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Tu respiración es tu superpoder. ¡Respira y empodérate!
Aprende a respirar y mejora tu vida. Descubre los beneficios de actos tan básicos como la inhalación y la exhalación.
Por Itziar Donezar
01 DE MARZO DE 2022 / 17:04
Si yo te pregunto: ¿Sabes qué es la respiración?, seguramente me respondas: Sí, claro. Respirar es tomar aire y soltar aire. Y es que quién no sabe qué es la respiración cuando es algo que nos viene dado de fábrica, cuando es algo que llevamos puesto desde el principio. Pero quizá precisamente por eso, la respiración sea la gran desconocida y, desde, luego, la gran olvidada. Porque sí, respirar es tomar aire y soltar aire pero también es mucho más que tomar aire y soltar aire. La respiración es vida. La respiración lo es todo. Al final, te das cuenta de que la respiración es lo que de verdad importa.
Disciplinas como el yoga, la meditación y el mindfulness le dan mucha importancia a la respiración. No puede ser de otra manera. Al fin y al cabo, son disciplinas basadas en sensaciones, sentimientos y emociones, y la respiración está íntimamente conectada a lo que somos y a lo que sentimos.
Nacemos respirando y moriremos al dejar de respirar. Esto es así siempre. Desde el momento en que un bebé sale del vientre materno y rompe el nexo, el cordón umbilical, con quien le ha dado la vida empieza a respirar por sí mismo. Sus pulmones, los únicos órganos internos en constante contacto con el exterior, se ponen en marcha. Menudo desafío tienen que afrontar estos súper órganos que son la unión entre el mundo interior y el exterior. A partir de entonces no dejarán de funcionar hasta el final, hasta la muerte.
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Pero volvamos al principio: respirar es tomar aire y soltar aire, es inhalar y exhalar, es llenar los pulmones de oxígeno y vaciarlos de dióxido de carbono. Podemos imaginar los pulmones como dos globos que se hinchan y se deshinchan ininterrumpida e incansablemente, y por los que pasan a diario unos 15000 litros de aire. Y el qué, el aire, es importante pero el cómo gestionamos ese aire es todavía más importante.
La respiración forma parte del sistema autónomo de nuestro organismo. Las funciones que componen este sistema (la digestión, por ejemplo) operan sin que se lo ordenemos. O sea, no le decimos al estómago lo que tiene que hacer en cada momento ni podemos influir sobre él. Sencillamente, hace su trabajo sin que nos demos cuenta. Lo mismo ocurre con los pulmones, que ya saben cuál es su tarea, pero, al contrario que el estómago o el páncreas o el bazo o el hígado, en el caso de los pulmones sí podemos controlar la manera en que trabajan, sí podemos darnos cuenta de cómo funcionan. Y merece mucho la pena que nos demos cuenta. Al fin y al cabo, respiramos alrededor de 20000 veces al día.
Cómo aprender a respirar para obtener todos sus beneficios
Hay estudios que demuestran que lo ideal son 6 respiraciones por minuto*. Eso significa una respiración lenta, amplia y larga. Y también es recomendable que la exhalación sea algo más larga que la inhalación. Así, la respiración, los latidos del corazón y las ondas cerebrales se sincronizan y nos sentimos más aliviadas, más calmadas. No solemos ser conscientes de cómo nos influye la respiración porque casi nunca nos tomamos el tiempo para observar cómo respiramos. Y ya se sabe: lo que no se conoce no se puede sentir. Por lo tanto, desconocemos por completo qué sentimos y cómo nos sentimos al tomar aire y al soltar aire.
La respiración se convierte en un gesto automático y de pura supervivencia, un gesto, además, mal ejecutado porque en general respiramos por la boca olvidando que tenemos algo que se llama nariz. Y la respiración bucal no trae nada bueno: aumenta la presión arterial, desestabiliza el sistema nervioso, acelera el pulso, disminuye la temperatura corporal y la claridad mental dando lugar a una variedad grande de síntomas y enfermedades.
Pero todo cambia, tú puedes hacer que cambie, si decides respirar por la nariz y de forma consciente. Te propongo que pares un instante y visualices una situación muy normal en tu vida: estás sentada frente al ordenador, probablemente tensa y en estado de alerta por todo lo que tienes que afrontar, con los hombros encorvados y elevados, y el pecho hundido. Los músculos abdominales, que son los que te ayudan a respirar, se contraen y la caja torácica sólo puede expandirse levantando las costillas. El resultado es una respiración torácica superficial en la que los pulmones no se expanden lo suficiente por falta de espacio. Puede que incluso retengas el aliento en apnea (apnea viene del griego y significa no respirar). Si esto se repite día a día, acabarás utilizando sólo el 30% de tu capacidad pulmonar. Y es una lástima, ¿no?
En la inhalación,
tú estás presente.
En la exhalación,
tú estás presente.
Inhalando, es Ahora.
Exhalando, sigue siendo Ahora.
El ascenso necesita del descenso;
el descenso siempre sigue al ascenso.
Hay permanencia en el corazón mismo de la impermanencia.
Aprende de la respiración.
Deja que te recuerde
cómo confiar.
Jeff Foster
Para que la respiración sea larga, amplia y lenta debemos cerrar la boca y utilizar el diafragma, el músculo respiratorio por excelencia y que separa la cavidad abdominal de la torácica. En realidad, respiramos así cuando somos bebés pero luego crecemos y dejamos de hacerlo porque estamos ocupadas en otras cosas. El diafragma tiene forma de paraguas o de cúpula. Al inhalar, desciende, se aplana y la cavidad torácica se amplía; al exhalar, asciende, se relaja y recupera su forma original.
El diafragma es un músculo sensible a los efectos de las emociones, angustias o preocupaciones excesivas. Es común que ante una situación difícil o estresante sientas que se te cierra el estómago, que se te corta la respiración a la altura del esternón y que el aire no llega a la parte baja de tus pulmones. Esto es debido a una contracción desmedida del diafragma. En estos casos debes dirigir toda tu atención y tu intención al acto de respirar para que la musculatura se relaje y puedas respirar profundamente.
Una respiración diafragmática o abdominal hará que te sientas mucho mejor, te ayudará a bajar los hombros, a abandonar esa postura encorvada que tanto te perjudica y a abrir el pecho. Quizá hasta cambies la pausa para el café en la oficina por salir a respirar a la calle y casi sin darte cuenta, poco a poco, harás de la respiración lenta un hábito que será tu secreto para una vida más larga, más sana y más relajada, para una vida mejor.
Así que recuerda: trata de establecer una respiración nasal, fluida, amplia, suave, natural, consciente y presente. No le metas prisa. Permítele ser, permítele estar. Deja de verla como una mera compañía y empieza a considerarla tu superpoder. Como dice Jeff Foster, «deja que te recuerde cómo confiar». Confía en ti y confía en ella. Porque tú estás aquí en este momento respirando. Y eso es lo que de verdad importa.
*recomiendo el documental Respira
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