
El esfuerzo del ejercicio activa cambios profundos en el cuerpo que no siempre se ven al instante, pero que marcan la diferencia a largo plazo. Foto: Jeff Cadestin / Unsplash
¡Sé fuerte!
Cómo pasar del «qué pereza» al «me encanta entrenar»
Hasta los más motivados ven el hacer ejercicio como un deber. Pero de ahí a que sea un castigo… El truco mental de los expertos para dejar de sufrir y empezar a disfrutar:
Por María Corisco
25 DE AGOSTO DE 2025 / 14:02
Es muy común que, sobre todo cuando empiezas a entrenar o retomas la actividad física tras un tiempo de inactividad, el ejercicio te parezca un auténtico castigo. Una obligación pesada, un sacrificio que, más que sumar, resta. Pero esta percepción, aunque comprensible (y muy humana), no tiene que durar para siempre. João Mota, entrenador, fisioterapeuta y profesor en la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE, lo explica: «El ejercicio exige esfuerzo y el cuerpo lo interpreta como una agresión». Cuanto más intenso, más te cansas y más incómodo estás. «Eso, al principio, se siente fatal y de ahí que lo veamos como algo negativo». ¿Cómo lograr pasar del ‘qué pereza entrenar’ a entrenar sin esfuerzo (mental)?


El sudor que sí merece la pena
La misma intensidad que incomoda es justo la que hace que tu cuerpo se ponga a trabajar en serio. «El esfuerzo que cuesta sudor, agujetas y cansancio es el mismo que pone en marcha una serie de adaptaciones positivas en el cuerpo«, señala João. Y empieza lo bueno: si aguantas, generas una respuesta que fortalece tus músculos, tu energía y hasta tu ánimo.
El ejercicio no es penitencia aunque parezca lo contrario
Aquí viene lo más importante: el contexto emocional y social. Durante años hemos vinculado el deporte con la culpa: compensar excesos, moldear el cuerpo o alcanzar un ideal físico… En ese marco, entrenar se convierte en una especie de penitencia, algo que haces porque te sientes mal contigo mismo, o porque “tienes que” cambiar. Así, lo que debería ser un acto de salud y autocuidado, se convierte en otra fuente de presión.
«No pain, no gain» y otros mitos que nos torturan
A esto se suma la narrativa cultural dominante en torno al deporte: no pain, no gain («sin dolor no hay recompensa»). Aunque motivadora para algunos, puede convertir el ejercicio en una tortura mental. Por eso, antes de empezar, es clave revisar la motivación: ¿haces ejercicio para castigarte por lo que comiste? ¿Para encajar en una talla? ¿O lo haces porque quieres sentirte más fuerte, dormir mejor, liberar tensiones, estar presente en tu cuerpo? No es lo mismo entrenar desde la exigencia, el miedo o la culpa, que desde el amor propio y el respeto.
La clave: hay que aprender a esperar
En realidad, entrenar no es un castigo sino es un regalo diferido. «Lo que sucede es que los beneficios no se perciben inmediatamente. Vienen después». Mota lo llama «adaptación», y es cuando el cuerpo se pone las pilas y sientes que aumenta la masa muscular, disminuye la grasa corporal, mejora el estado de ánimo, la autoestima y la percepción que tenemos de tu cuerpo. También se fortalece el sistema inmunológico, mejora el sueño y se equilibra el sistema emocional. Y todo, después de la primera fase del «qué pereza».
Pronto tu cuerpo te lo pedirá
Si esperas un poco más, llega la tercera etapa: el disfrute. Esa magia que te hace sentir bien mientras corres, caminas o levantas pesas. Empiezas a notar tu respiración, tu fuerza, del poder de tu cuerpo. Y lo disfrutas. Empiezas a entrenar sin esfuerzo.
«Ese punto de inflexión –cuando dejas de percibir el ejercicio como un sacrificio– es fundamental, porque refuerza la conducta. Si además de saber que me beneficia y ver los resultados, empiezo a disfrutar del proceso, entonces la motivación deja de depender del deber y nace del placer».
Bailar quince minutos, caminar a paso rápido, hacer estiramientos, subir escaleras, levantar peso… Todo eso cuenta. Todo eso puede ayudarte a reconectar con tu cuerpo y con la idea de que moverse no es una obligación sino una forma de estar mejor.
Del «qué pereza» al «me gusta»
Por tanto, sí: al principio el entrenamiento puede parecer una forma de castigo. Pero esa fase es pasajera. Después viene la adaptación y, finalmente, el disfrute. «Lo que parecía un sacrificio se convierte en una fuente de bienestar que te acompaña cada día», concluye el experto. Un regalo que te haces a ti mismo y que tu cuerpo te devuelve con energía, vitalidad y confianza.
- TEMAS
- ENTRENAMIENTO
WeLife hoy
Entrenar sin perezaCereal sorgoMelatonina o valerianaMitocondriasObesidad o sedentarismoSiguenos :)