
Al calentarse los aceites vegetales para cocinar, se oxidan, generando radicales libres y aldehídos, que dañan la pared intestinal y producen inflamación. FOTO: Freepik.
CUERPO
Por qué se dice que los aceites vegetales son inflamatorios y cuáles lo son en realidad
Demonizados por algunos y defendidos por otros, ciertos aceites vegetales están en el punto de mira por su impacto en la salud, pero la realidad —como casi siempre— es menos blanca o negra de lo que parece
Por Silvia Capafons
26 DE JUNIO DE 2025 / 07:30
Las redes sociales tienden a la polarización: esto es muy bueno, esto es nefasto. En los últimos tiempos, los aceites vegetales, la mayoría (aunque no todos) derivados de semillas, pertenecen al segundo grupo, es decir, al bando de los malos.
¿Por qué? Influencers abanderados de la salud, especialmente americanos, de los que nos hemos hecho eco, hablan de los «odiosos ocho» para referirse al aceite de maíz, el de canola (o colza), girasol, soja, semilla de algodón, de uva, cártamo y salvado de arroz. Hay que aclarar que hay otros aceites de semillas, como el de sésamo y el de lino, que no están en la lista negra. El motivo es que, al parecer, los 8 están compuestos principalmente de grasas insaturadas, producen inflamación, y por tanto pueden causar enfermedades.
¿Se lo compramos? Como en todo, hay matices. Según Patricia Candela López, nutricionista de la clínica Doctora Bonina, «sí pueden producir inflamación en nuestro cuerpo debido a su proceso industrial, y a que se oxidan y descomponen en compuestos tóxicos. Hay que tener en cuenta que estos aceites se extraen con disolventes y además se refinan, lo que hace que durante su proceso se generen sustancias tóxicas».
Además, añade que «al calentarse los aceites vegetales para cocinar, se oxidan, generando radicales libres y aldehídos, que dañan la pared intestinal y producen inflamación». Para entenderlo, durante el proceso de producción se utiliza un hidrocarburo llamado hexano, en el que se bañan las semillas una vez se han partido, cocido y secado. El hexano, que se obtiene del petróleo crudo, extrae gran parte del aceite. Y aunque hay estudios hechos en ratones que demuestran que su exposición prolongada a este componente puede producir daños nerviosos, esto no se ha podido demostrar en humanos. Además, en España, su uso para productos alimentarios está regulado, algo que no sucede en Estados Unidos.
Más omega-3, menos omega-6
Otra de las preocupaciones habituales respecto a los aceites vegetales es la cantidad de ácidos grasos omega-6 que incluyen, y en concreto, de ácido linoleico. Estos aceites pueden contener entre 40 y 70 gramos de este ácido por cada 100 gramos de aceite, mientras que, en comparación, el de oliva virgen extra tiene menos de 10 gramos.
El problema con el ácido linoleico es que puede metabolizarse en el organismo como ácido araquidónico. Y este ácido graso que se está estudiando por sus posibles efectos poco saludables. Pero como en todo, en la moderación está la virtud. «Los ácidos omega-6 producen inflamación, que no es que sea mala para el organismo siempre que no sea en exceso. Es cuando la cantidad de omega-6 no se equilibra con la de omega-3, considerado muy saludable, cuando sí puede favorecerse la inflamación», prosigue Patricia Candela López.
Y decimos que es cuestión de equilibrio porque el impacto de los omega-6 en el cuerpo humano no está establecido aún. Según la Asociación Americana del Corazón, el organismo necesita los ácidos grasos omega-6 porque ayudan a reducir el colesterol malo. Por otro lado, hay informes que aseguran que las grasas insaturadas de los aceites vegetales son menos perjudiciales para el corazón que las saturadas animales como la manteca de cerdo.
La clave está en el alimento completo
El consenso es absoluto en cuanto al mejor aceite para comer: el de oliva virgen extra. Reduce el colesterol malo y aumenta el bueno, controla la hipertensión arterial y reduce el riesgo de trombosis. Al mismo tiempo contiene grandes cantidades de polifenoles, potentes antioxidantes.
Como explica Flavia Bonina, médico y máster en nutrición, «es también alto en omega-9, el cual tiene poder antiinflamatorio. También podemos optar por el aceite de aguacate y de coco, que, al ser estables al calor, no promueven la inflamación, aunque hay que decir que tampoco son antiinflamatorios».
Tras el de oliva, el mejor considerado es el de aguacate, muy rico como el anterior en omega-3. En cualquier caso, los expertos recomiendan no obsesionarse con cada tipo de aceite y valorar el conjunto dentro de la dieta. Al fin y al cabo cocinamos con ellos, no nos los bebemos, y por tanto no hablamos de cantidades grandes.
Desde el Centro Médico de los Hospitales Universitarios de Cleveland aseguran que es más importante lo que preparemos con ellos. Como los aceites de semillas son baratos y versátiles, son los más utilizados en la comida rápida, y su consumo sigue aumentando en todo el planeta. Más que fijarnos en ingredientes individuales, conviene centrarnos en la dieta completa y el estilo de vida.
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