
Entre cuencos tibetanos y rosarios, Sainz encarna una espiritualidad sin bandos: la de quien reza, medita y sigue el mismo compás. Foto: D.R
Entre el rosario y el mat
Yoga y fe: la falsa guerra entre cuerpo y espíritu según Katy Sainz, la yogui más cool de España
Católica, DJ y profesora de yoga, Katy Sainz desmonta el mito de que espiritualidad y bienestar son opuestos. En su vida, rezar y meditar van juntos
13 DE OCTUBRE DE 2025 / 14:00
Todos podemos reinventarnos. Lo reivindicó la gimnasta Anita Pérez en Welife Festival 2025. Lo de Katy Sainz va más allá. Ella es una especie de navaja suiza multifunción: dj, emprendedora, profesora de yoga, guía holística, curadora de wellness en la Clínica Ityos y creadora de un estilo que ha denominado Natural Flow, un Vinyasa más accesible que integra movimiento libre, meditación, respiración consciente y danza estática. Y también una voz singular en el debate sobre yoga y religión, que defiende que rezar y meditar no son caminos opuestos, sino formas distintas de encontrar calma.
Como si todo lo anterior no fuera suficiente, aún le queda tiempo para Anamaya Project, su empresa de eventos por toda España, desde Marbella a Madrid. «En la vida todo está relacionado. No somos compartimentos estancos», declara antes de empezar. Ahí es nada.


Música desde la cuna
Conocí a Sainz hace ya muchos años. Eran los inicios de la década de los 2000 y acababa de inaugurar una tienda de ropa en el barrio madrileño de Chueca. Se llamaba ME Two y hacía gala de este estilazo entre Ibiza y Sotogrande que a todas nos fascinaba. «La cerramos para centrarnos en Clothes Kit, un marketplace que venía a ser una especie de Vestiaire Collective con ropa de segunda mano chula. Lo dejamos y desde 2018 estoy con los eventos de wellness de Anamaya. Bueno, desde 2015 con Black Heart, que son fiestas experienciales de música electrónica», enumera orgullosa.
En una vida ella ha vivido varias. «Practico yoga desde los 20 años. Y la música la llevo desde la cuna, porque mi padre era uno de Los Pekenikes. En realidad, ha sido como ir fusionando un poco las cosas», confiesa divertida. «En casa todos hemos estudiado piano. Luego yo me desvié un poco y me fui con los platos para pinchar. Y ahora, con los cuencos tibetanos. Si lo piensas, es una transición bastante graciosa».
Yoga de día, clubbing de noche
Tradicionalmente imaginamos a los yoginis envueltos en cierto ascetismo, alejados de perturbaciones y envueltos siempre en sones de mantras. Luego está Katy, que es y no es eso. «Mucha gente me ve como la antiprofe de yoga. Al principio me decían ‘tía, estás loca, ¿cómo puedes ser DJ y profe de yoga si son mundos completamente opuestos?», responde enérgica.
Reconoce que esa dualidad al principio le causaba desasosiego. «Lo veía completamente incompatible y hasta me sentía mal. Yo me iba a pinchar por la noche y a la mañana Ashtanga. Así que estaba todo el rato con ups and downs, mucho yin yang, o sea, polos opuestos. Al final encontré una simbiosis perfecta: el sonido es una guía más. Si lo introduces dentro de tus prácticas es súper poderoso. Obviamente, no pongo lo mismo la misma electrónica que en una sesión de club, prefiero un sonido más downtempo. Pero sí voy más allá de los mantras de siempre».
Por favor, quiten esa playlist
Aquí abre un melón peliaguado que quiebra la ortodoxia que se espera en una clase de yoga. «Los típicos sones con el gong y los mantras me encantan, pero ponerlos siempre me empalaga. Tengo la sensación de que en todas las clases suena la misma playlist y eso acaba por hartar», sentencia. «No me malinterpretes, me encantan los mantras, yo misma canto mantras en mis clases. Muchas veces, traigo una cantante y cantamos el Ong Namo para abrir y para cerrar. Pero eso no quita para que también se puedan meter otros sonidos», explica.
Se sube así a una corriente imparable que está ‘occidentalizado’ el yoga, acercándolo más a la cultura de aquí e integrando un estimulante mestizaje musical. «Tampoco pincho tecno duro. Es downtempo total, melodías electrónicas suaves y orgánicas. Me gusta guiar hacia viaje sensorial donde estás haciendo tu saludo al sol y no suena lo de siempre. Eso eleva tu conexión y te vas metiendo en un trip emocionante. Primero meto un vocal, luego de repente el handpan, o toca en directo el que me acompaña, o meto a la cantante mía que canta angelical. Para terminar, hago mi Savasana con un mantra, en especial, el Lokah Samastah Sukhino Bhavantu, que ahora genera mucha polémica». A WeLife Festival acudió acompañada de Tierra Índigo, facilitador de Sound Healing.
El yoga no invoca a Satán
Katy Sainz se confiesa católica, muy creyente, «rezo el rosario cada noche. Para mí es casi como un momento de meditación. Soy muy fan de la Virgen y Jesucristo es mi maestro. Y a la vez, tengo un gurú en la India”, señala con vehemencia. Por eso no entiende las críticas furibundas al yoga asimilándolo a prácticas guiadas por el mismísimo Satán. «Desde un sector religioso se nos acusa de estar invocando al demonio con ese mantra. En las prácticas de yoga puedo poner esta música que incluso puede sonar chamánica, pero no estamos invocando ni a espíritus, ni a entidades, ni estamos alabando al Diablo», zanja contundente.
La polémica se fundamente en la falsa creencia de que conectar con uno mismo separa a los yoguis de su conexión con Dios. «Es un error. Tú te conectas con tu respiración. Es una herramienta milenaria para gestionar el estrés y estar en paz. Todo lo demás son chorradas. Ni estamos endemoniados, ni nos tienen que hacer un exorcismo. Ya puestos, es peor zumba o el reggaetón con esos movimientos de trasero», recalca.
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