
Aquí no hay prisas. Laura Siles en acción dando vida a prendas artesanales para la nueva colección de Mutur Beltz. FOTO: Carlos García Pozo.
Desde Euskadi con amor
El nuevo bolso it es artesano y en lana de oveja vasca: así es Mutur Beltz, el proyecto de Laura Siles
Laura Siles creó en 2015 Mutur Beltz, un proyecto que la llevó, a lomos de las ovejas carranzanas, a conseguir el Premio Nacional de Emprendimiento en Artesanía 2024. Sus bolsos son únicos y calentitos.
Por Kino Verdú
29 DE OCTUBRE DE 2025 / 16:31
Se llama Laura Siles, pero todos la llaman Laurita. Saluda al mundo desde el Instagram de Mutur Beltz (@mutur_beltz) con cinco txanoak sobre la cabeza. Son sombreros tejidos artesanalmente en paño de lana cruda de oveja carranzana. Se unen así a los bolsos de lana, zapatos, mantas y hasta protectores isotérmicos para latas de refresco que esta marbellí de nacimiento y vasca de corazón regala al mundo a partir de un tejido casi denostado.
Quienes ven los bolsos de lana de Laura Siles se enamoran irreversiblemente. Destilan ese je ne sais quoi donde convergen talento, artesanía, originalidad y esa brizna de compromiso con lo sostenible que los hace irresistibles. Cuenta que sus creaciones «no son solo accesorios: son archivos vivos. Desde la esquila al diseño, pasan por nuestras cabezas y por nuestras manos». Una especie de Métiers d’art, pero, en vez hacerlo bajo el paraguas de París y Chanel, lo realiza ella entre ovejas y los valles fértiles en País Vasco. Cada vez que alguien compra una de estas piezas, única e irrepetible, se lleva también un pedacito de Laura. Pero para llegar hasta aquí hay que hacer el viaje a la inversa.
Todo empieza con una máquina de coser
Mucho antes de nacer los bolsos de lana de Laura Siles, nació su fascinación por lo artesanal viendo coser a su abuela. «Me movía la necesidad de hacer cosas con las manos. De niña me encantaba el dibujo, el color, lo textil, la posibilidad de transformar una tela en otra cosa, como cuando mi abuela cosía colchas de patchwork», recuerda. De aquellos tiernos recuerdos, nace su pasión por coser. «Es un gesto que me conecta con mi abuela, con las mujeres de mi familia, y con una manera de entender el arte como algo profundamente vinculado a la vida cotidiana», señala.
Tras estudiar en la Universidad Politécnica de Valencia y hacer un Erasmus en Reikiavik (Islandia), acabó en el País Vasco. «Me enamoré de ese territorio. Siempre digo que bebí la pócima del txakoli y me quedé atrapada, como Obelix con la marmita». Mientras preparaba su tesis doctoral, conoce a Joseba Edesa y a su familia en Karrantza. Y surge la semilla de Mutur Beltz.

Ella, él y las ovejas
El proyecto nace como una unión entre arte, agroecología y diseño desde el corazón del Valle de Karrantza, el corazón verde de Bizkaia. El objetivo: revalorizar a las ovejas carranzanas con objetos ponibles y deseables.
De aquellas ovejas, esta lana. Con ella elabora bolsos, abrigos, sombreros, alpargatas, calcetines, guantes… y hasta madejas de lana. «Trabajamos con lana local. Antes se consideraba un desecho y se quemaba o se tiraba. La convertimos en materia prima de valor. Compramos la lana directamente a los pastores de Karrantza, la clasificamos, la lavamos y la transformamos en hilo, fieltro o tejido. De esta forma, el dinero se queda en el valle, el trabajo genera arraigo y el impacto ambiental se reduce al mínimo».

Dar voz a la oveja negra
Laura Siles se tropezó con la lana a través de Joseba y su familia. Llevaban toda la vida en el Valle de Karrantza cuidando ovejas carranzanas cara negra (Mutur Beltz es, en castellano, morro negro). «Yo no pastoreo –el pastor es Joseba y su aita–. Tenemos unas cuarenta ovejas y de ellas nace buena parte de lo que hacemos en Mutur Beltz. Yo vengo de otro lugar… Soy, en cierto modo, una paleta de ciudad en el campo, alguien que llegó con una mirada más artística», explica. «No se trata de salvar ovejas, sino de reconocer todo un ecosistema de saberes y afectos que están al borde del olvido. Por suerte, hoy poco a poco, vuelven a tener voz».
Explica que «trabajar con lana local, con manos vecinas, con procesos que respetan los ritmos naturales, convierte cada pieza en una declaración de principios». Ligada a esa labor con las ovejas nace en 2017 la Residencia Artística del Buen Vivir. «Cada año invitamos a artistas, pensadores, pastores o creadores de distintos ámbitos a convivir y trabajar en este entorno rural, compartiendo tiempo, tareas y conversaciones con la comunidad local. No se trata de producir obras como fin en sí mismo, sino de generar experiencias de intercambio y de reflexión sobre la vida en el campo, la sostenibilidad, la memoria y los saberes que se están perdiendo».

El cambio está en la gente
Insiste en que el cambio tiene que venir «de las comunidades, de los pueblos, de las prácticas cotidianas que regeneran lo que tenemos cerca. Me cuesta creer en las cumbres climáticas, pero sí creo en la siembra de árboles, en las escuelas rurales, en los proyectos que devuelven dignidad al trabajo artesanal y en las alianzas entre arte y naturaleza. El cambio verdadero ocurre en lo micro, en los gestos que cuidan, en las relaciones que sostienen».
La mujer que transforma la lana en arte no es ni pesimista ni optimista ante el cambio climático, el calentamiento global y ese futuro fundido a negro «Vivir en el campo me enseña que todo cambia y que no hay tiempo que perder. Me preocupa ver cómo se vacían los pueblos y se pierden los oficios, aunque también veo una nueva atención hacia el territorio. Nosotros trabajamos desde esa tensión: con gestos pequeños pero constantes, como pagar justo por la lana o compartir saberes», explica. Laura Siles y sus bolsos de lana son un primer paso hacia un planeta más sostenible.
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