la conducta alimentaria no son solo cosa de adolescentes: el doble estigma de sufrirlos en la mediana edad

Muy ligado a las emociones, los cambios hormonales de la menopausia y a los cambios vitales, cada vez se detectan más casos de anorexia, bulimia y atracones en mujeres entre los 40 y 50 años.

Por Verónica Palomo

18 DE DICIEMBRE DE 2025 / 14:00

De lo que no se habla, no existe. Pero está ahí. Ganar peso con la menopausia es una realidad. Y cae como una losa. Muchas mujeres lo viven en silencio, con vergüenza y buscan la vía más rápida para controlar esos kilos de más: dejar de comer.

Poco a poco la ciencia pone la lupa en los trastornos alimentarios en la menopausia

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Los testimonios de pacientes trastornos alimentarios en la menopausia siempre siguen la misma pauta: disciplina, culpa, castigo. «Estaba tan ocupada y estresada todo el día que me saltaba la comida. Al llegar a casa, ya tarde, me metía en la cama. Había días que sin darme cuenta solo había ingerido café». «Los cambios hormonales habían hecho mella en mi cuerpo y me obsesioné con las cantidades. Comía, pero contaba escrupulosamente las calorías y me sometía a un entrenamiento extremo. Hasta que un día me desmayé en el trabajo».

Es algo de lo que no se habla lo suficiente y tampoco abundan las investigaciones o estudios al respecto. Este vacío documental se explica en parte por el silencio de quienes lo padecen. La mayoría de ellas ni siquiera pueden identificar lo que les ocurre. Cumplen, eso sí, con el principal factor de riesgo: ser mujer. Más del 90% de los casos de trastornos alimentarios se dan en el género femenino, pero más allá de esta estadística, estas mujeres sienten que no encajan en el estereotipo social de una persona con un trastorno alimentario. Ni ellas mismas, ni su entorno se ven reflejadas en la imagen típica asociada a estas patologías.

Hace unos años, un estudio publicado en el British Medical Journal descubrió algo que supuso también una especie de shock para muchos especialistas: el notable aumento de casos de trastornos alimentarios entre las mujeres entre 40 y 50 años. Fue un artículo importante, ya que incluía entrevistas validadas (en las que se adentró en profundidad en los sentimientos de las mujeres), en lugar de autoinformes (encuestas en las que las mujeres se describen o definen ellas mismas).

La investigación confirmaba que hacia los 40–50 años, alrededor de un 3–4 % de la población femenina presentaba criterios de un TCA y que un 15 % había tenido alguno a lo largo de su vida. La psiquiatra del University College of London (UCL) que lideró el estudió, la doctora Nadie Micali, declaró a la prensa que los resultados «demostraban que los trastornos alimentarios no se limitaban únicamente a las primeras décadas de vida. Evidencian barreras en el acceso a la atención sanitaria o una falta de concienciación entre los mismos profesionales de la salud. Es la primera vez que estas mujeres hablaban de su difícil relación con la comida».

Pero, ¿qué hace que las mujeres de mediana edad se vuelvan vulnerables a presentar un TCA?

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Blanca Martínez-Albelda Castilla, psicóloga sanitaria especializada en TCA y trastornos de la personalidad del Instituto Europeo de Psicología Positiva IEPP-metrodora, explica que «en esta franja de edad suele darse una mezcla de factores. Por un lado, los cambios biológicos y hormonales de la perimenopausia y la menopausia, que afectan al peso, al sueño y al estado de ánimo y que pueden aumentar la vulnerabilidad. Por otro, están las transiciones vitales: hijos que se van de casa, divorcios, cambios de trabajo, cuidar de padres mayores… Todo eso genera mucho estrés y sensación de pérdida de control».

Sin olvidar que a esta edad sigue presente la presión social por mantener un cuerpo delgado y joven. Todas las generaciones suelen tener una relación tóxica con la comida (en todas las décadas, las mujeres se ven presionadas para alcanzar los parámetros estéticos del momento), pero hay que tener en cuenta que las mujeres que hoy tienen entre 40 y 50 vivieron su adolescencia en un ambiente en el que la diversidad corporal no estaba aceptada socialmente. Era la época del heroin chic, con modelos y actrices extremadamente delgadas y demacradas como sinónimo de belleza.

«Cuando todo eso se junta en una persona con cierta vulnerabilidad previa, la comida y el peso pueden convertirse en una manera de intentar manejar el malestar. Ahí pueden aparecer o reactivarse una anorexia o una bulimia», explica la psicóloga especialista en TCA y trastornos de la personalidad.

Margo Maine es una psicóloga clínica norteamericana, autora de Pursuing Perfection, un libro en el que denomina ‘epidemia silenciosa’ a los trastornos alimentarios en la mediana edad. En concreto, la especialista detalla cómo muchas de las madres de las pacientes adolescentes que trata en consulta realizan dietas extremas continuamente, abusan de laxantes o se someten a rutinas intensas de ejercicio. Algunas de estas mujeres, al ver a sus hijas recibir ayuda, terminan confesando, entre vergüenza y miedo, que ellas también arrastran el mismo problema.

Normalmente lo que se reprochan a sí mismas es estar pasando por un ‘trastorno de adolescentes’, algo que nadie espera de una madre de familia. Pero Maine también hace alusión a que muchas de estas personas ya tuvieron un trastorno con la comida cuando eran jóvenes. Un problema que siempre permaneció ahí latente y que no se recuperó del todo, algo diferente a cuando la paciente que lo sufre por primera vez.

«Son casos muy distintos y clínicamente los especialistas lo tratamos de manera diferente», corrobora Blanca Martínez-Albelda Castilla. «Por un lado está un perfil de paciente que ya tuvo un trastorno de la conducta alimentaria cuando era adolescente o una adulta joven, pero que mejoró, aunque quizá nunca acabó de resolver del todo la relación con la comida y el cuerpo. En estas mujeres, una crisis vital o los cambios hormonales de la mediana edad pueden actuar como la chispa que reaviva un problema que estaba latente», dice la experta.

Y luego están los casos en los que el trastorno aparece por primera vez en la década de los 40-50 años. No son la mayoría, pero existen. Como indica la psicóloga, «suelen ir precedidos de episodios de estrés intenso, duelos, problemas de pareja, cambios corporales bruscos o enfermedades que llevan a iniciar dietas muy restrictivas (en principio, por salud). Con el tiempo, derivan en patrones propios de un TCA».

El abordaje de los trastornos alimentarios en la menopausia suele incluir tres pautas: una psicoterapia especializada que trabaja la relación con la comida, el cuerpo y las emociones; un seguimiento médico y nutricional cuidadoso, porque con la edad aumentan los riesgos físicos; y, cuando tiene sentido, implicar a la pareja o a la familia como apoyo, aunque no se haga exactamente el mismo modelo de terapia familiar que se usa con adolescentes.

«Lo que sí señalan muchas pacientes es que no se sienten cómodas en recursos pensados solo para chicas jóvenes. Por eso es clave adaptar el lenguaje y los ejemplos a su realidad: hablar de menopausia, de su rol de cuidadoras, de su trayectoria profesional, de duelos acumulados… Es decir, las herramientas terapéuticas pueden ser las mismas que en otros adultos, pero el encuadre tiene que ser muy sensible a la etapa de la vida en la que están», concluye la psicóloga.

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