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Niños juegan en la naturaleza en la escuela

Hay que perder el miedo a que los niños se manchen jugando en entornos naturales. Su salud se lo agradece. FOTO: Cottonbro/Pexels.

Mancharse un poco mejora la salud de los niños

Más barro y menos plastilina en las escuelas infantiles

Dejemos que exploren, que se manchen, que se caigan y que jueguen más en entornos naturales. La ciencia demuestra que es bueno para el desarrollo en edades tempranas.

Por Verónica Fernández

11 DE DICIEMBRE DE 2025 / 07:30

La plastilina ha dejado de ser la protagonista del aula en muchos centros de Educación Infantil. En su lugar, hay barro, hierbas, barro o charcos. El motivo es claro: introducir la naturaleza en la educación infantil aporta múltiples beneficios al desarrollo psicomotriz de los niños y mejora sus defensas naturales. 

Así lo demuestran múltiples estudios teóricos y uno finlandés de 2021 efectuado una guardería y publicado en la revista Science Advances. El equipo de Aki Sinkkonen, del Instituto de Recursos Naturales de Finlandia (LUKE), demostró que la introducción sistemática de elementos naturales en la escuela infantil mejoraba diversos parámetros de salud e inmunitarios de los pequeños.

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Mejora del sistema inmunitario

La exposición a la biodiversidad del entorno natural favorece un sistema inmunológico más resiliente. Cuando el personal de la guardería extendió el césped, plantó maleza forestal (como brezos enanos y arándanos) y permitió que los niños cuidaran los cultivos en jardineras, la diversidad microbiana en los intestinos y la piel de los niños pequeños se volvió más saludable en muy poco tiempo. En comparación con otros niños de ciudad que juegan en guarderías urbanas estándar con patios de pavimento, baldosas y grava, los niños de 3, 4 y 5 años de estas guarderías ecológicas en Finlandia mostraron un aumento de células T y otros marcadores inmunitarios importantes en la sangre en 28 días.

El estudio finlandés comprobó una menor presencia de bacterias Streptococcus en la piel de los niños. «Esta es la primera vez que se encuentran estos cambios que ofrecen protección contra las enfermedades al agregar diversos aspectos de la naturaleza a un entorno urbano», destacaba Aki Sinkkonen.

También mejoró la microbiota intestinal. «Descubrimos que la microbiota intestinal de los niños expuestos durante horas a la vegetación era similar a la de los niños que visitan el bosque a diario», explicó la científica ambiental Marja Roslund, de la Universidad de Helsinki cuando se publicó la investigación.

Avances en desarrollo psicoemocional

Lo explicaba en estas página la psicóloga Montse Erostarbe, psicóloga de la Unidad de Neuropediatría de la Clínica Universidad de Navarra, al señalar que «los niños necesitan moverse, ensuciarse, aburrirse y dejar volar la imaginación».

En esa línea se mueven estudios como el de Ming Kuo, profesora asociada del Departamento de Recursos Naturales y Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de Illinois. Esta científica demuestra que las experiencias con el entorno natural no solo mejoran el aprendizaje académico, también impulsan el desarrollo personal. Se estimulan habilidades intrapersonales e interpersonales como la perseverancia, el pensamiento crítico, el liderazgo y la comunicación.

Otro estudio, publicado en la revista de open access Theory into Practice, apunta que el juego en jardines y patios naturalizados satisface necesidades psicológicas profundas de autonomía, competencia y relación. 

La aventura de conocer cosas nuevas

Los niños viven todo como un juego. Introducir entornos naturales en las guardería potencia su desarrollo cognitivo. Se fomenta la atención sostenida, se reduce la fatiga mental y se estimula el aprendizaje activo. Científicos estadounidenses señalan en este estudio «proporciona nueva información y conocimientos para diseñar entornos de aprendizaje y juego al aire libre basados ​​en la naturaleza para niños menores de 3 años».

En especial, apuntan la conveniencia de que esta inmersión en entornos naturales se produzca «en los primeros tres años. Un período de la vida que determina todo el aprendizaje, el comportamiento y la salud futuros».

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Niños menos estresados

La naturaleza, además, actúa como un regulador emocional. El contacto con elementos naturales contribuye a disminuir los niveles de cortisol, reducir la ansiedad y mitigar los comportamientos disruptivos. Los niños se sienten más tranquilos y seguros, y esta sensación de bienestar fortalece la empatía y la sensibilidad emocional.

Combatir el sedentarismo y la obesidad infantil

Introducir la naturaleza en la educación infantil también fomentan el movimiento libre, el equilibrio y juego no estructurado. Ofrece más oportunidades de actividad física moderada y vigorosa, y reducen el sedentarismo.

Estas recomendaciones coinciden con las de la Asociación Española de Pediatría en Atención Primaria y contribuirían de manera clara a reducir las preocupantes tasas de obesidad infantil en nuestras aulas. 

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